Aclaraciones.

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Lágrimas caían sin parar, al fin estaba dejando salir todo aquello que se forzaba a reprimir. Ya no había una razón por la cual guardar todo lo que sentía, esa razón se había ido.

Meto seguía plantado a orillas de su cama, con sus pies colgando sobre el suelo, sus ojos enrojecidos. Su cabello estilaba gotitas de agua con pigmento azul que recorrían su cuerpo desnudo aún, no sentía frío, no sentía nada. Estaba solo.

Sollozaba con fuerza, tomando grandes bocanadas de aire en un intento por hacer llegar oxígeno a su cerebro y poder pensar con claridad par no cometer una atrocidad. Hace tiempo que no lloraba con tantas ganas, permitiéndose perder el control. Sentía como la histeria se apoderaba de él, esas ganas de querer agarrarse el pelo y arrancarlo a tirones. Una desesperación indomable ante cualquiera que no sea el que la siente.

Inconscientemente, su mente trataba de que su organismo se tranquilizase. Y llegó un momento en que simplemente todo dentro y fuera de él se detuvo, como si hace una hora nadie le hubiera roto el alma. Decidió curar sus heridas por última vez. Suerte que era viernes. Decidió tomar todo objeto cortopunzante de su habitación y guardarlo en una caja sobre la nevera, altura que solo alcanzaba subiéndose en una silla.

Se dedicó a dormir, sin dedicarle buenas noches a nadie ni recibirlas tampoco, sin pasar por otra habitación que no fuera la suya. Sin acurrucarse contra el pecho de nadie, abrazando el cuerpo sin vida del único al que podría llamar su amigo; Ruana le consolaba con una dulce canción que Río solía cantarle cuando sufría de pesadillas he iba en su auxilio.

Mi pequeño y dulce niño,
Vamos a jugar,
Que la noche es larga,
Y el día tardará.

Mi pequeño y dulce niño,
Deja de llorar,
Que sino mañana,
No vas a despertar.

Vamos a reír,
Vamos a jugar,
Los juguetes contigo reirán
Y ella a ti no se acercará.

Tu sonrisa debes de mostrar,
Y ella no te ha de molestar,
Recuerda que para poder vivir
Primero tienes que dormir.

Al día siguiente el pequeño se levantó únicamente a comer un poco de pan y volver a su cama para pensar en una decisión que los dejara felices a todos. Pero, tomar decisiones como esa llevan más tiempo del que a cualquiera les gustaría.

Más de alguna vez el pelirrosa apareció tocando la puerta, golpeando sin cesar la puerta,y su voz usurpando dentro de los oídos y el corazón del peliazul. Más este se resistía constantemente a los llamados que surgían, aunque fuera un poco difícil, ya que Koichi era bastante insistente a la hora de conseguir algo, y estaba acostumbrado a conseguirlo. Pero Meto no cedería o tal vez si en su momento, pero tampoco es pecado hacerse de rogar de vez en cuando, ¿no?

-Peque, vamos, ábreme.

"No, no, no. Déjame tranquilo, necesito pensar sin ti y sin todo lo que siento persuadiendome". Pensaba el peliazul cuando Koichi llegó a pararse frente a su puerta, otra vez. Era condenadamente difícil ordenarse emocionalmente con alguien insistiendo una y otra vez cerca tuyo. A Meto la situación llegaba incluso a enfadarle un poco... ¿cómo Koichi no comprendía que simplemente había hecho daño -mucho daño- y ahora Meto necesitaba tiempo para replantearse todo?

Porque desde ese fatídico viernes en que Meto le echó del departamento no había parado de hacerse preguntas sobre las actitudes de Koichi, sus palabras, sus regalos, sus mensajes... ¿Todo eso había sido real o solo era un juego de Minpha donde Koichi era la marioneta? La respuesta tal vez no llegaría evitando al pelirrosa por toda la eternidad; o saltándose las comidas; o dándole mimos a Miko toda la tarde, pero intentar era gratis.

Todo Por Tu Amor  [MEJIBRAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora