Epílogo

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ANIMA GEMINA

DOS AÑOS DESPUÉS

Un ángel guardián cuyas vidas habían pasado como un vendaval bebía su última copa de J&B. Para resumir su estado emocional: le acababa de decir a una bonita chica llamada Nix que él no tenía ni buenos ni malos días, tan solo días, y ella había acabado huyendo del pub con una torpe excusa.

O tal vez no era una excusa, si lo fuera ¿por qué quedar con él otro día? Qué más daba, estaba demasiado borracho para pensar en ello en esos momentos.

Aquella vida, porque, sí, los ángeles vivían más de una vida —al igual que los humanos, más o menos—, estaba siendo un verdadero desastre para él.

Tan solo le habían asignado un solo elegido, Adonis, el barman, y, para rematar la cosa, al chico parecía irle tan bien la vida que no necesitaba de su ayuda. Y ahora, a juzgar por lo que le había dejado sentir su ebrio cerebro, la tal Nix también era una elegida.

Genial, sencillamente genial.

No estaba muy seguro de si era una burla del universo o si la voz —vuestro Dios, el destino, el universo—, le estaba tomando el pelo. Pero ahí estaba, lamentando sus penas y su rencor en alcohol como un idiota.

La mente del ángel volvió a navegar a la deriva hasta anclarse en el rostro de su nueva elegida, pero, a su lado, dos individuos escandalosos, que, con un gran golpe, proclamaban la atención de Adonis, interrumpieron sus pensamientos. ¿Por qué estaban a su lado? ¿POR QUÉ TODO EL MUNDO SE QUERÍA SENTAR A SU LADO ESA NOCHE? 

¿Por qué no le dejaban ahogarse en su nostalgia solo?

Los observó de reojo. Dos chicos, uno castaño, el otro de cabellos muy oscuros. Eros, Apolo. Sonreían como si estuvieran colocados con helio pero Admes sabía que no era otra cosa que eso a lo que llaman amor.

Apartó la mirada con repugnancia. Ew, amor. 

Pero no juzguéis al ángel, iba borracho y ni siquiera era consciente de lo que pensaba. Y por ello, como narradora, puedo asegurar y aseguro que, en otro momento, Admes los hubiera shippeado proclamando el nombramiento automático de una OTP. Nuestro ángel había visto en ellos, a juzgar por sus resplandecientes auras, el futuro de unas felices almas gemelas. 

Sí, almas gemelas. Almas destinadas. 

«Anima gemina», le susurró la voz en cuanto empezó a pensar de nuevo en la chica de ojos ámbar; en Nix.

—Que sí, que sí, almas gemelas, muy bonito —protestó el chico sin saber que la voz no tan solo se refería a la pareja a su lado—. ¿Y la mía para cuándo?

Y la voz se habría reído su hubiera podido, porque, tal vez, el destino sí tenía sentido del humor, al fin y al cabo.

♦♦♦

Y se acabó.

No voy a decir nada porque lo diré en los agradecimientos, pero, si tenéis preguntas, dejadlas aquí: 

Para Apolo. 

Para Eros.

Para Némesis. 

Para Nix. 

Para Paris. 

Para Athan. 

Para Roxana. 

Para Leandro. 

Para Admes (el señor ángel de este epílogo). 

Para mí. 

Os quiero mucho aunque no os conozca. Muchas gracias por todo y lo siento por tan poco. Siempre vuestra, 

Minerva Herz. 


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