Capítulo 7.

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Mi cabeza dio vueltas alrededor de su respuesta. Me quedé mirando a Ann porque no me atrevía a mirar a Nathan después de haber intentado besarme y tampoco sabía responder a lo que me había dicho. ¿Y si no era uno de sus juegos? ¿Y si de verdad le gustaba? En realidad, solo conocía a Nathan desde que empezó el curso, pero fue día tras día quien intentaba hablar conmigo de todos los chicos que había conocido – Oliver no contaba, ya que era mi mejor amigo y estaba enamorado de Ann mucho antes de que nos convirtiésemos en mejores amigos. – Muchas preguntas se alternaban en mi cabeza sin fin. Pero ninguna palabra salió de mi boca.

-¿Y Amanda? ¿Por qué no la molestas tanto a ella? –Rechisté y después, le miré. –En fin, no soy nada especial.

Nathan sonrió de lado, pero esta vez no era de una forma prepotente, sino que era una forma dulce de su sonrisa perfecta.

-No tienes ni idea de lo que estás diciendo. –Contestó.

-¿Por qué te comportas de forma prepotente cuando, en realidad, no lo eres? –Le repliqué.

-Eso te cuesta una muy muy muy muy pegados. –Sonrió de lado, refiriéndose a la propuesta de los bailes que me había hecho. –O en este caso… quiero esa tarde de estudios contigo. Te enseñaré química.

-¿Qué? –Me reí a carcajadas. -¿Tú química?

-Saqué un sobresaliente en el último examen. El profesor dijo que sería mucho mejor si te diera tutorías para que aprobaras. –Se acercó a mí. Así es como supo que había suspendido. –Saco muy buenas notas, ¿sabes?

-Me alegro. –Sonreí falsamente, bastante borde. En ese momento, oí un ruido fuerte proveniente de mi mismo piso. –Márchate de mi casa. Mis padres se van a despertar y como te vean aquí, me matarán. Por favor, Nathan.

-Está bien. –Se alejó de mí. –Una tutoría, cinco preguntas. Te ayudo a aprobar química y tú me haces las preguntas. Tú siempre ganas.

Apreté mi mandíbula: me venían bien esas clases de química y sobre todo si sacaba sobresalientes. Asentí con mi cabeza y él sonrió.

-Está bien. –Contesté. –Pero se hacen en la biblioteca, cerca de la gente.

-Oh, repollito, si quisiera acostarme contigo, me daría igual que estuviese la gente delante. –Se rió.

-En la biblioteca.

-Vale... –Me miró a los ojos y se acercó rápidamente. Me dio un beso en la mejilla. Dulce y muy lento, como si quisiera disfrutar del momento. –Te mandaré un mensaje y ya quedaremos.

-Que sí, buenas noches. –Contesté, temblándome el tono de voz.

-Buenas noches, repollito, sigue pensando en mí.

Bajó rápidamente las escaleras y se fue. Aquella noche había terminado. La noche en que por primera vez, vi a el Nathan real y que por primera vez, los centímetros entre nosotros se habían cortado mucho más dejando poco espacio entre nuestros labios. La primera vez, y estaba segura que no iba a ser la misma: las maripositas siguieron recorriendo mi estómago aun después de que se hubiera ido. Esas maripositas que algún día soñé que tendría y las tuve, por primera vez, con Nathan Stiles.

El lunes por la mañana empezó fuerte: Oliver pidiéndole perdón a Ann mientras que ésta solo se limitaba a ignorarle y yo parecía una paloma mensajera que intermediaba entre ambos ya que cuando Ann le contestaba, yo tenía que retransmitirle el mensaje a Oliver y así a lo largo del día.

-El día ese. –Miré a Ann, decidida con acabar ya con el problema entre Ann y Oliver. –El día en el que te emborrachaste, el sábado, me dijo que te quería.

Amor contradictorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora