Capítulo 22.

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(Penúltimo capítulo)

Me miré al espejo y terminé de poner una horquilla en el lado del recogido que había visto a través de un tutorial de youtube y mientras que la otra parte de mi cabello castaño descendía por mi cuerpo hasta llegarme debajo del pecho. Di una vuelta sobre mi misma para observar mi vestido con una falda azul marina mientras que el torso era del mismo color pero con decorados dorados. Las curvas de mi cuerpo se perfilaban junto al vestido, lo que me hacía tener una buena figura pese a que no estaba tan delgada como Ann.

–Allison, ¡Nathan ya está aquí!

Hace unos meses habría creído que iba a venir sola o acompañada de mis mejores amigos. Pero ahora, voy a ir con la persona que más quiero y que es imposible dejar de querer y parecía que vivía en un sueño.

–Dile que ya voy. –Contesté a mi madre, alzando un poco la voz.

–Corre, que tu padre le somete a un interrogatorio.

–Iré. –Solté una ligera risa y me abracé a mi misma.

Me miré en el espejo y noté los grandes rasgos de mi rostro. Los ojos marrones, se habían vuelto más claros gracias al sol del verano al igual que mi pelo castaño también se había convertido en un rubio bastante oscuro. El baile de fin de curso ya había llegado y era el último día en el que íbamos a pisar el instituto. Ann y Oliver se irían a Stanford, ya que siempre había sido el sueño de ambos ir a la universidad más prestigiosa de Estados Unidos y lo que quería decir, que no vería ni a Ann ni a Oli durante los cursos y solo podría verles en vacaciones. Y Nathan… Bueno, no tenía ni idea qué iba a hacer Nathan con su vida.

Cogí el bolso que estaba encima de la cómoda y me puse los tacones que mis padres me habían regalado. Bajé lentamente, mientras miraba a Nathan, que estaba vestido con un traje negro y una corbata azul cian. Le miré de arriba abajo cuando llegué al final de las escaleras. Estaba tan guapo que ni podía creer que fuera el chico con el pelo despeinado y que hace trastadas continuamente y sacudí la cabeza.

–Estás preciosa, repollito. –Me revolvió el pelo con la mano, deshaciendo lo que tanto me había costado.

–Nathan, ¡idiota! –Me miré al espejo e intenté arreglar en un momento lo que había deshecho. –Con lo que me ha costado ponerme guapa…

–Tú no necesitas todos esos arreglos. –Me puso sus brazos rodeando la cintura y me limité a cerrar los ojos y a disfrutar del mundo. –Además, mi prima con tres años peina mejor que tú.

–¡Oye! –Le pegué en el brazo y me crucé de brazos. –Di que eso es mentira.

–Vale, sí, es mentira. –Se ríe y me pegó contra él. Me dio un beso dulce y suave en los labios mientras sonreía. –Pero es verdad que no los necesitas. Estás preciosa con cualquier cosa y eres menos alta.

Me reí con una carcajada. Es cierto que había alcanzado a Nathan gracias a los tacones que me había puesto. Mis padres salieron con la réflex que había dejado debajo de mi cama para que no ocurriera lo que iba a ocurrir.

–Venga, ¡una foto! –Dijo mi padre, emocionado.

–Papá, nos tenemos que ir ya…

–Ha dicho que una foto, repollito.

Me besó la cabeza y me cogió de la cintura pegándome contra él. Sonreí al ver lo ilusionado que estaba con el baile, con estas cosas ridículas que hacen los padres al estar orgullosos de sus hijos. Entonces, comprendí por qué le hacía ilusión: él nunca había recibido esto. Su padre estaba demasiado ocupado trabajando para mantenerles y su madre le había abandonado. Me sentí triste por todas las veces que yo he despreciado a mis padres, sobre todo cuando tomaba las anfetaminas.

Amor contradictorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora