Capítulo 24. Eros

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PACIENCIA

Habían pasado dos semanas en las que mi madre seguía sumida en aquel coma odioso e inquietante. El doctor nos había advertido innumerables veces de que a causa de la localización de la lesión cerebral al despertar era más que probable que mamá no volviera a ser la misma ni física ni mentalmente.

Lo tenía asumido desde el momento en que me habían dado la noticia por primera vez. Nada volvería a ser igual, el pasado ya no se mediría con mi nacimiento como antes. Todo lo que pasara a partir de ahora sería post-accidente o pre-accidente. Muchos familiares habían venido a visitarla y a darnos ánimos a mi y a mi padre. Me gustaría decir que esos ánimos habían servido de algo, pero la cruda realidad era que la única persona que me hacía mantener el control era Apolo.

Había cogido una rutina. En cuanto salía del instituto venía al hospital en autobús, hacia los deberes en la cafetería en mi compañía o en la habitación hablándole a mi madre sobre economía como si pudiera oírle; yo aún no había sido capaz de hacer eso y me consolaba que Apolo lo hicira por mí. Luego, su padre, que trabajaba en aquel mismo hospital y que había había solicitado ser el doctor de mi madre, lo llevaba a su casa pasadas las diez de la noche.

Jamás podría olvidar aquel día en que, de sorpresa, nos encontramos los tres —Apolo, su padre y yo—, en la misma habitación sin saber que inconscientemente estábamos más unidos de lo esperado.

Apolo y todo lo que lo rodeaba me ayudaba a no pensar en la situación en la que me encontraba. La relación con su madre había empeorada hasta el límite de no mirarse, pero al menos había mejorado la que mantenía con su padre y podía continuar durmiendo en su casa. Aparentaba estar bien solo para hacerme sonreír a mí, y eso me hacía sentar mal de una forma inexplicable.

—Roxana me ha pedido que te diga que, si necesitas algunos apuntes de física o de cualquier otra materia, te los conseguirá —comentó Apolo mientras se comía una manzana a la vez que escribía en su libreta de literatura.

—Me sería de gran ayuda, pero dejaré el instituto —murmuré, sin recordar estúpidamente, que Apolo no sabía absolutamente nada de esa decisión que había tomado tan solo unos días antes. 

—¿Qué? —inquirió dejando todo lo que tenía en las manos; toda su atención se puso sobre mí—. ¿Y cuándo pensabas decírmelo?

Me rasqué la mano, incómodo.

—No espero que me entiendas —respondí de mala manera—, simplemente no tengo ganas de seguir estudiando, no al menos hasta que mi madre se recupere.

—No se trata de entenderte, cariño, lo hago, es simplemente que... creí que podías contarme cualquier cosa —suspiró y decidió dejar pasar aquella estúpida reacción, una reacción a la defensiva que ni siquiera entendí—. Si no te sientes con fuerza para estudiar no voy a ser yo el que te lo impida, todo es muy reciente, pero debes tener claro lo que vas a hacer, Eros, tu madre no...

—Mi madre está en coma, Apolo, y no voy a preocuparme sobre los orbitales de un electrón hasta que no esté despierta, ¿de acuerdo? No intentes convencerme de lo contrario.

Apolo asintió sorprendido por mi ataque hacia sus palabras. Agaché la cabeza avergonzado, hacía tiempo que no era capaz de sonreírle, ni siquiera de besarlo, pero él seguía ahí a pie de cañón, manteniendo aquella sonrisa intacta, aquella sonrisa que me daba fuerzas y me recordaba todo aquello que estaba bien en mi vida a pesar de todo.

Y sabía que el futuro no era tan negro como se plantaba ante mis ojos, sabía por palabras de su propio padre, por el suegro que me había abrazado como a su nuevo hijo, que mi madre saldría de esa. Pero no podía estar con Apolo sin que la culpabilidad me carcomiera por dentro por saber que mi padre dormía cada noche solo en su cama, que, por el momento, había perdido a su compañera de vida. Y también sabía que mi padre jamás me juzgaría por aprovechar la oportunidad que Apolo me estaba dando, sabía que no le importaba, que no se enfadaría conmigo, que me querría ver bien a pesar de las circunstancias, pero la culpabilidad era mucho más certera que el saber.

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