Lo siento.

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Frío. Una pequeña brisa que pasó por su rostro.

Pareciera que Morfeo se hubiera olvidado de despedirse de Meto, quien aún inconsciente y tirado en el piso, de a poco volvía a sentirse... no muerto.

Los pesados parpados de a poco comenzaron un leve parpadeo que no lograba acostumbrarse a la luz de la habitación. Era de día. Sus extremidades no respondían del todo pero ya comenzaba a sentir un hormigueo.

De a poco la vista mejoró, permitiéndole saber en donde se encontraba y orientarse un poco. ¿Cuánto tiempo había pasado?, peor aún ¿Cómo seguía vivo? Se suponía que resultaría.

Hay gente que muere a diario y no lo desea ni remotamente, ¿por qué no concederle la muerte a alguien que en verdad lo desea? ¿Por qué desperdiciarla en gente que quiere seguir? ¿Por qué la vida no puede ser lógica alguna vez? Matas a los que quieren vivir y pueden hacer de sus vidas algo grandioso, pero dejas con vida a los que solo quieren dejar de respirar, alguien debería poder cambiar eso.

Cada vez más lúcido, Meto ya podía hacer uso de su cuello para levantar su cabeza y contemplar su cuerpo, más bien lo que quedaba de él. Las cicatrices eran como un mapa sobre su piel, se esparcían por todo su cuerpo, se fundían en el. 

Marcas por aquí y por allá, a donde mirara estaba una buena cicatriz y algunas heridas que aún no habían parado de sangrar, soltó un resoplido y estrelló su cabeza contra el suelo. La punzada que sentía allí se detuvo por un momento, pero solo por ese momento.

Cuando ya pudo mover los dedos de los pies supuso que podría incorporarse, intentarlo al menos. Pero no, perdía el equilibrio una y otra vez, se volvió a recostar. Esto le recordaba a cuando mostraban en la televisión algunos animales que recién nacidos ya intentaban ponerse de pie, y aunque de calleran insistían hasta lograrlo...

Tal vez, indirectamente, el peliazul se había permitido renacer. Como un fénix quizá, que renacen de sus cenizas luego de autoincinerarse. Una criatura completamente mitológica, pero tal vez ya no tanto. Meto se había hecho daño, había muerto por un lapsus de tiempo indefinido y ahora estaba tratando de ponerse de pie -no solo literalmente- trataba de renacer desde su propia destrucción para volver a intentar todo.

Tal vez, solo tal vez, no todo estaba perdido.

Si, el pelirrosa se había tirado a su enemigo más grande sobre la faz de la tierra, pero no podía evitar pensar que había dicho que no lo había hecho por gusto. Eso quiere decir que si tenía una posibilidad.

Tal vez, podía estar con Koichi, no muy pronto pero, ¿quien había decretado que no podía ser? Nada estaba del todo perdido.

Aún tendido en el piso y con algo de frío, y con más ánimo que cuando despertó otra vez intentó ponerse de pie, con más éxito ésta vez. Un paso a la vez, dolía como nunca pero no lo detuvo. ¿Sería que con esto se habría vuelto más fuerte? Más invencible, pensando que había una buena razón por la que no había dejado de respirar.

Cojeando llegó hasta la sala, encontrando a Ruana botado en el piso. Lo recogió y sacudió un poco, cargándolo hasta la concina, que estaba hecha un desastre por la agresiva búsqueda de un cuchillo la última vez que estuvo despierto. A pesar de la incomodidad que sentía por las cicatrices al moverse, ordenó lo más que pudo y se sirvió un poco de comida del refrigerador.

Comiendo escuchó el sonido de su teléfono, alguien lo llamaba.

Fue por él y volvió a sentarse frente a la comida para contestar, era Mia.

–Mia-san. –

–Oh, Meto, cariño que bueno que contestas. –

Meto, algo sorprendido por el trato del rubio, solo respondía a sus palabras.

Todo Por Tu Amor  [MEJIBRAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora