Capítulo 22. Eros

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EFECTO MARIPOSA 

Dream, de Imagine Dragons

Dicen que cuando tienes un accidente todo se ralentiza a tu alrededor, que ves los segundos posteriores al impacto como algo lento, y que, después, todo pasa a la velocidad de la luz.

Los gritos, los golpes, las sirenas de la ambulancia.

Me gustaría creer que mi madre tuvo la oportunidad de pensar en nosotros antes de que aquel camión la arroyara y la dejara inconsciente irreversiblemente. 

Todo se resumía en una serie de fallos, de errores, que crecían uno tras otro. Si en China hubieran hecho bien mi despertador, si yo hubiera hecho la mochila antes de ir a dormir, si aquel hombre mayor no se hubiera entretenido con sus gafas en el semáforo, su yo no hubiera tardado en salir del coche por culpa de aquel cuadro, si mamá simplemente no hubiera respetado aquel stop, nada de esto estaría pasando. Era como una fila de fichas de dominó, como una demostración trágica y desgarradora del efecto mariposa.

Todos sabemos que el tiempo tiene una característica imperturbable y es que no puede volver hacia atrás. Y mientras mi padre y yo esperábamos sentados en la sala de espera del hospital no hacía otra cosa que intentar asumir esa cruda realidad, esa realidad que me estaba comiendo por dentro.

Mi móvil había decidido quedarse a cero de batería para evitar que la persona a la que más necesitaba en ese momento viniera a apoyarme. De nuevo, si yo hubiera puesto el móvil a cargar la noche anterior... Tal vez había llamado a Cyril, tal vez Roxana sabía lo que había pasado gracias a algún bocazas del instituto. Tan solo deseaba que Apolo hubiera deducido algo y estuviera de camino al hospital. Tan solo lo necesitaba ahí, conmigo. 

Mi padre, sentado junto a mí, miraba fijamente algún lugar perdido en el suelo; silenciosas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Ninguno de los dos estaba aparentando tenerlo todo bajo control en sus mentes.  Y es que, ¿qué más daba ser fuerte o no en estas situaciones? No necesitaba a un padre que no llorara para ser el pilar de su hijo, necesitaba a un padre que sintiera, que acompañara a su hijo en la travesía de dolor que se arrojaba sobre ellos. Había llegado el punto en el que ya ni siquiera lloraba, papá tampoco, simplemente nos manteníamos ahí, inmóviles, serenos por la mujer más importante de nuestras vidas.

Los médicos seguían sin aparecer, una hora, dos, y absolutamente nadie se dignaba a decirnos algo, a darnos alguna noticia sobre el estado de mi madre.

Y entonces, mientras frotaba con ambas manos mis hinchados ojos en la sala de espera, alguien posó su mano sobre mi hombro. No hizo falta levantar la mirada para saber quién era; todo mi cuerpo se quedó quieto, ansioso y aliviado. Aquella mano fue bajando hasta mi espalda, hasta que la otra se posó también sobre mí, hasta que Apolo me tuvo rodeado por sus brazos. No luché, claro que no, tan solo me dejé llevar y alargué mis brazos dándole el poder de abrazarme como era debido.

—Siento haber tardado tanto —susurró con su cara oculta en mi cuello. Levanté la mirada y mis ojos se encontraron con Cyril, de pie en la puerta, atento a nosotros—. Yo...

—No ha sido tu culpa —susurré—. Lo importante es que ya estás aquí. 

—Ya estoy aquí —y me abrazó con más, mucha más fuerza. 

—¿Por qué estabas con Roxana? —pregunté al cabo de un rato en el que no nos habíamos soltado—. ¿Ha pasado algo?

En ese momento nos separemos y él miró a su alrededor sintiéndose intimidado de repente. Había demasiado silencio en la sala, nuestras palabras eran lo único que se sentía, y nosotros, junto a mi padre, los únicos que estábamos ahí. Papá asintió sin necesidad de decir más, y se marchó por el mismo lugar por el que Cyril había desaparecido segundos antes.

—Se lo he dicho a mi madre —comenzó mirándome a los ojos—. Esta mañana... se lo he soltado sin más, yo... pensé que estarías en el instituto y no quería molestar. 

Sus palabras robaron las mías; no supe que decir. 

—¿Cómo...?

—Se lo he dicho yo. Estaba Nix... —sus ojos viajaron de un lado a otro, nerviosos, y yo cogí su rostro para evitar que siguiera moviéndose—. Da igual, Eros, eso ahora no importa. Tu madre...

Pero lo interrumpí, esta vez, quien lo dejó con las palabras en la boca fui yo. Lo besé, lo besé con todas las ansias que guardaba en mi interior, con el miedo, con la rabia, con la impotencia que se habían estado manteniendo encerradas bajo mi piel. 

—Has hecho algo tan valiente... ¿eres consciente, verdad? 

Apolo negó y reprimió un sollozo. De mis ojos también se derramaron lágrimas de orgullo. 

—Yo... Siento no haberlo hecho antes, siento... —su lengua se trabó y no supo como continuar—. Me siento tan libre, Eros, tan ligero. Siento haberte fallado durante tanto tiempo por miedo a esto —murmuró Apolo—. Lo siento. Fui un...

—No me has fallado —le corregí—. Nunca lo has hecho. He sabido en todo momento a qué me enfrentaba y aún así te he querido. No debes pedir perdón por haber tenido miedo. 

Él sonrió cogiendo mi cara entre sus manos con cariño. Limpió las lágrimas de mi mejillas y acarició con su pulgar la línea de mi mandíbula. 

—Todo va a salir bien, tu madre...

Pero, una vez más, sus palabras fueron interrumpidas.

—¿Familiares de Artemisia Locke?

Me levanté con rapidez y le pedí desesperado a Apolo que avisara a mi padre. Apolo corrió, mi padre corrió, pero cuando llegaron a la sala de espera de nuevo, yo ya yacía de rodillas en el suelo con la doctora intentando darme palabras de unas esperanzas que acababan de romperse en ese instante como si las palabras que hacía tan solo unos segundos me había dicho no hubieran significado nada.

Artemisia Locke, mi madre, había caído en un profundo sueño del cual no estaban muy seguros podría despertar. Y es que el simple aleteo de una mariposa en Tokio puede provocar un huracán en Nueva York, y así una, y otra, y otra vez hasta acabar con todo.

♦♦♦

LO SÉ, ¿VALE? sé que es corto, pero... es que debe ser así. Lo más probable es que mañana, o esta tarde, publique el próximo capítulo. 

A esto le quedan unos cinco capítulos más el epílogo. 

:D no :D voy :D a :D llorar

Att, siempre vuestra,

min. 

BlasphemyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora