30. Tortura

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—Oye, no te ves bien…

—¿De verdad? No lo sabía —contestó Kuroo con sarcasmo tomando asiento al lado de Bokuto en la barra del bar de siempre.

—Tienes unas ojeras horribles, pareces un vampiro… —insistió Bokuto.

—Seguro por el exceso de sueño.

—Bro…deberías cuidarte más, así no podrás ayudar a Kenma —pese a conocer la situación del alfa azabache, Bokuto siguió con su pequeño interrogatorio—. No debiste venir, seguro Kenma está peor que tú… 

—Kenma está perfectamente bien sin mí… —protestó Tetsuro aumentando su mal humor.

—¡No lo creo! Se supone que debe necesitarte ahora más que nunca —Kotaro sonreía ampliamente.

—Pues no lo hace —dijo Kuroo con fastidio.

Con una gran carcajada y una sonrisa burlona, Kotaro decidió seguir molestando un poco más a su mal humorado amigo. Además Tetsuro le debía varias, así que era el momento adecuado para cobrárselas.

—¿Verdad que es maravilloso ser padre? —Comenzó el búho—. Recuerdo que cuando Atsushi nació, Akaashi me quería todo el tiempo a su lado justo como lo hacía cuando estaba embarazado.

Los amenazantes ojos de Kuroo voltearon a ver al alfa que hablaba muy tranquilo y entusiasmado.

—¡Ah! ¡Le diré a Akaashi que tengamos otro bebé! Será genial dormir todos juntos y que Akaashi vuelva a necesitarme tanto, lo más seguro es que me tome unas largas vacaciones para estar al lado de ellos.

—Dime, Bokuto, ¿te diviertes? —quiso saber Tetsuro con cara de pocos amigos.

—No tienes idea de cuánto, bro —sonrió Bokuto sin mostrar el menor remordimiento por sus palabras—. Pediré una cerveza, ¿quieres una?

—En este momento lo que quiero es estrellar tu cabeza contra la mesa —contestó el moreno.

—No es mi culpa que Akaashi sí me haya necesitado después de dar a luz —se burló Bokuto—, pero si sigues con esa mala actitud, Kenma no dejará que te acerques a ellos jamás.

—… suficiente, búho de mierda —se quejó Tetsuro poniéndose en pie dispuesto a tirar de su asiento al hombre que se burlaba de su situación.

Bokuto ni si quiera se tomó en serio el enojo de Kuroo, simplemente se quedó sentado burlándose de los inútiles esfuerzos del otro alfa para derribarlo de la silla; para el fornido hombre era muy divertido todo aquello, aún con tanto alboroto y las miradas desaprobatorias que les lanzaban.

Además aunque Kuroo era fuerte, no podía tirarlo de su asiento por más que lo intentara.

Después de unos cinco minutos, el alfa de afilados ojos se dió por vencido y volvió a su asiento para continuar renegando para sí mismo. Estaba de tan mal humor y cansado, que ya ni siquiera trató de discutir con Bokuto acerca de lo injusta que era la vida, solamente dejó que el otro alfa le restregara en su cara lo bien que se la pasó con Akaashi cuando éste dio a luz.

Mientras pedía una cerveza clara y algo que comer, Kuroo miraba resentido a Bokuto y empezaba a culparlo por ser él quien le había hecho crearse falsas expectativas respecto al momento en que su primogénito naciera: de no ser por Kotaro y sus increíbles anécdotas sobre la paternidad, él jamás habría creído que todo seguiría siendo miel sobre hojuelas cuando su hijo finalmente naciera.

Con melancolía Kuroo pensaba en lo mucho que le gustaría volver el tiempo atrás para poder ser lo único que Kenma necesitaba y quería a su lado, anhelaba consentir a su rechoncho y berrinchudo rubio y trabajar desde casa gracias a que Kenma no podía estar ni un segundo alejado de él. Ansiaba escuchar de los dulces labios de su omega, lo mucho que le gustaba estar a su lado, lo mucho que disfrutaba de su compañía y lo bien que se sentía dormir cada noche juntos…

Pero, desgraciadamente, esos gloriosos días quedaron atrás, casi en el olvido, para darle paso a la mayor y cruel tortura que Tetsuro había conocido en su vida: Kenma y su fiero instinto materno.

¿En qué maldito momento Kenma cambió tanto? En cuanto sostuvo entre sus brazos a Kenta, en ese mismo instante todo se fue al caño dejando a Kuroo como un espectador que no tenía ni la menor oportunidad de convivir con su familia.

En un principio Tetsuro atribuyó la actitud del rubio al cansancio producido después de un largo trabajo de parto, sabía bien que el omega se había llevado la peor parte al tener que dar a luz naturalmente  y sin epidural -Kenma había querido ahorrarse el trabajo de parto al pedir una cesárea, pero le fue negada por su doctora que creía que lo haría bien-, así que dejó que su exhausto chico lo maldijera todo lo que quería y lo destruyera con su mirada felina mientras descansaba en el hospital.

Aquellas horas en las que Kuroo sostuvo en brazos a su bebé fueran las únicas que pasó a solas con Kenta, pues en cuanto su omega y su bebé llegaron a casa, Kenma no volvió a permitir que se les acercara más de lo que consideraba necesario.

De nuevo Tetsuro pensó que la actitud de Kenma se debía a lo ajetreado que había sido llegar a su hogar para encontrarse con sus familias y amigos esperando con emoción, conocer al pequeño Kenta, asi que Kuroo guardó calma cuando, finalmente a solas en su habitación, Kenma lo hechó de ahí.

—Duerme en otro lado, Kenta y yo nos quedaremos aquí —le dijo Kenma a Kuroo cuando éste trató dormir junto a su familia.

—Kenma, la cama es demasiado grande para los tres, está bien si dormimos todos juntos  —fue la respuesta tranquila que el alfa dió.

—No, vete —en ese instante Kuroo tuvo un mal presentimiento.

—Vamos, Kenma, te prometo que nada malo le va a pasar a Kenta…

—Dije que no —y le dio la espalda al acostarse, por increíble que pareciera Kenma había impedido que su alfa, su esposo, se metiera en la cama con él y el bebé.

Sorprendido, Tetsuro cedió por esa noche sólo porque creyó que en verdad Kenma temía que algo malo le pasara a Kenta mientras dormían, así que le dió un beso de buenas noches a ambos y fue a dormir a la habitación de invitados pensando que por esa ocasión estaba bien ceder ante los deseos de Kenma.

¡Qué estúpido fue!

Kenma no permitía, bajo ninguna circunstancia que Tetsuro durmiera en su habitación ni que se acercara a él y a Kenta; cuando el hombre estaba en casa lo miraba como si fuera un feo bicho y tampoco aceptaba ninguna de las muestras de afecto que su alfa tenía con él.

—No volverás a estar sobre mí —le dijo Kenma a Kuroo una tarde cuando quiso sentarse a su lado para descansar con él. Después se fue a la habitación para alejarse del hombre.

Tetsuro sólo miró extrañado a Kenma preguntándose a qué diablos venía esa actitud.

Pero eso no era todo, Kenma tampoco permitía que el alfa tocara a Kenta ya que lo consideraba un bruto que no tenía idea de cómo tratar a un bebé, gracias a que en una ocasión el pobre hombre se confundió al momento de vestir a Kenta después de haberle cambiado el pañal.

En aquella ocasión, Kenma observó en silencio mientras Kuroo cambiaba al pequeño bebé.
Una vez el alfa terminó de vestir a su pequeño, volteó a mirar al omega con confianza y autosuficiencia, brindando la sensación de poder ser mejor que cualquiera en cualquier cosa que se propusiera; sin embargo Kenma ignorándolo pasó de largo para tomar a Kenta y volverlo a cambiar, corrigiendo no sólo el pañal -que estaba puesto al revés-, sino que también colocó correctamente el babero que había sido puesto a modo de gorrito y le puso las medias en los pies, ya que habían sido colocadas en las manos confundiéndolas con mitones para sus pequeños deditos.

Desde ese momento Kuroo no pudo volver a hacerse cargo de Kenta.

Como si eso fuera poco, Kenma se había alejado de Kuroo como si éste no importara, concentrando toda su atención y dedicación en Kenta. Tetsuro no estaba molesto por aquella actitud, le gustaba saber que el desinteresado y apático omega era tan entusiasta y receloso con su bebé, lo que le jodía enormemente era que él no figurara en sus vidas pues Kenma lo hacía sentir como un estorbo que interrumpía sus bellos y preciosos momentos con Kenta.

¡Kuroo también quería estar con ellos! Quería atender a su bebé cuando éste despertaba a media noche –ya que él también podía oírlo llorar-  y permanecer despierto junto a su madre hasta que pudiera volver a dormir; también quería arrullarlo cuando Kenma dormía y ansiaba ver sus bonitos ojos tan parecidos a los del omega, pero en lugar de eso, apenas podía acercarse a ellos o compartir la habitación, no dormía mucho porque se la pasaba en vela tratando de serle útil al rubio que lo miraba con desdén apenas se acercaba a ellos; le irritaba recibir tantos y continuos halagos por parte de sus familiares sobre lo lindo que era su hijo cuando en realidad él no podía siquiera verlo tanto como ellos… Yaku se burlaba de él y su desesperación por estar cerca de Kenma y Kenta, y ahora el estúpido Bokuto le recordaba lo genial que se la había pasado con Akaashi y Atsushi.

—Vamos, no puede ser tan malo… —le dijo Kotaro a Tetsuro tratando de animarlo.

—¡Claro que no! Sólo exagero.

—¿Has intentado hablar con Kenma…?

—Hoy en la mañana me ofrecí a cuidar a Kenta mientras él iba al año, ¿Y sabes qué hizo? —preguntó Kuroo con fastidio—. Fue con Lev ¡Con Lev! para pedirle que cuidara a Kenta… ¡Hasta el estúpido Lev puede cargar a MI hijo mientras yo los observo a dos metros de distancia!

—… creo que sí es malo —comentó Bokuto después de pasar un gran trago de cerveza—. No creí que fuera así, Akaashi me dijo que Kenma está muy al pendiente del bebé y pensé que era bueno, pero no tenía idea de lo mal que lo pasas.

—Es verdad, Kenma es muy dedicado con Kenta… el problema es que yo no figuro en sus vidas —dijo Tetsuro—. Le he ofrecido mi ayuda cientos de veces, en especialmente cuando llego a casa y veo que está cansado, pero sigue mirándome como a un intruso, se aparta de mi llevándose a Kenta con él… la última vez que me dejó estar a su lado fue la noche antes de que naciera Kenta, desde entonces me dijo que no me necesita, que los deje en paz o que soy un bruto cada vez que intento acercarme a ellos.

Bokuto escuchaba con atención los problemas que tenía su amigo en casa, y si bien le parecía divertido ver al hombre sufrir, consideró que unas palabras de aliento no le caerían nada mal al alfa.

—Creo que Kenma en verdad se preocupa por el bebé, no lo tomes como algo personal —dijo Bokuto—. Podría ser peor, ¿no crees?

—Nada puede ser peor que ver cómo le estorbo a Kenma… debería agradecerme, si no fuera por mí no tendríamos a Kenta… —murmuró el pelinegro.

—Podría preferir sus videojuegos, o dejar que alguien más se hiciera cargo del bebé —Kotaro hablaba con calma—. También podría dejarte a cargo de todo, y eso también te molestaría porque dirías que no es justo… a lo mejor es la forma en la que Kenma intenta no agobiarte con Kenta, debe saber que tienes mucho trabajo y no quiere que te excedas.

Tetsuro lo pensó por un momento. Hasta ahora, no se le había ocurrido pensar que quizás, sólo quizás, su arisco rubio le compensaba -a su manera- todas las noches que no pudo dormir gracias a las molestias que sintió durante el embarazo. Por eso, con algo más de entusiasmo, decidió creer en las palabras de Bokuto, pues sonaban mucho mejor que decir que era un estorbo para Kenma.

Después de una amena cena en la que Bokuto y Kuroo hablaron de negocios -y de la horrible suerte del moreno con su pareja-, ambos se despidieron alrededor de las 19:30 para ir a sus hogares con sus respectivas familias. Mientras Bokuto iba muy entusiasmado ante la idea de ser recibido por los brazos y mimos de Keiji y Atsushi, Kuroo se dijo que tendría suerte si su rubio volteaba a verlo cuando anunciara que estaba en casa.

Ante el decaído animo de Tetsuro, Bokuto volvió a burlarse de él antes de subir a su auto y recibir un “¡Espero que te vuelvas impotente!” del moreno. Por su parte, Kuroo suspiró con cansancio al momento de encender el motor del sedán que maneja para dirigirse a su casa.

A las 20:18 Kuroo finalmente llegó al penthouse donde vivía con un omega que últimamente lo odiaba sin una razón aparente. Justo como lo esperó, el único idiota entusiasta que le contestó el saludo fue Lev, pues Yaku hablaba con Tora sobre la agenda del día siguiente y Kenma estaba recostado en el sofá junto a Kenta.

Kuroo tuvo deseos de llorar al ver a su hijo vestir un mameluco blanco con gorro y una simpáticas orejas de gato, también quiso sacar su móvil para tomarle una docena de fotografías, pero tuvo que conformarse con verlo de lejos mientras estiraba sus pequeñas y lindas manos hacia su madre que ya fulminaba con la mirada al pobre alfa que deseaba poder sostenerlo por un minuto.

—Hola, Kenma, Kenta —saludó Kuroo sin esperanza de obtener una respuesta.

—Kuroo, ¿por qué llegas tarde? —se quejó Yaku golpeándolo en el brazo con la agenda que tenía en mano.

—Pasé a cenar con Bokuto, los documentos están en orden —contesto Kuroo diciéndose mentalmente que su nueva esposa Yaku era tan mala como Kenma, pues sólo le interesaba darle más trabajo.

—Tora, ¿puedes ver a Kenta un minuto? —preguntó Kenma poniéndose en pie para entregarle a su otro guardaespaldas, el pequeño bebé de piel apiñonada y grandes ojos ambarinos.

—¡Claro! Hola tigre! —Tora cargaba muy a gusto a Kenta y Kuroo deseaba golpearlo porque él no podía estar con su bebé.

Por otro lado, Kenma, que poco a poco volvía a ser el chico delgado que Kuroo había conocido, fue a la cocina para calentarse un vaso de leche con chocolate ignorando por completo a su alfa que lo seguía con la mirada. Kenma sabía que de haberlo pedido, Tetsuro le hubiera hecho una magnífica cena y se hubiera encargado de Kenta mientras él cenaba, pero simplemente -y por alguna razón que no comprendía- encontraba fastidioso a su alfa, más cuando hablaba con tanta ligereza y pensaba que Kenta era una especie de juguete.

A decir verdad, Kenma no estaba molesto con Kuroo, simplemente no quería estar cerca de él ni compartir a Kenta con el alfa porque consideraba que su bebé era más suyo que de nadie.

Desde el punto de vista del omega, lo único grandioso que Kuroo había hecho para que Kenta naciera, había sido meter semen en su interior, todo lo demás fue trabajo de Kenma. El omega había gestado durante 39 semanas a su bebé, sufrió con los mareos, el vómito, el repentino aumento de peso, el dolor con la cadera, los pies hinchados, los bochornos y demás, por su cuenta y con el único propósito de dar a luz a su precioso hijo, así que si alguien merecía pasar todo el tiempo con Kenta, ése era él.

Además, seguía enojado con Kuroo por lo mucho que dolió dar a luz.

Era por eso que no permitía que su alfa estuviera cerca de ellos, sentía que le robaría la atención de Kenta y eso no lo iba a permitir. Eso sin mencionar que le gustaba ver a Tetsuro sufrir por la antipatía que sentía últimamente por él.

Mientras Kenma se preparaba un plato cereal, observaba desde la cocina a Kuroo y su desesperación por cargar a Kenta, esperando cualquier descuido de Tora, Yaku o Lev para ponerse en pie e ir por su pequeño. Con sus guardaespaldas y Yaku Kenma solía ser más relajado, pero solo si ellos respetaban su deseo de no permitir que Kuroo tocara a Kenta; en cuanto lo pasaban por alto, Kenma tomaba al bebé y se lo llevaba a su habitación.

—Por cierto, Kuroo, hoy vino Oikawa… —comentó Yaku—. Pidió que no le dijéramos nada a Iwaizumi.

—¿Oikawa? —pregunto Tetsuro bastante sorprendido.

—Vino con Akaashi y Atsushi —repuso Kenma tomando en brazos a Kenta. Tora acababa de permitir que Tetsuro y sus manos sucias tocaran las mejillas rosadas del bebé.

—Ah, ya veo… ¿y cómo está? —quiso saber Kuroo ignorando que él había sido la razón del disgusto de Kenma.

—Diferente… —contesto Yaku—. Se me cansado, ojeroso y delgado.

—Debe ser por la separación… —dijo Kuroo tomando un poco del gel desinfectante que estaba sobre la mesa de centro de la sala. Esperaba que con eso Kenma le permitiera cargar a Kenta mientras terminaba de comer.

—Pero Oikawa-san estaba de buen humor —dijo Lev—. Traía un montón de dulces y habló mucho con nosotros.

—¿Qué dijo de Kenta? —quiso saber Kuroo sintiendo un absurdo orgullo.

—Que es adorable porque no se parece a ti —contesto Kenma observando con recelo a su alfa.

—… lo empiezo a creer —murmuró Kuroo—. ¡Vamos, Kenma! ¡En cinco malditas semanas sólo he cargado a mi hijo siete veces!

Para fastidio de Kuroo, nuevamente su omega se negaba a que cargara a Kenta. Lev, Yaku y Tora se prepararon para una nueva discusión entre el alto alfa y el mordaz omega, no sin lamentar estar presentes.

—Es mi bebé —contestó Kenma alejándose hacia su habitación.

—También el mío —reprochó Tetsuro.

—Tú no lo pariste.

—Estuve ahí contigo.

—No hiciste nada.

—¿Qué esperabas que hiciera? No podía hacer nada más que acompañarte —se quejó Kuroo.

—Con embarazarme hiciste suficiente.

—¿En verdad, Kenma? ¿Te molesta eso? —preguntó Tetsuro ya en su habitación; hasta ahí había seguido al rubio.

—Vete, quiero dormir —el rubio ignoró a su alfa mientras se acomodaba en la enorme cama.

—También es mi habitación —repuso Kuroo—, tengo tanto derecho como tú de dormir aquí.

—Duerme en el piso.

—¡Kenma!

—Eres tan bruto que lastimaras a Kenta —dijo Kenma—. Ven, hora de cenar.

Sin prestarle más atención al alfa que odiaba no llegar a ningún lado cada vez que hablaban, Kenma se acomodó sobre la cama para amamantar a Kenta. Para no voltear a ver a Kuroo ni escuchar lo que le decía, el rubio encendió la televisión que estaba frente a la cama y fingió no notar más a su alfa.

Kuroo tuvo deseos de protestar a viva voz porque, cuando Kenma no lo ignoraba y se dignaba a dirigirle unas cuantas palabras, terminaban discutiendo sin llegar a un acuerdo. Kuroo estaba en verdad molesto y cansado, pero no se iba a dar por vencido, no cuando su paternidad corría el riesgo de ser sólo una bonita palabra que definía que Kenta llevaba su ADN, dejándolo sin la oportunidad de convivir con su bebé.

Por eso, pese al gran disgusto que causó en Kenma, Tetsuro cargó rápidamente a Kenta cuando el rubio lo dejó momentáneamente sobre la cama para acomodarse la ropa. Como si fuera poco, no le importó en lo más mínimo que Kenma se le acercara para tomar nuevamente en brazos al bebé, él siguió caminando con suavidad a paso calmo por la habitación al mismo tiempo que palmeaba delicadamente la espalda de Kenta para que pudiera eructar antes de dormir.

—Buenas noches Kenta —le dijo Kuroo a su bebé una vez que eructó y se lo entregó a un rubio que lo miraba muy molesto. Aun así, besó su pequeña frente y fue darse un baño, pues aunque no podía dormir en su habitación, al menos aún podía bañarse en el baño que había en ella.

Cuando salió del baño ya con una pijama puesta, Kuroo no vio a su omega o a su bebé en la cama, así que supuso que estaban en la sala o en el algún otro lugar del piso alejándose de él. Ya sin darle mucha importancia, Tetsuro fue a su oficina para escuchar la agenda programada por Yaku antes de ir a dormir.

Finalmente, a las 23:00 Yaku, Tora y Lev se retiraron del hogar de los Kuroo para dejar que la pareja siguiera discutiendo a sus anchas. De nueva cuenta, Tetsuro no vio a Kenma en la sala, el comedor o la cocina, por lo que lo dió por dormido en la cama que hacia unas semanas atrás había sido también suya.

Tetsuro fue a la cocina por un manzana y un vaso de leche antes de ir a la habitación de invitados, lugar donde al parecer dormiría por el resto de sus días, apagó todas las luces del piso y recogió su móvil de la oficina para programar la alarma a las 6:30.

Él se llevó una sorpresa al llegar a la habitación y encontrarse con Kenma y Kenta cómodamente acurrucados en la cama.

—¿De verdad…? —susurró el alfa.

—… déjame dormir —contestó Kenma sin moverse de su lugar.

Kuroo suspiró antes de marcharse de la habitación, acababa de entender que las acciones de Kenma tenían como único propósito joderlo y vaya que lo lograba bastante bien.

—…¿Hasta cuándo va a durar esto? —pregunto Tetsuro una vez que estuvo de vuelta en su habitación.

Acostándose en medio de su vacía cama, el moreno notó que en las mantas había quedado impregnado el dulce y relajante perfume de Kenma, lo que lo hizo preguntarse por qué ese olor no calzaba con la fría y hostil actitud que el rubio había desarrollado hacía su persona.

En fin, de nada le servía a Kuroo llenarse la cabeza con preguntas cuya respuesta no podía entender, así que antes de dormir decidió molestar al estúpido y desconsiderado búho que seguía alimentando sus esperanzas al decirle que quizás Kenma no quería sobrecargarlo de trabajo. Fue así que le escribió a Bokuto un mensaje diciéndole que todas sus bonitas y absurdas palabras de aliento y sobre lo maravillosa que era la paternidad, no eran más que mierda en su caso, pues Kenma simplemente lo odiaba y no le permitía tratar de volver a la maravillosa relación que tenían antes.

Sin embargo, y pese al montón de insultos recibidos, Bokuto no contestó ninguno de los mensajes que Kuroo le envió, por lo que el moreno supuso que su amigo debía estar gozando de su maravillosa vida familiar.

—… ojalá lo orine un perro —farfulló Tetsuro antes de girarse sobre su lado derecho para poder aspirar el perfume de su omega al mismo tiempo que abrazaba la almohada del rubio.

Kuroo no supo en qué momento se durmió, pero sí cuando se despertó a mitad de la noche: todo fue gracias a un molesto Kenma que lo empujaba para que se marchara de la cama y la habitación. 

Al parecer Kenma había olvidado que los pañales de Kenta estaban en la habitación principal del penthouse, así que volvió al lugar donde Tetsuro dormía cuando debió levantarse para cambiar el pañal sucio de su bebé.

Al rubio no le importó en lo más mínimo despertar a Kuroo una vez que hubo terminado su labor, quería dormir en su cama junto a Kenta -y sin el pesado cuerpo del alfa a su lado- y si para lograrlo debía echar del lugar al hombre, lo haría sin sentirse mal por ello. Kuroo lo sabía perfectamente bien, así que aún medio dormido, se puso de pie y abandonó su cama para ir a la otra habitación.

—Buenas noches… —fue todo lo que dijo Tetsuro al momento de tomar por sorpresa al rubio y besarlo en la mejilla—. Duerman bien.

Kenma miró confundido a Tetsuro, se preguntaba si el alfa seguía dormido o si simplemente ya había aceptado que él lo tratara como un intruso en su vida. Aun así encontró agradable que Tetsuro tuviera ese tipo de gestos con él, por lo que decidió ser un poco más caprichoso al seguir a Kuroo hasta el lugar donde pasaría la noche, para dormir -sólo por esa vez- a su lado.

Además, debía admitir que últimamente torturaba demasiado a Tetsuro, por lo que una noche de tregua no le haría daño a nadie.

Kuroo se sorprendió bastante al sentir como su Kenma se acomodaba entre sus brazos al mismo tiempo que se aseguraba de que Kenta estaría bien, mas no dijo nada: sólo cerró los ojos deseando que su tortura llegará al fin con ese acto de Kenma.

Era una pena que fuera iluso, pues pasarían unos días más para que eso realmente ocurriera.






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