35. Peligro

2.6K 300 165
                                    



La ansiedad lo asfixiaba, ya casi no podía respirar, ni esperar.

¿Era tan difícil?

Jadeaba víctima de la expectativa. Estudiar durante 10 años la carrera de medicina para no poder abrir una puerta. Vaya desperdicio de dinero.

Bufó.

Apenas entraron al modesto departamento donde el alfa vivía, sus instintos y deseos se desbordaron.

Tooru lo llamaba con sus feromonas a tope, víctima de la situación que lo superaba y del gran ardor que recorría cada centímetro de su cuerpo. Daichi apenas podía tomarse las cosas con calma.

Él, un hombre calmo y correcto, no dudó ni un segundo cuando ansioso empezó a besar y tocar al atractivo omega que durante toda la noche le coqueteó con descaro. Daichi ya no era capaz de esperar ni pretender una caballerosidad que estaba lejos de sentir porque deseaba de una manera absurda e irracional recorrer cada centímetro de la piel de Oikawa, y no tenía intención de parar hasta haberse saciado.

Tooru lo sabía y era justo por eso que se sentía tan excitado. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última ocasión en la que se sintió bello y deseado? No podía recordarlo pero estaba seguro de una cosa: moría en deseos de sentir que Daichi lo llenaba.

El castaño se sorprendió un poco al notar la gran habilidad con la que su doctor lo desnudaba, más no se quejó porque le fascinó ver en los oscuros ojos de Sawamura esa sensual chispa que delataba el gran deseo que Daichi sentía gracias a él. Sólo por eso se sintió victorioso y sonrió.

La sonrisa altanera del chico medio desnudo lo deslumbraba, así que para no perder contra ese erotismo mostrado, el alfa tomó a Oikawa entre sus brazos y lo recargó contra la puerta que apenas logró cerrar antes de abalanzarse contra el omega. De esa forma, y con los brazos de Tooru sobre sus hombros, empezó a mover la cadera suave pero rítmicamente.

—… Daichi.

El jadeo de Tooru le gustó tanto a Daichi que volvió a besar con pasión esos labios que eran algo torpes pero que gozaban al ser acariciados.

El omega gemía a pesar que su lengua era rehén de la boca del doctor, se le complicaba un poco pensar gracias a que no dejaba de frotarse contra él como si quisiera enloquecerlo con una lentitud que se le figuraba más una tortura. Sin embargo, era Oikawa Tooru y por lo tanto también sabía jugar sucio, así que se acercó al oído izquierdo de Daichi con la única intención de jadear contra el hombre y probarle que podía volverlo loco también.

Después de todo, recordaba que Iwaizumi se había mostrado terriblemente excitado cada vez que él hizo lo mismo, por lo que suponía que si aquello funcionaba con su esposo, también funcionaría con Daichi.

Y vaya que funcionó, Daichi cerró los ojos con fuerza al sentir el cálido aliento de Tooru acariciando su piel, todo el actuar sensual del chico lo impulsó a liberarlo momentáneamente para poder arrodillarse frente a él sólo el tiempo necesario para bajarle los pantalones de maternidad que aún vestía.

Tooru se sorprendió al ver a Daichi de rodillas frente a él y aunque tenía una buena idea sobre lo que pasaría a continuación, no pudo evitar tratar de hacer que el alfa se pusiera de pie para que no viera lo abultado que ET tenía su estómago, aún le apenaba que no se hubieran conocido cuando su vientre fue plano y firme. Sin embargo, a Daichi no le resultaba incómodo o molesto el embarazo de Oikawa y se lo hizo saber al tomar en su boca aquella erección que exigía ser atendida cuanto antes.

—¡Da-Daichi!

El nuevo y poderoso jadeo del omega hizo eco en el departamento que permanecía en la penumbra, toda esa situación era adictiva ya que al no haber prendido las luces, únicamente eran alumbrados por los reflectores de la calle y las luminarias del propio edificio, por lo que jugar a las sombras se volvía más y más interesante y eso los llevaba a conocerse por primera vez a tientas. Era algodón atrayente y casi prohibido. Como algo malo, que no deberías hacer, pero que disfrutas.

Sawamura decidido a no perder el tiempo, colocó la pierna derecha del castaño sobre su hombro izquierdo para que éste estuviera más cómodo al tiempo que podía ir avanzando hacia la húmeda entrada a la que ansiaba llegar cuanto antes.

“¡Diablos…! Es tan sexy…” maldijo Daichi internamente al percatarse del olor a lavanda que se intensificaba de la misma forma en la que el volumen de los jadeos subía. Sin duda alguna estaba ansioso por saber qué tanto cambiaría Tooru cuando al fin lo penetrara.

Pero aún no era el momento que tanto anhelaban, por lo que el doctor bebía los fluidos del omega y acariciaba con suavidad los glúteos suaves y redondos que moría por invadir buscando relajar y consentir al chico que le permitía llegar tan lejos.

—Da-Daichi… más… —gimió Tooru tomando los negros cabellos del alfa entre sus dedos.

—… aún no.

—…por favor… qui-quiero más —insistió el chico que deseaba sentir como al hombre invadía su interior.

—No —fue la tajante respuesta que recibió para después mostrar una sonrisa ladina al sentir  el dedo medio de Daichi penetrando su caliente cuerpo.

¿Cómo era posible que ese arrogante y enérgico chico gimiera de tan deliciosa manera? Daichi no lo entendía pero tampoco iba a perder el tiempo buscando una respuesta cuando al fin podía descubrir qué otros secretos se escondían bajo la castaña mirada de Oikawa.

El jadeante omega aprisionaba con una mano el cabello del alfa y con la otra trataba de silenciar todos los sonidos que exponían lo maravillosamente bien que se sentía en ese momento. Para él que había fantaseado toda una semana con lo que pasaría cuando Daichi al final dejara de lado su seriedad, un tacto nuevo recorriendo su cuerpo era totalmente alucinante.

Pese a eso quería más, mucho más y se lo haría saber al hombre que succionaba su miembro mientras introducía con mucha calma un dedo más en su interior.

—Cógeme, Daichi… —suplicó Oikawa.

—… no estás listo —repuso Sawamura consciente de no olvidar que el chico estaba encinta y que requería de una mayor preparación.

—… hazlo, estoy listo.

Las caderas del chico moviéndose con sensualidad fueron lo suficientemente convincentes para que todo se fuera a la mierda, por lo que poniéndose rápidamente de pie sólo para tomar de las nalgas al omega logrado que lo aprisionara entre sus piernas, Daichi debía llevarlo a su habitación, y debía llevarlo rápido. O lo haría suyo a la mitad del pasadizo.

Tooru se aferró a los brazos y hombros de Daichi, tanteando de paso la ancha espalda de su doctor favorito en todo el mundo pensando que era muy probable que fuera tan grande producto de un constante entrenamiento, uno quizas tan rígido como el de Iwaizumi, pero no era Hajime quien lo llevaba a una cama desconocida, así que mordió los hombros de Daichi para escuchar al hombre decirle que no fuera impaciente.

¡Claro que estaba impaciente! ¿Acaso Daichi creía que no lo deseaba de una manera difícil de describir? ¡Daichi era un tonto!

Después de atravesar la sala-comedor y un pequeño estudio llegaron a la habitación de Daichi, por lo que apenas el omega sintió la suave superficie de la cama donde era colocado, se dispuso a desnudar al alfa que lo veía con un deseo muy obvio.

Sawamura sonrió al ver al chico sentarse sobre sus tobillos encima de la cama mientras ansioso buscaba que estuviera tan desnudo como él, así que lo dejó trabajar porque le resultaba estimulante ver las manos de Tooru deshaciéndose de cada molesta prenda que lo cubría.

Tooru empezó a besar el abdomen del alfa mientras acariciaba esa entrepierna que obviamente estaba más que lista, acumulando en su haber suaves gruñidos en el camino de la búsqueda del tesoro, ese suave balanceo le indicaba que deseaba que bajara hasta su pelvis y lo tomara en la boca, pero ya siendo consciente de lo que deseaba Daichi, el castaño decidió tomarse su tiempo antes de cumplir los deseos del hombre.

—Eres muy sexy, Oikawa —le dijo Daichi al chico cuando éste finalmente tomó su erección entre sus manos.

—Y eso que no has visto nada —repuso el omega con una sonrisa antes de empezar a besar y lamer con tortuosa calma, la gran hombría de Daichi.

El doctor cerró los ojos al sentir el húmedo y tibio interior de la boca de Oikawa rodeando la punta de su pene, esa sensación era tan placentera que deseaba que el chico dejara de lado su timidez y llevara más profundo su miembro dentro de su boca.

Oikawa también cerró los ojos aunque no por vergüenza, si no por algo mucho más serio que lo irritaba: por alguna estúpida razón pensó en Iwaizumi y en lo mucho que él disfrutó las pocas veces en las que le hizo un oral.

Por eso mantuvo sus ojos cerrados, no quería abrirlos para notar con cierta decepción que no era el imbécil de Iwaizumi el que le pedía con ronca voz que fuera más lejos.

Pero, a pesar que lo intentó, no pudo evitar pensar por unos segundos en los verdes ojos de Hajime observándolo.

Sawamura salvó la situación al empujar suavemente al castaño contra la cama, Tooru entendió la silenciosa orden del doctor por lo que se hizo para atrás al mismo tiempo que observaba a su compañero gatear sobre la cama para llegar hasta él. Con una sonrisa burlona, lamió sus dedos antes de llevarlos a su interior, adelantándose así a las intenciones del alfa.

Con asombro y una excitación aún más grande, Daichi observó al lascivo chico jugar con su interior mientras él se arrodillaba una vez más para poder masturbarse con la gloriosa imagen que el castaño le regalaba, los jadeos de Tooru se intensificaron cuando notó que la respiración de Daichi se volvía tan pesada como la suya, por lo que no pudo mantenerse recostado debido al gran placer que lo llenaba al ser devorado por esa mirada oscura.

—Ven aquí, Oikawa… —pidió Sawamura acortando la distancia que había entre ellos al colocarse a un lado del chico.

—¿Qué haces, doc?

—Te echaré una mano —contestó el alfa al besar los hombros del omega mientras llevaba levantaba ligeramente la pierna del omega y agregaba un dedo en el húmedo y palpitante interior que estaba más que listo para recibirlo.

—¡Ah, Daichi…!

Daichi siguió besando y lamiendo la piel expuesta ante él mientras pasaba una mano bajo el  cuerpo de Tooru y acariciaba uno de sus pechos; descubría que lograba excitarlo más atacando distintos puntos de placer al mismo tiempo, el baile sensual de caderas junto con el pequeño charco que desbordaba en sus manos lo demostraba. Eso encendía su ego, se regocijaba por los jadeos y súplicas que brotaban de la garganta de Oikawa, pero, a pesar de todo, decidió extender un poco más la tortura.

—De prisa, Daichi… —gimió Tooru sintiendo que el placer lo ahogaba.

—… ¿Tanto así lo deseas? —quiso saber Daichi con ronca voz.

—Deja de jugar y cógeme bien duro —repuso Oikawa con su particular y brutal sinceridad.

El alfa volvió a reír ante las palabras del chico, a decir verdad encontraba adorable la forma en la que el chico hablaba y exigía la atención que él le daría sin ningún tipo de inconvenientes.

“Haré esta noche una de tus favoritas…” le dijo Daichi al rozar su erección contra los glúteos del omega que gimió con desespero deseando que el alfa acabara de una vez con su juego previo para darle paso a la verdadera acción.

Era tan irreal la situación que se sentía en una nebulosa, un espacio/tiempo creado para ambos, solo para ellos dos; temía tanto abrir los ojos para darse cuenta que todo había sido una de las fantasías que invadían sus sueños, de esas en la que era libre de escoger de quien enamorarse, casarse y revolcarse en placer; todas y cada una de ellas protagonizadas por Daichi.

Pero esta vez era real, tan real que Daichi estaba al borde de la desesperación por no ser capaz de penetrar de una vez por todas a ese chico que lo miraba ebrio de deseo, gracias a su miedo de ser demasiado brusco.

Tooru volvió a gemir mientras meneaba su cadera contra la del hombre.

¡Maldición! El alfa jamás se planteó seriamente la posibilidad que ese altanero omega fuera tan erótico y bello haciendo el amor, pero tampoco le disgustaba ser el afortunado tipo que descubría esa sensualidad que Tooru mostraba una vez que la puerta se cerraba tras él.

—…Daichi… —gimió el castaño al sentir la pequeña barba del hombre raspando su clavícula.

El alfa no entendía cómo era posible que ese arrogante chico lo descontrolara tanto con sólo decir su nombre y, sin embargo sentía que todo lo que necesitaba en ese momento era poseerlo. Por eso fue un poco ansioso al momento de introducir su miembro dentro de ese cálido cuerpo.

Como respuesta el omega que se sentía en las nubes buscó incitarlo aún más al mover su trasero al mismo tiempo que gemía con descaro buscando hacer más profunda la penetración, anteriormente eso había excitado terriblemente a Iwaizumi, por lo que no existía razón por la cual con Daichi no ocurriera lo mismo.

“¡Bingo!” pensó el castaño triunfante cuando su doctor se mordió los labios y empezó a acariciar sus pechos con ambas manos.

Sawamura observó la pequeña y juguetona sonrisa de Oikawa al mismo tiempo que se decidía a alcanzar un preservativo de los que tenía sobre la mesa de noche, por lo que palmeando con suavidad ese exquisito y redondo trasero hizo que Tooru se apartara de inmediato sintiéndose muy ansioso y excitado al estar tan cerca de volver a experimentar el placer que sentía al tomar a alguien.

Sin embargo, Daichi se sorprendió un poco cuando el omega le confesó que no sabía poner un condón completando su frase con “Ya estoy MUY embarazado, por si no lo has notado”, tomó una nota mental para después explicarle que lo hacía principalmente para evitar algún tipo de infección.

—Date prisa… —urgió Tooru totalmente avergonzado porque Iwaizumi jamás le enseñó a ponerle un condón. Esa era la misma vergüenza que sintió las ocasiones en las que tuvo sexo con Ushijima.

—… sé paciente pequeño saltamontes —fue la respuesta de Daichi.

A decir verdad, lo había descolocado pensar que la pareja se Tooru siempre había tenido el placer y la dicha de hacer el amor con él sin ningún tipo de método anticonceptivo de por medio. Saber que Oikawa le pertenecía -o perteneció- por completo a otro, puso celoso a Daichi.

Con cuidado y suavidad, Daichi elevó las piernas de Tooru hasta sus hombros y se tomó un segundo para apreciar al chico cubierto por una fina capa de sudor, antes de penetrarlo con calma y delicadeza.

—¡Daichi…!

—Es… es asombroso —dijo Daichi al sentirse dentro del omega.

—… más, hazlo más profundo —urgió Tooru buscando que el alfa lo llenará aún más.

—Tenemos toda la noche, Oikawa, no seas impaciente —contestó Daichi empujando un poco más su erección.

Tooru cerró los ojos al sentir la deliciosa intrusión a su cuerpo y se dijo que esperar una maldita semana para tener un trato especial de Daichi, había valido la pena.

El doctor se movía con lentitud deleitándose con los suaves jadeos que escapaban de Tooru, pero en verdad quería ser mucho más rudo con ese arrogante omega que alimentó sus fantasías los últimos días cada vez que se vieron.

Si para Oikawa había sido una semana difícil -y larga-, Sawamura tampoco se quedaba atrás. Se había ejercitado más que nunca en el gimnasio para agotarse, sin embargo terminaba masturbándose en las duchas pensado en la lengua afilada del castaño rodeándolo completamente y bebiendo de él.

—… ah, Daichi, más… más… —pidió Oikawa tomando del brazo al alfa que lo enloquecía con el suave y lento vaivén de su cadera.

—¿Por qué? ¿Te molesta?

—… eres estúpido… —bufó Tooru divirtiendo a Daichi—, estoy muy excitado y tú te atreves a tomarte tu… ¡Sí, así!

El chico fue interrumpido por el hombre que cambió su serena expresión por una más seria y viril mientras intensificaba el ritmo y fuerza en sus penetraciones, así que todo lo que escapó de sus labios fueron gloriosos gemidos que delataban lo bien que se sentía.

La vista que el alfa tenía era simplemente perfecta: el castaño cabello de Oikawa estaba hecho un desastre, un lindo y erótico sonrojo cubría todo su cuerpo, jadeaba con intensidad a medida que incrementaba el ritmo, sus ojos enterrados luchaban por no perderlo de vista y el húmedo sonido de sus cuerpos chocando entre sí creaban una hermosa combinación que gozaba enormemente.

Esa perfecta combinación lo llevó a querer besar al lindo chico que estaba haciendo suyo, así que con cuidado de no presionar el estómago de Oikawa, se agachó para alcanzar esos labios que le gustaban más mientras más los probaba.

—¡Mmh, Daichi!

—¿Te… te gusta? —jadeó el hombre al apartarse por un momento de la boca del omega.

—… me gusta.

—Quiero llegar más profundo, ¿puedo? —quiso saber Sawamura apenas contenido sus deseos de embestir con más fuerza al castaño.

—Destrózame —fue la única respuesta que el alfa recibió.

Con una sensual sonrisa Daichi salió del cuerpo de Oikawa para pedirle con seductora voz que se pusiera a gatas sobre la cama, tras haber mordido juguetonamente la gordita nalga izquierda y darle un fuerte nalgazo en la derecha, Daichi tomó por las caderas al chico antes de guiar su ansiosa erección a la muy húmeda entrada que lo esperaba.

Daichi y Tooru cerraron los ojos cuando volvieron a unirse jadeando al unísono, sin embargo no pasaron más de dos segundos para que ambos se queden sin aliento.

Justo como lo pidió, el alfa empujaba con más fuerza dentro del omega logrando una mayor  profundidad haciendo que éste gimiera más a medida que sentía como su orgasmo se acercaba. Pero, para Daichi no era suficiente. Volvió a palmear ese redondo trasero al mismo tiempo que le pedía que se moviera por su cuenta.

Oikawa tomó aquel acto como una provocación para demostrarle al hombre con el que tenía sexo, que también sabía cómo llenarlo de placer, por lo que empezó a mover su cadera en círculos, ajustando y relajando los músculos de sus entrañas con lo que lograba controlar el movimiento del miembro de Daichi ganando a su favor gruñidos sensuales que juraba serían sus favoritos.

“… a Iwa-chan también le gustaba que lo hiciera” Pensó el chico al recordar la brutal y sexy forma en la que su esposo agarraba su trasero mientras él se movía por cuenta propia. Iwaizumi también le había dicho una y otra vez, que era jodidamente excitante verlo tomando el control de la situación a pesar de estar bajo lo que se suponía era el mando del alfa.

—“Cógeme, Tooru…” —le había rogado Hajime muchas veces.

—Ah, Oikawa —la voz de Daichi lo trajo de vuelta.

No, no quería eso, quería a Daichi y debía concentrarse en él, y no en lo que fue.

—Daichi, cógeme —pidió Tooru deseando desesperadamente dejar de pensar en Iwaizumi.

Sawamura obedeció tomando con renovada fuerza al chico para entrar con vigor en él, sin embargo, no estuvo satisfecho, por lo que sin interrumpir sus embestidas se lanzó de espaldas colocando a Tooru sobre él sentado. Este movimiento logró una penetración más profunda, sorprendiendo y excitando aún más al omega, el fuerte jadeo que salió de Tooru estimuló aún más a Daichi, quien no dejaba escapar a su presa.

El deseo sobrepasaba a Tooru, quien luchaba consigo mismo al evitar cerrar sus ojos pues temía ver en su mente la mirada esmeralda de Iwaizumi llena de pasión, así que le pidió al hombre que lo tocara y besara aún más si era posible, fue así que Tooru giró completamente hacia Daichi ofreciendo su cuello para ser lamido y besado mientras que jugaba con sus pezones.

—Más fuerte… —había rogado con tal de nublar su mente con el placer que sentía.

Daichi ya había notado que de cierta forma Oikawa parecía desesperado, pero lo relacionó al hecho que al fin, después de semanas soportando la evidente tensión sexual que existía entre ambos, podía darle rienda suelta a sus impulsos. Así, siendo ignorante de lo que pensaba el chico, buscó llenarse del excitante perfume que Oikawa desprendía.

—¡Ahh… Daichi…!

—¿Tan pronto?

—¡Da-Daichi!

Sawamura siguió embistiendo al omega cuando sintió como su interior lo apretaba con más fuerza anunciando que sin duda éste estaba a punto de llegar al clímax, por lo que con habilidad volvió a colarse entre esas esbeltas y bien formadas piernas, deseoso de distinguir el tipo de expresión que haría al tocar la cúspide del placer gracias a él.

Los castaños ojos de Oikawa miraron con atención la vena yugular del alfa que se distinguía cada vez más al buscar oxígeno con tanta fuerza como él, y poco después empezó a temblar suavemente para correrse con un largo y satisfactorio jadeo que hizo eco en la habitación del alfa.

Encantado, al ver la delgada línea de saliva que caía de los labios del castaño y de comprobar que sin duda Tooru era mucho más atractivo al tener un orgasmo, Daichi se agachó para besar al chico que extendía sus brazos hacia él para poder abrazar sus amplios hombros.

—… tan bueno —habló Tooru cerrando los ojos totalmente satisfecho.

—Aún no acabo —dijo Sawamura besando la frente del omega—, ¿Crees poder continuar?

—No me subestimes, Daichi —repuso Oikawa burlón—, dame todo lo que tengas.

—No te arrepientas después —contestó el alfa volviendo a moverse con vigor, pues al llegar Oikawa al orgasmo, disminuyó el ritmo para que pudiera gozar libremente del placer alcanzado.

Riendo por la respuesta del doctor, Oikawa meneó su trasero totalmente encantado de seguir probando que tan bueno era el hombre en la cama.

La apertura de Oikawa fue bien recibida por Daichi, así que con una sonrisa seductora volvió a llevar esas largas piernas a sus hombros con la intención de mecerse dentro del tibio cuerpo que estaba descubriendo esa noche.

Tooru continuó estremeciéndose gracias al tacto de Daichi pues no hubo centímetro en su piel sin ser besada o tocada por el hombre que sabía bien como complacerlo. Cada rincón que Daichi tocó hizo que la piel del castaño se erizara logrando que olvidara momentáneamente al alfa que dejó sus dientes impresos en su piel.

Lamentablemente descubrió que no importaba que tan bien se sintiera en ese momento, ya que volvía a notar -por segunda vez desde que se casó-, que no había otro hombre como Iwa-Chan porque aunque también disfrutó de sus encuentros con Ushijima y gozaba con Daichi, ninguno de ellos fue capaz de nublar todos sus sentidos de la misma forma en la que Hajime lo hizo, quien lo adoraba al mismo tiempo que lo profanaba con su bruta y fiera forma de hacerle el amor, sin embargo decidió ignorar ese sentimiento deseando olvidar por completo a su esposo y lo vivido a su lado.

Tooru jadeó hasta que su garganta ardió de tanto llamar a Daichi, alcanzó muchas veces la cima del placer junto al alfa que lo tocaba con pasión y dulzura, sorprendiéndose que pese a ser mayor, su doctor tenía una muy buena condición física y que aun estando embarazado lo encontró atractivo. Esa noche, Oikawa simplemente se dejó llevar por el deseo que se apoderó de su cuerpo.

Daichi gozó de una noche sublime, dejó de importarle estar jugando con fuego, considerando que cada vez que lamió y beso el cuello de Oikawa se topaba con el permanente recordatorio que el chico que le hacía perder la cabeza ya tenía un alfa.

La piel de ese cuello que olía tan bien, que resultaba tan adictiva como peligrosa gracias a que ya se encontraba marcada.

Aun así, y pese a desearlo, se dijo que no dejaría señales físicas de su encuentro a menos que Oikawa lo pidiera. Podía sonar tonto y anticuado, pero si Daichi ya había esperado semanas para tener la dicha de acostarse con Tooru, bien podía esperar un poco más antes de escuchar los ruegos del chico pidiéndole que se quedara a su lado.

Durante la última vez que se fundieron en uno solo, la hora azul los alcanzó y a medio amanecer, Tooru montó al alfa que acariciaba sus piernas mientras le decía que era muy sensual. Con eso y ayudado del par de veces que Sawamura empujó su coxis contra el chico que gimió gloriosamente, ambos acabaron exhaustos, sudorosos y cubiertos por los fluidos del omega pero también satisfechos y adormilados.

—Oikawa, ¿quieres que te ayude a darte una ducha? —preguntó Daichi sentado sobre la cama al notar que el chico se quedaba dormido.

—… estoy cansado —repuso Oikawa acomodándose para hundirse en un sueño profundo.

—Lo sé pero, ¿De verdad estás bien con dormir así? —Daichi acarició la mejilla del chico.

—Tengo frío, abrázame —como respuesta, el omega exigió la atención del alfa.

—Tan caprichoso… —con una suave voz Sawamura acomodó al chico entre sus brazos de tal modo que quedaran frente a frente, lo cobijó bien y depósito un beso en su frente.

Sonrió al sentir como Oikawa se aferraba a él.

Fue una verdadera pena que aquella burbuja de felicidad en la que cayó Daichi durara tan poco tiempo, aunque tampoco se molestó ni se sintió usado, siempre estuvo seguro que no sería tan fácil para él llegar al corazón del chico que dormía entre sus brazos.

—... Iwa-chan —fue lo que dijo Tooru buscando el calor que creyó encontrar en Daichi y que empezaba a necesitar tanto como lo extrañaba.

Ese pequeño nombre le recordó que estaba metiéndose en un peligroso juego donde él podía ser el perdedor.
























DevórameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora