41. Sexy

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—Te puedes ir a la mierda, Matsukawa Issei.

El alto hombre que bebía una cerveza con tranquilidad rió despreocupado y burlón al oír las quejas que salían de la boca de su compañero.

—Vamos, Makki, no es tan malo...

—¿”No es tan malo”? —bufó Takahiro saliendo de la habitación sosteniendo una diminuta prenda de ropa en su dedo—. No me jodas, Matsukawa.

—¡Makki!

—Puedes vestirla tú, maldito pervertido —rugió el castaño dispuesto a dormir en un hotel, lejos de la mente degenerada del estúpido hombre que trataba de detenerlo.

—… Hanamaki —pidió una vez más Matsukawa—, por favor… me lo prometiste.

—Hablo en serio, Matsukawa, no lo haré —repuso el castaño tratando de liberarse del abrazo que lo tenía prisionero.

—Makki… por favor —pidió Matsukawa besando el cuello del castaño—, no volveré a pedirte que hagas nada parecido...

Makki bufó; no era la primera vez que lo engañaba de esa manera, por lo que sabía bien que si cedía a los caprichos de Issei, aunque fuera una sola vez, no se libraría de los próximos y extraños deseos de éste.

—Sabemos que no es verdad —sentenció el alfa más bajo alejando las manos que buscaban desvestirlo.

—Te prometo que solo será esta vez.

—Idiota, no hagas promesas que no vas a cumplir.

El moreno rió divertido; siempre había sabido que engañar a Hanamaki no era fácil y por eso le gustaba rogarle mientras lo hacía desearlo; después de todo era muy satisfactorio verlo hacerse el difícil, es por ello que no cedió a darse por vencido.

—Entonces podemos seguir —dijo Mattsun.

—¿Qué parte de “no lo haré” no entiendes? —quiso saber Makki molesto por la forma en la que Matsukawa se burlaba de él.

—¿Qué te avergüenza Makki? Sabemos que te verás muy bien una vez que te lo pongas.

—Se supone que esto es para personas más pequeñas —se quejó el castaño mostrándole al moreno la pequeña braga negra que pretendía usara—, y yo estoy lejos de ser alguien pequeño.

—¿Eso es lo que te preocupa? —preguntó el más alto con diversión—. No creí que te importaran esas cosas.

Makki empujó fuertemente a Matsukawa arrojándolo al sillón, haciéndolo oficial: estaba molesto, no era la primera vez que era el origen de las burlas de su pareja.

—Me largo.

—¡Makki! ¡No te enfades! —suplicó Issei tomando la mano del castaño.

—En serio, Matsukawa, ¿Qué tienes en la cabeza? —refunfuñó Takahiro.

¿Qué tenía en la cabeza? Se preguntó Issei mentalmente; bueno, tenía unas enormes ganas de ver a Makki luciendo esa sexy lencería que había encontrado en la tienda departamental que visitó junto a Bokuto hace unos pocos días, en especial porque estaba seguro que al alfa le vendría de maravilla.

—Quiero ver, una vez más, lo sexy que eres.

¿Sexy? ¿Cómo era posible que Matsukawa lo considerara sexy? ¿Acaso era ciego o sólo estúpido?

—De verdad, Matsukawa, eres un completo imbécil.

El moreno volvió a reír suavemente al mismo tiempo que se negaba a dejar ir al castaño que peleaba por zafarse de él.

—Makki, de verdad, ¿Es tan difícil complacerme sólo por esta vez?

¿Sólo por esta vez? Se preguntó Takahiro irritado. ¿Cuántas veces más tendría que hacer cosas vergonzosas para que su pareja estuviera satisfecha? Tal parecía que Issei olvidaba –muy convenientemente- que sus absurdos deseos los llevaban continuamente a terminar en situaciones incómodas y bochornosas, como la ocasión que fueron encontrados por Iwaizumi en medio de un polvo dentro de su oficina o como aquella otra, cuando fueron pillados saliendo de una sex shop por Kuroo y Kenma a mitad de la tarde.

Sí, en definitiva, Issei estaba olvidando a propósito todos los incómodos momentos que vivía a su lado tratando de convencerlo de hacer algo aún más vergonzoso para él.

—Y bien, Makki... ¿Lo harás por mí?

— ¡Claro que no!

— ¡Oh, vamos! ¿Qué es de la vida sin un poquito de emoción y adrenalina? —quiso saber el moreno.

—Esto no es emocionante, idiota —se quejó Takahiro.

—Para mí sí.

—Qué pena, no comparto tu opinión —repuso Makki librándose de los tentáculos que lo mantenían prisionero.

—Makki, te juro que será la única ocasión en que te pediré que te vistas así, nunca más tendrás que hacer nada de lo que te pida—prometió Issei tomando la mano del castaño y llevándola a su pecho—. Es una ocasión especial ¿Sabes?

—¿De qué estás hablando?

—Un día como hoy, hace un año, aceptaste salir conmigo —contestó Matsukawa con una sonrisa tierna—. ¿En verdad lo olvidaste, Makki?

¡Mierda! ¿Era en serio? ¿En dónde había un calendario cerca? ¿En dónde estaba su móvil? Estaba seguro que una fecha como ésa debió apuntarla en algún sitio, ¿cierto? ¡¿Cierto?!

Por desgracia, repentinamente tuvo un desastroso flash back ¡Maldita sea! ¡En verdad lo había olvidado! Se quejó el castaño al recordar su olvido tratando de pensar rápido… pero ¿Cómo podía pensar alguna excusa coherente con la mano de Makki apretando tan ansiosamente sus nalgas? Demonios.

Tal vez podría argumentar que el estrés y el trabajo habían jugado un papel importante en su olvido, sobre todo porque últimamente apenas podían tener un respiro gracias a su constante preocupación por Hajime, en especial desde que el hombre lucía más miserable que antes y andaba deprimido todo el día sin una razón aparente.

Sin embargo, decirle a Matsukawa que olvidó una fecha como esa a causa de otro no parecía muy correcto, por lo que buscó una salida a su incómoda situación volteándole la torta a su compañero e increpándole el que tuviera una idea muy equivocada -y dañada- de como celebrar un aniversario.

—Y supongo que “eso” es mi regalo, ¿no? —dijo molesto.

—Nop, no lo es, Makki —dijo Matsukawa—, tengo tu verdadero regalo en la habitación. Pero esto es un buen regalo para mí ya que seguramente olvidaste nuestro aniversario.

Maldito cabrón astuto, murmuró para sí mismo el castaño molesto.

—Y bien, ¿Qué dices, Makki? —Insistió el alfa con una juguetona sonrisa—. Es un trato justo, ¿no crees?

Jurando que vio a Mattsun celebrar anticipando su respuesta, Hanamaki suspiró antes de darse por vencido, odiándose por caer en los juegos de su compañero, pero se consoló auto convenciéndose que de cualquier forma éste encontraría la manera de hacer que usara esa tonta y vergonzosa lencería en otra ocasión.

—De acuerdo, pero no esperes mucho… seguro me veré horrible usando esto.

—Eso no lo sabremos hasta que te lo pruebes —repuso Matsukawa con una cínica sonrisa.

—… de verdad, ¿qué tengo en la cabeza…? —refunfuñó Hanamaki dirigiéndose hacia la habitación que compartía con el moreno.

—Todo el amor que sientes por mí.

—¡Cállate, idiota!

El alto moreno sonrió de lado al observar al castaño y su trasero, anticipando con lujuria el momento en que ambos estarían a su merced.

Ansioso, bebió un largo trago de cerveza helada y apretó su sexo antes de volver a sentarse; Makki no tenía ni idea de lo que le esperaba.

Matsukawa suspiró; si quería que esa noche fuera tan buena como en sus fantasías debía encontrar una forma de controlar los impulsos que tenía por ir a la habitación a espiar a su pareja mientras se preparaba para cumplir su último capricho, así que le dio una ojeada a su pequeño y confortable hogar.

Takahiro y él se habían mudado a aquel departamento de una sola habitación, cocina, cuarto de baño y estancia hacía casi diez meses, pensando que no necesitarían más espacio en mucho tiempo.
Sin embargo, y desde que todos sus conocidos parecían ponerse de acuerdo en expandir sus familias, la idea de hacer lo mismo rondaba con mayor frecuencia en sus pensamientos.

Por desgracia, y a pesar de encontrar la idea de tener algunos descendientes encantadora, Mattsun sabía que convencer a Makki sería una tarea prácticamente imposible: una cosa era que el castaño hubiera accedido a ser el pasivo en su relación -no sin negarse hasta el cansancio- y otra muy distinta era aceptar y asimilar que sería él quien se sometería a una cesárea en caso de lograr concebir.

“Bueno, si ya lo convencí de metérsela y de usar ese tipo de lencería, puedo convencerlo de tener a nuestros hijos” se dijo Issei imaginándose las quejas que recibiría al decirle sus próximos deseos, las cuales se encargaría de silenciar con fuertes embistes que nublarían los sentidos del castaño.

Poder imaginar el erótico rostro de Takahiro siendo cubierto por un exquisito rubor mientras entre jadeos le rogaría ser más considerado con su cuerpo, hizo su pene latir de excitación.

—Te dije que esto no es para mí.

La voz de Hanamaki distrajo a Matsukawa, pero no por mucho: de inmediato fijó su vista en el grandioso cuerpo que tenía delante.

La delgada cintura y el bien definido contorno de Hanamaki hacían que en verdad luciera bien usando esa pequeña y muy ajustada braguita negra que combinaba a la perfección con el corpiño semi transparente que a duras penas protegía su tórax y pecho de la casi fulminante mirada de rayos X de Mattsun.

Gracias a eso, y a que se sentía como un gran trozo de carne exhibido frente a un perro hambriento, el castaño buscó acabar con ese incómodo momento cuanto antes.

—Makki, ¿qué haces? —Preguntó Issei dejando su cómodo asiento—. Luces mejor de lo que pensé...

—Ya me viste usándolo, ¿deberías estar contento, no? —Repuso el castaño—. Déjame ir, quiero vestirme.

—¿Vestirte? ¿De qué hablas, Makki? Debemos aprovechar lo sexy que luces, ¿No te parece? —dijo el moreno acercando su ya caliente entrepierna a la cadera de Hanamaki.

—¡Tú... Idiota pervertido! —gruño el castaño tratando de alejarse.

—Nunca te has quejado —ronroneó Matsukawa.

—Lo he hecho cientos de veces, pero nunca escuchas —se defendió Takahiro—. Vamos, suéltame.

Issei rió nuevamente. Claro que había escuchado en diversas ocasiones a Hanamaki pedirle que se detuviera mientras lo embestía con fuerza y profundidad, pero nada podía hacer si ver los llorosos ojos del castaño lo invitaban a ser aún más rudo. Además, sabía bien que debajo de todas aquellas quejas su compañero trataba de ocultar el placer que le brindaba cada vez que unían sus cuerpos.

Fue por eso que Matsukawa volvió a ignorar las protestas de Takahiro mordisqueando su oreja al mismo tiempo que deslizaba las manos por la desnuda y tibia piel que estaba a su alcance, frotándose contra los muslos del castaño que intentaba deshacerse de su agarre.

—Escúchame cuando te hablo —gruñó Hanamaki tirando del oscuro cabello de Matsukawa cuando intentó meter la mano entre sus glúteos.

—Te escucho… —susurró Issei lamiendo los hombros a su alcance.

—Hablo en serio —se quejó el castaño girándose a ver al alfa.

Desgraciadamente para Makki, la oscura y sexy mirada de Mattsun lo hizo temblar al mismo tiempo que sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal, mismo que lo llevó a preguntarse cómo era posible que las fuertes y excitantes feromonas del moreno lo doblegaran con tanta facilidad.

“Maldito alfa dominante” gruñó internamente Makki deseando que las hábiles manos de Matsukawa no se detuvieran.

—¿Cómo puedes excitarme tanto, Makki? —preguntó Issei acercándose para lamer los labios del castaño.

—… ya fue suficiente —repuso Makki cerrando los ojos por un momento.

—No, aún no.

—Matsukawa… —insistió jadeando el castaño mientras hacía un débil intento por alejarse.

—¿Si, Makki...? —contestó el moreno amasando los glúteos de su compañero.

—¿Podrías... detenerte un momento por favor?

—¿De verdad quieres que me detenga? —cuestionó el moreno.

No, Makki no lo quería, pero no iba a darle el gusto a Matsukawa de admitirlo.

—Dijiste que sólo querías verme usando esto —repuso Takahiro—, ya lo hice, ahora puedo vestirme...

—Hay muchos usos que podemos darles, Makki, te los mostraré todos.

Sin darle tiempo a reaccionar, Mattsun besó posesivamente a Takahiro sosteniendolo y jalándolo con fuerza por la cintura, deteniéndose a jugar con uno de sus pezones que se traslucían por el encaje que apenas los cubría. Makki gimió involuntariamente ante la acción, aferrándose a los brazos que lo tenían cautivo.

Las hábiles manos de Issei no se detuvieron en los pechos que tocaba, bajaron rápidamente a los glúteos que desde su punto de vista pedían también atención, masajeándolos y apretando el cuerpo que moría por invadir; poco a poco, el alfa arrastró con paso suave al castaño hasta el sofá donde antes estuvo sentado.

Takahiro trató de resistirse al feroz avance de Issei, pero no tardó en quedar sobre las piernas del hombre que no dejaba de besar y morder su piel en medio de una gloriosa mezcla de placer y dolor.

