2. Convivencia

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La alarma del reloj sonó a las 6:00 en punto, mientras un castaño se quejaba del infernal ruido que interrumpía su descanso, un alfa de oscuros cabellos e intensos ojos verdes, se levantó apagando el despertador. A su lado dejó a un adormilado Tooru; se pregunto qué pensaría el omega si supiera que inconscientemente buscaba su tacto mientras dormía, en aquella ocasión, Oikawa lo tenia sujeto del borde de la playera que uso para dormir.

Sin más, Hajime Iwaizumi dejó su cálida cama y a su joven esposo, para ir a hacer ejercicio antes de comenzar su largo y agotador día. Cruzó la habitación y fue a la segunda puerta del largo pasillo de aquella gran casa, ahí estaba el gimnasio donde le gustaba ir para mantenerse en forma. Se sacó la playera y empezó a calentar un poco los músculos antes de iniciar con el verdadero ejercicio.

A sus 26 años, Hajime seguía manteniéndose en magnífica forma; su ancha espalda, fuertes y marcados brazos, un poderoso abdomen bien definido y sus musculosas piernas, hacían de él un alfa muy atractivo y cotizado. Sin embargo, Iwaizumi no se ejercitaba por vanidad, la verdadera razón era algo mucho más simple: al ser un arquitecto consagrado, le gustaba involucrarse en todos los aspectos de su profesión, así que siempre que era necesario trabajaba a la par de sus empleados cargando los materiales, cortando las tablas de madera, martillando, arreglando desperfectos y más, y para seguir con el pesado ritmo, era necesario mantenerse en forma.

Después de sudar y trabajar su cuerpo durante una hora y media, se limpió con una toalla que había llevado con él y se dirigió a la cocina a preparar el desayuno.

Con una a pequeña sonrisa recordó el primer día de su luna de miel. Había rentado una casa en la playa para descansar los siguientes tres meses que pasaría de vacaciones, y fue ahí cuando su rutina de prepararle el desayuno a Tooru comenzó.

A pesar de que Oikawa era arisco, sarcástico e hiriente con él, Hajime no tenía ningún problema en hacerle el desayuno o el almuerzo, le gustaba ver su cara cada vez que él entraba a la habitación con la comida que había preparado. Le parecía muy divertida la actitud del chico, pues solía quejarse de él en todo momento, pero aún así se le lanzaba encima si decidía que no iba a cocinar para él ni compartir su comida.

-¡Iwa-chan! ¡Aliméntame, tengo hambre! -solía ser la queja del omega.

-Ve a la cocina y prepárate algo -le contestaba Hajime.

-¡Iwa-chan!

-Come -Hajime siempre cedía cuando Tooru se le colgaba en la espalda aprovechando que era cinco centímetros más alto. El alfa sabía que su pareja creía que lo dejaba quedarse con sus alimentos, porque lo consideraba molesto, pero la verdad lo hacía porque le gustaba la cercanía que el omega tenía con él, sobre todo cuando lo abrazaba por la espalda y soplaba contra su nuca.

Eran esos pequeños momentos los que alegraban el día de Iwaizumi y hacían que valiera la pena todas las palabras crueles que su esposo le dedicaba a la menor oportunidad.

Salió de la cocina con una bandeja con su desayuno y el de Oikawa. En ella llevaba un café cargado para él, unas tostadas francesas, un omelette y un jugo de naranja; para el castaño una malteada de fresa, seis panqueques, una rebanada de pastel y fruta con miel y granola. Con tres años de matrimonio, sabía que a su omega le gustaba empezar el día con algo dulce, si estaba de buen humor quizás le robaría algo de su propio desayuno y le preguntaría dónde se verían para comer.

De camino a su habitación pensó en Tooru, en todo lo que intentaba para hacerlo feliz y en las raras ocasiones en que lo lograba. También se dijo que debería encontrar la manera de decirle que podía oler que pronto entraría en celo, con aquel aspecto era particularmente cuidadoso, pues no quería agregar otra cosa a la lista de razones por las cuales Tôru lo odiaba.

DevórameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora