Capítulo 20.

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Durante unas semanas no había visto a Nathan por ningún lado, y parecía que me evitaba, ya que siempre que me acercaba a él, se juntaba a su novia o se marchaba dejándome atrás. Hoy era el último ensayo de la obra de teatro de Grease, ya que mañana teníamos la actuación y hacía semanas que Nathan no había aparecido por teatro. ¿Podía ser que su novia le hubiese dicho que no hiciera la obra? ¿O tenía que ver con algo que Evan le hubiese dicho?

Oliver se me acercó con las manos en los bolsillos y se sentó a mi lado. Los dos miramos al frente y suspiré.

–No sé dónde está. –Le contesté, seria. Sabía que me iba a preguntar dónde estaba Nathan así que me adelanté a su pregunta. –No sé si va a venir a teatro, si ha dejado la obra o qué ha hecho.

–Estamos jodidos.

Apreté los labios y miré a su novia. Ella estaba hablando con nuestra profesora de teatro mientras estaba con el teléfono en la mano, seguramente llamando a Nathan.

–Todo esto es por mí. –Susurrando. –Nathan ya no me quiere ver desde que le hice lo que le hice.

–¿Lo que le hiciste, Ally? Tú no le hiciste nada. Él tendría que haber hecho mucho más por ti, y no lo hizo. Te dejó sola cuando tú estabas mal, te dejó ante el peligro y te dejó hacer lo que no sabes hacer: vivir sin él.

Las lágrimas descendieron por mi rostro al escuchar las palabras de Oliver. Nathan me había dejado sola ante al peligro. Lo que él no sabía es que ese peligro había llegado a ser yo misma.

En ese momento, Nathan entró con su cabello despeinado que se lo peinó inmediatamente mientras caminaba hacia nosotros. La profesora se acercó y empezó a echarle la bronca. El Nathan de antes, el del primer día estaba ahí, no el verdadero Nathan y todo era culpa mía. Las lágrimas brotaron más en mí y Oliver me miró. Me abrazó fuerte intentando consolarme, pasando su mano por mi espalda acariciándola. Noté como Nathan dejaba de hablar para posar sus ojos en mí. Noté la presión de su mirada e imaginé unas manos acariciando mi pelo y mi mejilla con un todo está bien, repollito. Pero tendría que saber que Nathan no es así. No se conforma con eso.

–Eh, repollito, que las princesas no lloran. –Dijo con su voz suave, retumbando en toda la habitación.

Me separé de Oliver para mirarle mientras él me dedicaba una de sus sonrisas más especiales. Una de las que me tranquilizaban. Esas que decían que nunca me iba a dejar sola. Su novia se le quedó mirando y a mí me apeteció reír, pero solo me sequé las lágrimas.

–Bien, pues empezamos.

Me levanté de la silla mientras Nathan se subió al escenario. Me tranquilizó con una sonrisa y me cogió de la mano. No importó si su novia lo estaba viendo, no importó si la profesora, si Oli, si… todos los del instituto nos vieran. Siempre seríamos Nathan y Ally.

–Ese beso fue intenso. –Me susurró Nathan a la oreja mientras solté una carcajada.

–Bueno, soy buena actriz y una buena Sandy Dee.

–No creo que eso fuese una actuación. –Se rió mientras bailábamos en una de las escenas finales de Grease. –Lo mío no lo fue.

Le miré a los ojos y sonreí un poco. Me mordí el labio y me recordó cuando era aquel creído que quería darme clases de química solo para pasar tiempo conmigo, cuando lo único que deseaba era que me besase y que me dijese que me quería. Porque ese sí que era mi Nathan.

–Pues mejor no se lo digas a Katie, porque se morirá de celos. –Solté una pequeña risa.

–Oh, lo sé. Evan también se pondría celoso.

Amor contradictorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora