Capítulo 14.

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La felicidad es tan ínfima: te llega con cosas pequeñas que hace que te sientas la persona más feliz del mundo. ¿Cómo hay gente que puede llegar a querer tanto a una persona? Hace tiempo, envidiaba a aquel tipo de parejas que estaban todo el día juntos cogiéndose la mano y diciéndose lo mucho que se querían. Me preguntaba todo el tiempo por qué yo no puedo tener a alguien así en mi vida: que me hiciese feliz o que me hiciese llorar de alegría por cualquier estupidez. En ese momento, en aquel coche cuidado y limpio me di cuenta de que ahora tenía lo que siempre había deseado: un chico al que poder coger de la mano, presentárselo a mis padres y amigos. Un príncipe azul.

–¿En qué piensas? –Preguntó Nathan sin apartar la vista de la carretera.

–En todo esto, Nathan. –Le miré. Sé que me estaba prestando atención aunque no me mirase. –Sé que lo has pasado mal con tu familia y que anteriormente te desahogabas acostándote con chicas.

–Así era. –Respondió, junto a una mueca. –Hasta el día en el que te conocí. O antes.

Aparcó su coche junto a otros más. Los dos salimos de él y Nathan me cogió de la mano y me llegó a un lugar donde no fuimos la última vez. Se trataba de una playa escondida y rodeada por un gran muro de piedras. También se encontraba una pequeña cueva interna en el mar que hacía que las olas del mar entrasen con fuerza. Me quedé observando ese maravilloso paisaje. Me quité los tacones y los puse en la mano mientras que la otra agarraba la cálida mano de Nathan. Los dos bajamos hasta la playa y él se quitó la chaqueta de su traje y la tendió sobre la arena. Sonreí un poco y me senté sobre ella y él se sentó al lado mío.

–Antes que nada, me gustaría que no cambiases la opinión sobre mí. –Suplicó Nathan, con su mirada perdida. –No me gustaría perderte.

–No cambiaré de opinión, te lo prometo, Nathan. –Mi voz tembló, asomándose un poco el miedo que tenía por dentro.

–Está bien. –Miró hacia delante. –Mi madre me tuvo desde muy joven. Tenía tan solo dieciséis años cuando se quedó embarazada de mí y mis padres se casaron por ello. Siempre fui un error para mi padre, aunque sé que me quería y me quiere, al igual que quiso a mi madre. –Cerró los ojos. Sabía que era doloroso que hablase de su madre y me hubiera encantado quitarle ese dolor que tenía dentro. Cogerle la mano y decirle que yo estaba ahí, pero me quedé quieta. –Yo tenía ocho años cuando ella se fue. Yo estaba siendo travieso en el coche y mi madre solo se giró un momento, un momento… para decirme que parara cuando un camión nos embistió. –Abrí los ojos como platos. –No sé cómo salí de ahí, pero supe que fue la semana más triste de mi vida a pesar de todos los regalos que me hacía mi padre. Agradecía que estuviese vivo y mi madre aún no había despertado, pero todo el mundo tenía esperanzas… Ella iba a salir de ahí. Entonces, un día, mientras estaba durmiendo noté algo y sé que me desperté y vi a mi madre llorando a moco tendido al lado de mi cama. Creía que era un fantasma, que lo que estaba viendo era a mi madre triste porque se había ido sin despedirse. –Su voz se volvió inestable, sus lágrimas estaban cayendo por su rostro. Noté una punzada en el corazón  y cerré los ojos. Mi mano encontró la suya y la apretó con fuerza. –Pero no era así. Cuando me desperté por la mañana, lloré más de lo que nunca pude imaginar y corrí hasta la habitación de mi madre. Ella ya no estaba en su cama, pero estaba su móvil y las llaves de casa. Cogí el móvil de mi madre y llamé a mi padre. Él estaba llorando. Mi madre se había ido. Se había ido dejándonos a los dos solos. Nos abandonó.

Las lágrimas descendieron por mi rostro y yo solo me quedé mirándole y le apreté la mano. Él me miró y me secó las lágrimas con el pulgar. Me quedé mirándole: sus ojos también estaban llenos de lágrimas. Me acerqué y le di un beso suave y dulce, y me separé pocos segundos después. Él se mantuvo con los ojos cerrados y luego los abrió para mirarme.

Amor contradictorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora