Capítulo 21.

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–Nathan… –Miré sus labios y luego me acarició la mejilla. Su mano se deslizó por mi rostro y me volvió a dar un beso dulce en los labios.

–Sh… No hables. –Me miró a los ojos y me acarició la mejilla. –No quiero que digas nada, solo quiero besarte.

Y me volvió a besar dulcemente, volviendo a meter la lengua en mi boca para que jugase con la mía. Los dos nos sentamos en la cama. Él no quería decir nada y yo tampoco. Él tenía a Katie y yo tenía a Evan. Aun así, ninguno de los dos dijimos nada.

A la mañana siguiente me desperté con sus brazos alrededor de mi cuerpo mientras su torso estaba pegado a mi espalda y su boca estaba relativamente cerca de mi nuca. Cerré los ojos para disfrutar del momento. Noté que sonreía detrás de mí y me giré cuidadosamente para mirarle a la cara. Aún estaba dormido, pero sonreía cuan niño pequeño al que le habían dado una chuchería. De repente, una palabra salió de su boca aunque no llegué a entenderla.

–¿Qué? –Le pregunté, susurrando y le acaricié el pelo moreno, acariciando un pequeño rizo que le salía por la frente.

–Allison… –Susurró, entre ronquidos.

Una pequeña sonrisa salió de mi boca y me mordí un poco el labio. Le di un beso dulce y suave en sus labios. Sus ojos se abrieron y su mirada se apoyó en la mía. Sus ojos marrones verdosos hacían que me perdiera en ellos.

–Buenos días, repollito. –Acarició mi pelo y yo me dejé perder entre sus caricias.

–Hoy va a cambiar todo, ¿no? –Miré a sus ojos. –Después de la obra…

–Dejaré a Katie…

No pude evitar sonreír y darle un beso dulce pero corto. Él me miró a los ojos y me acarició la mejilla.

–¿Dejarás a Evan, no…?

Abrí la boca para contestar ante la mirada dolida de Nathan, pero la puerta de mi habitación se abrió cuando descubrí que mi madre acababa de entrar. Nos miró con los ojos muy abiertos.

–Vale, el señor Stiles me había dicho algo de que estabais juntos. –Me tapé rápidamente con las sábanas aunque estuviera con el pijama de noche, pero me sentía desnuda ante la mirada perpleja de mi madre. –Dios, ¡Allison! –Cerró la puerta. –Si te ve tu padre…

–Lo siento, señora Caffrey… –A Nathan se le habían encendido sus mejillas y bajó un poco la cabeza. –Fui yo el que quiso entrar.

–Mamá, no hemos hecho nada, lo prometo. –Me levanté y arreglé mi pelo despeinado, sonrojada.

–Sé que no eres virgen, pequeña. –Susurró, mirándola de arriba abajo. –También me contó eso el señor Stiles.

–Ay, mamá, por Dios.

–Todo fue por culpa mía, yo la presioné y… –Empezó a decir Nathan, pero le interrumpí.

–No mientas. –Le miré mal. –No quiero que te ocurra nada, Nathan, ya hemos tenido suficiente. –Miré a mi madre y me encogí de hombros. –Sí, no soy virgen. Pero lo hice porque estoy enamorada de Nathan, mamá. Todo lo que pasó no fue culpa de Nathan, sino mía. Él me dijo que no lo hiciera.

–Y te abandonó cuando fuiste a rehabilitación. –Contestó seria.

Miré a Nathan. Para eso ninguno de los dos teníamos planeado contestar. Ninguno habíamos dicho “te perdono” porque yo había mentido a Nathan, pero él me había abandonado en el momento más difícil de mi vida.

–Señora Caffrey… –Se levantó de la cama, poniéndose a mi lado.

–Márchate de aquí, Nathan. –Mi madre se cruzó de brazos. –Y no vuelvas a aparecer por aquí.

Amor contradictorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora