Capítulo 21. Apolo

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HEAVEN 

Mi cuerpo me pidió despertar como si tuviera que ir al instituto; faltaban cinco minutos para que la alarma sonara. La desconecté y me volví a tumbar en la cama aunque no tuviera sueño. La tranquilidad duró poco pues tras unos minutos sentí el sonido del chocar de los platos y los cubiertos. Supuse que Nix y mamá estaban preparando el desayuno abajo. 

Cerré los ojos con fuerza evitando pensar en lo que se avecinaba. ¿Por qué no podía simplemente dormir y despertar cuando todo hubiera pasado? La espera se me estaba haciendo eterna, estaba sufriendo más que si se hubiera enterado desde el principio. No dejaba de recordarme que ya había pasado por eso una vez, que esta vez lo tenía todo bajo control. Incluso una parte de mí se estaba ya preparando para despojarse de esa necesidad de cariño y amor materno que me había arrastrado a ser como nunca había querido ser. 

Salí de la cama y me vestí, ni siquiera tenía ganas de ducharme. El recuerdo del día anterior, de la conversación con Leandro y de todo lo que sentí en aquel momento, aún me abrumaba. Lo había hecho, había afrontado uno de mis mayores miedos y podía sentirme cada vez más cerca de la libertad; al fin era libre de decirme a mí mismo quien era sin temerle a las consecuencias. Solo quedaba un último paso, un pequeño paso más que me liberaría de todas las cadenas que me habían atado durante toda mi vida. 

Y luego estaba Eros, el recuerdo de su rostro lleno de orgullo mientras hablaba con Leandro. No hay mayor acto de confianza que el que me brindó Eros aquella tarde, no hay mayor acto de amor que el que me había regalado Eros con todas y cada una de sus palabras, caricias y miradas.

Bajé las escaleras y como una oleada subconsciente de energía recordé la primera vez que besé a Eros, recordé la adrenalina que sentía cada célula de mi cuerpo mientras mis labios, nerviosos y extasiados, recorrían cada rincón de su cuerpo. Eros era como un libro que estaba a punto de terminar, no sabía si quería leerlo a toda prisa por saber el final o si quería hacerlo lentamente con tal de retrasar nuestro final. Pero ahí, dentro y fuera de él, con cada uno de los pequeños trozos de mi alma rota deseando que aquello no acabara nunca, supe que volvería a hacerlo, que cometería mil veces más aquel acto impulsivo porque Eros se había convertido en mi libro favorito, ese libro que puedes leer infinitamente sin casarte de él, ese libro que disfrutas, vives y siente todas y cada una de las veces. Supe, además, que cometería ese acto impulsivo con tal de llegar a ese instante en el que su simple recuerdo era suficiente para darme fuerzas, porque sabía, sin lugar a dudas, que allí donde estuviese me estaría queriendo; yo también era su libro favorito. 

Llegué a la cocina demasiado rápido, ni siquiera era consciente de que había estado corriendo. Mi madre dejó de remover unos huevos cuando mi estrepitosa entrada la distrajo. Tuve un leve ataque de pánico y por mi mente se instalaron las ganas de huir. Mamá no sabía nada, pero en mi cabeza todo era tan obvio que...

—Buenos días, dormilón —dijo Nix a mi rescate. Cuando mamá volvió a lo suyo me regañó con la mirada.

Me senté en la mesa y automáticamente mi madre me puso una taza de café en frente.

—¿Qué te apetece comer?

—Tranquila, mamá, puedo hacérmelo yo mismo.

—Oh vamos, aprovecha que hoy tengo el día libre. 

Suspiré y le señalé los cereales de chocolate que siempre comía. 

Némesis se sentó frente a mí con su propia taza de café y Nix no tardó en darle un mordisco al bocadillo vegetal que también le había preparado. Comimos en silencio hasta que mi madre decidió hablar; decidió inconscientemente averiguar la verdad.

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