El dolor es sinonimo de alivio.

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Llegó a casa con los ojos horriblemente cansados, su cuerpo no se sentía más que como un peso muerto, pero no se detuvo al estar frente a la puerta, que no se resistió en recibirlo. Estaba decidido a realizar su cometido.

Su aspecto estaba demacrado, no había parado de llorar desde que se separó de su rosada compañía, aún algunos sollozos se escapaban de sus entreabiertos labios. A duras penas se abrió paso entre los muebles, que parecían arrastrarse y bloquearle el camino hasta el baño.

En alguna parte del suelo habría quedado el osito que hace unos segundos era aferrado por los dedos de nuestro protagonista, que ahora estaba ocupado desvistiendo la parte superior de su aún algo maltratado cuerpo. Recorría su piel frente al espejo, repasaba cada rasguñón, moratón y corte que se presentaba en la imagen del cristal.

–He perdido a Koichi... lo he perdido... lo he perdido. Ya no está... ya no... Estoy solo.

Su maquillaje, el poco maquillaje que había usado esa mañana, ya estaba bastante estropeado. Con un poco de agua se limpió el rostro, el frío sentaba de lo más bien en estas situaciones. Sorbeteaba su nariz de una forma tan nostálgica que visto desde fuera parecía incluso tierno. Por impulso se cubrió el rostro con las manos, no quería verse llorando en el espejo, pero...

¿Conocen esa sensación de querer llorar pero no logran que ni una sola lágrima salga de sus ojos?

Ese cosquilleo de la nuca, a veces en las mejillas, a veces se siente la piel de gallina, agachar la cabeza por inercia y... nada. ¡Ni una puta lagrima! Como si te hubieras secado por dentro, como si ese 80% de agua que tienes en el cuerpo se hubiera reducido a 0.

Entre ojos vidriosos el pequeño ser rodeado de paredes blancas se abrazó a sus hombros, aferrando las uñas a su propia piel. Llegados a un punto en que sintió brotar de él las primeras gotitas de sangre de lo que se avecinaba para más rato.

Este viaje. Su madre. El instituto. Minpha. Pentagon. La rutina. Las clases. Los chicos de ese país. Los sentimientos. Su corazón hecho pedazos. Koichi... Su vida.

Todo era un gran pedazo de mierda.

Uno al cual le pondría fin en ese preciso instante.

La respiración le fallaba, y su cabeza no paraba de dar vueltas. Se sentía muy pesado, pero a la vez cuando caminaba en realidad pareciera que estaba levitando, como un fantasma. Su cabeza ardía, no paraba de recibir información desagradable de las voces que se escuchaban a sus espaldas. Gritos, quejidos, impulsos, sentimientos, heridas... dolor.

¿Cómo pensar razonablemente cuando todo tu ser, tu esencia, está completamente quebrada y pidiéndote acabar con todo?

Las marcas ya enrojecidas de donde antes estuvieron sus uñas comenzaban a arder, aliviando de cierta forma todo lo que en su interior acontecía.

De forma enfermiza comenzaron a pasar por su mente todas aquellas imágenes de su departamento, como un inventario de recuerdos en busca de alguna cosa con la que infligirse daño y así saber a dónde ir a buscarla.

Archivo encontrado.

Tenía una perfecta imagen de su nuevo set de cubiertos, en el que se incluía un cuchillo que ni siquiera había estrenado con comida. Algo mareado por la falta de carbohidratos, proteínas y azúcar en su torrente sanguíneo salió en busca de su aparente salvación, aunque el dolor con el que cargaba era saciado con rápidos y torpes golpes que el pequeño no paraba de causarse debido a que su vista tampoco estaba en las mejores condiciones. Todo a causa del interminable mar en que se habían convertido sus lágrimas y que ahora solo dejaban un par de enrojecidos e hinchados ojos. Que ardían igual o más que las marcas actuales.

Todo Por Tu Amor  [MEJIBRAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora