¡Vete de aquí!

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Iba corriendo, aunque no tenía muy claro el porque, simplemente no podía detenerse. La lluvia era cada vez más fuerte y pronto resvalaria... Y en efecto, cayo al piso, pero en brazos de un rubio con hermosa sonrisa.

"—Tsuzuku, yo..."

En ese preciso instante la lluvia de su sueño se hizo realidad y le empapo el rostro y la cama en que dormía, despertándolo. Abrio los ojos de golpe y de la misma manera se levantó de la cama, y vio al rubio de su sueño al borde de las lágrimas por tantas carcajadas que salían de su boca.

Por fuera parecía querer ahorcarlo, pero algo por dentro le hacía ver lo lindo que se veía Mía cuando reía, y eso le calmaba, aunque este asunto no lo dejaría pasar así nada más. Indignado se paró frente al rubio, quien a penas podía permanecer en pie por la risa y sujetaba su móvil en la mano, para pedirle una explicación.

—¡Mia!, ¡Te he dicho que no me despiertes por la mañana! —

—¡Y Koichi te ha dicho que debes levantarte temprano hoy! ¡Asi que arriba! —contesto entre risas el rubio, quien corría a la cocina, tanto por hambre como por miedo del pelinegro.

En cuanto Tsuzuku despejo un poco su empapado rostro fue tras el rubio por algo de comer, podría padecer de Borderline pero eso no le negaría comida a su estómago, al menos cuando andaba de buen humos. Para su suerte al entrar en la cocina un profundo aroma a pastel en el horno y café le invadió por completo y, aún mejor, ahí estaba Mía con su delantal y sacando el con una bandeja en sus manos como toda una dueña de casa. Tsuzuku ya había aceptado el gusto que tenía por Mía, era algo inevitable de todas maneras.

Mía, Mía, y Mía todo el día. Era en lo que más pensaba después de su trabajo, o más bien como renunciar a este. Su trabajo, su verdadero trabajo, uno de sus tantos secretos con Koichi y lo que más detestaba del día, era simplemente agotador y el solito se metió en ese mundo. Tenía que ir de intruso a la habitación de Koichi para saber de donde sacaba tanto dinero, tenía que llamar a aquel número apuntado en su libreta, tenía que ir a ese bar, tenía que conocer a Ruki. No podía simplemente ponerse a trabajar por el día como la gente normal, no. Tsuzuku el prostituto.

Pensando y recordando se quedó parado en el marco de la puerta a la cocina, y pareciera que dudaba si entrar o no. Mía lo noto ido así que aprovecho que no le prestaría antencion para pensar en voz alta. Comenzó con algunos reclamos sin sentido por casi tirar el pastel al piso en un descuido, luego mencionar que como reducirían visitas de alguien importante para el dueño tenía que verse presentable y demoraría en el baño arreglándose, hasta que sin darse cuenta termino debatiéndose por lo que realmente sentía por el pelinegro.

A ver, se que siento algo por ti. No es amistad a menos que sea normal ponerse nervioso cuando tú mejor amigo hace comentarios pervertidos sobre ti, o se acerca y te acaricia las piernas, o te hace algún cumplido. ¿Es amor? ¿Tsuzuku, yo... Te amo?

—¿Qué? —al escuchar la última pregunta que salió de los labios del rubio el mas alto se sorprendió, por lo que rápidamente salió de su mundo para comprobar si lo que había oído era en serio. —¿Mia, que dijiste? —

En ese momento el rubio quedó inmóvil, >no puede ser, ¿estaba escuchándome?<. Un tono rosa invadió sus mejillas a la velocidad de la luz, estaba frito. ¿que clase de excusa hay para palabras como esas? Exacto, ninguna. Tenía que pensar en algo rápido, primero despertarlo con un vaso de agua en su cara, ahora prácticamente preguntarle en su cara si le amaba... Este definitivamente no era de sus mejores días o mañanas.

—Etto... Yo... ¿Quieres pastel? —pregunto al borde de los nervios. Muy bien pensado Mía, intentas distraer con comida a alguien que vomita para no sentirse gordo, bueno, al menos funcionó.

Todo Por Tu Amor  [MEJIBRAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora