El día

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Parte importante de pasar por traumas son las secuelas, aquellos fugaces reflejos que conservamos de las experiencias que vivimos. Meto estaba listo para seguir, para empezar a ser alguien. A pesar de Minpha, a pesar de los que sentía por Koichi, él seguiría.

Ya habían pasado dos meses desde su dada de alta en el hospital, y había estado viviendo con Tsuzuku y Mia. Tenían días y días, pero algo en él había cambiado. No era el mismo de antes, hablaba más, tenía un brillo diferente.

Ruana y él seguían siendo amigos. A fin de cuentas, era lo único que conservaba de su esencia, de el chico que era cuando vivía en Australia con su madre, el chico que se enamoró del pelirrosa como para derretirse de amor en cualquier momento, el chico que intentó suicidarse.

Ruana estuvo ahí.

—¡Pequeño levántate! —la voz de Mia sonaba desde la otra habitación.

Meto dió un par de vueltas sobre la cama, no podía ni siquiera separar los párpados.

Estaba más delgado, por más dulces y comida que el rubio le diera, apenas había logrado subir dos kilos en dos meses. 50 kilos era muy bajo para su estatura.

Su cabello estaba realmente corto, tampoco es que estuviera al ras de su cuero cabelludo, pero no era un largo mayor a tres centímetros. Lo llevaba gris, neutro. Al principio quedaban rastros de azul en las puntas, pero con el paso de las semanas y las innumerables duchas que tomaba al día llegó el momento en que desapareció del todo. Así como lo que él era.

Miko entró a la habitación y se subió a la cama del peligris, acurrucándose en el hueco de su cuello.  El pobre seguía siendo un cachorro, apenas y había crecido un par de centímetros después de que Koichi se lo regaló.

Retiró las mantas y se levantó, cargando al felino en una de sus manos. Había tomado la nueva costumbre de dormir en ropa interior como Tsuzuku, se puso una chaqueta realmente grande para cubrir su torso y fue por su desayuno.

—Buenos días. —anunció con el felino en brazos.

—Hola peque, ¿dormiste bien? —Mia le besó la frente y puso frente a él una caja de cereales, yogurt y un recipiente mediano.

—Aún me cuesta la parte de quedarme dormido. —dejó al gato y se sentó a la mesa.

—Bueno, algo es algo. Por lo menos ahora duermes más de cinco horas. —dijo tratando de subirle el ánimo.

—¿Miko ya comió? —Meto trató de dejar el tema.

—Sí, ya le di su leche y su comida. —aseguró el rubio. —Y tú apresúrate a comer eso. —

—¿Porqué? ¿Hay que salir por algo? —el más bajo a penas conseguía tragar un par de cucharadas de su improvisado desayuno.

—Hoy tienes revisión con el médico, cariño. —

—¿Hoy?, creí que era la siguiente semana. Además hoy es vieeernes. —Meto se levantó de la silla y fue tras el rubio, que segundos antes se había dirigido a la cocina. —Aaaaanda, deja que me quede aquí. —se aferró a la cintura de Mia con ambos brazos.

—Pero peque... —al rubio de se le encogía un poco el corazón cada que Meto le rogaba por no ir a médico. 

Pasó mucho tiempo antes de que al peli-gris no se le pusieran todos los nervios de punta cuando alguien lo tocaba, o que lo intentaran al menos. A esto me refería con las secuelas, lo quieras o no, terminas por tenerlas. Luego de tantos cortes, a penas unos días después de que despertara en el hospital, se rehusaba a que las enfermeras lo tocaran a menos que Mia o Tsuzuku estuvieran ahí. Los pinchazos de las inyecciones le dolían y la morfina le hacía dormir. 

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2018 ⏰

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