Sin embargo, estaba decidido a no dejar que Matsun hiciera lo que se le diera la gana con él, era un hecho que se sentía muy a gusto, pero aún le quedaba un poco de dignidad, por lo que aprovechó que por un segundo el moreno bajó la guardia para ponerse de pie. Los oscuros ojos de Issei le reclamaron silenciosamente su actuar.

—No estoy de humor —le dijo sosteniéndole la mirada.

—¿No es un poco injusto que me pidas que te ponga de buen humor? —sonrió Matsukawa recargándose en el respaldo del sofá.

—No te estoy pidiendo nada.

—¡Ah, pero luces tan altanero y sexy que me confundes! —repuso el moreno tratando de acercarse al castaño—. Y eso me hace suponer que debo mejorar tu ánimo.

Sabiendo qué clase de juego era el que jugaba Hanamaki y sin darle tiempo de reaccionar ni de alejarse, Matsukawa tomó las caderas del otro alfa con firmeza al mismo tiempo que apartaba la sugestiva braga negra que ocultaba la carne que tantas ocasiones ya lo había recibido, introduciendo con suavidad un par de dedos en la calidez de ese cuerpo que era exquisito para él.

Makki intentó huir de las hábiles manos del alfa moreno siendo consciente que, de permitirle más avances, acabaría gimiendo bajo su cuerpo sin poder pensar en otra cosa que no fuera el indescriptible placer que lo aturdiría sin descanso alguno.

Pero de nuevo Issei fue más rápido que él, pues empezó a estimular su creciente erección al mismo tiempo que buscaba encontrar ese punto en Makki que lograría encenderlo, todo sin apartar la vista de cada una de las expresiones que delataban lo bien que se sentía.

—… tú… maldito imbécil.

—Makki, estás tan excitado —susurró Issei—. ¿De verdad quieres que me detenga?

—Sí —mintió el castaño odiando ser tan débil cuando de placer se trataba.

—Mentiroso —acusó Matsukawa añadiendo un dedo más en el interior del castaño, aumentando también la profundidad y velocidad de sus movimientos.

Hanamaki apretó con fuerza los dientes haciendo un gran esfuerzo por contener los temblores de su traicionero cuerpo, maldiciendo de paso la habilidad con la que Matsukawa destruía todas sus defensas.

Gracias a los hábiles dedos de Matsukawa y el nuevo camino de mordidas repartidas sobre su cadera y abdomen, no pasó mucho tiempo para que el orgasmo de Hanamaki se estrellara contra el rostro del responsable de todos esos suspiros.

Avergonzado y jadeando, Hanamaki trató nuevamente de alejarse del hombre que estaba cerca de hacer un desastre de él.

—Makki, qué egoísta eres —se quejó Issei limpiando con el pulgar el semen que manchaba su rostro—. Ahora que te la has pasado bien ¿sabes que me gustaría que hicieras por mí? —insistió usando sus fuertes feromonas—. Lo sabes, ¿cierto?

Los ojos del castaño miraron vacilantes al moreno por unos segundos antes de usar sus propias feromonas para dejarle en claro que seguía sin desear cumplir sus caprichos; por desgracia sabía que era una competencia a perder, Issei era un alfa dominante, así que terminó por someterse a su voluntad bastante contrariado.

Matsukawa sonrió al ver que era el turno de Hanamaki de arrodillarse frente a él, disponiéndose a acomodarse para disfrutar del espectáculo.

Con vergüenza y bastante incomodidad, Takahiro observó a su compañero sentarse en el sofá, suponiendo que lo mejor era acabar con eso cuanto antes, disponiéndose a bajar la cremallera del pantalón de Mattsun liberando de inmediato la dura y húmeda erección que tomaría en su boca gracias a la silenciosa orden que no podía ignorar. Con calma y una larga exhalación, Makki se preparó para saborear el miembro que sostenía con ambas manos.

Matsukawa cerró los ojos momentáneamente antes de llevar las manos a la cabeza de Hanamaki con la intención de profundizar la felación, sin importarle ni un poco la posible incomodidad que pudiera sentir el castaño ante su actuar, seguro que de cualquier forma terminaría por complacerlo.

Y no se equivocó, ya que aunque Makki detestaba los impulsos del alfa, saberse el autor de la satisfacción de su pareja le daba un insano orgullo. Por eso no se quejó ni se apartó como en la primera vez, más bien se mantuvo en su lugar deseando que pronto Mattsun buscara la forma de volver a darle placer.

Matsukawa, que leía los pensamientos del castaño, observaba con fascinación la forma en la que su miembro era succionado por los tímidos, pero ya hábiles labios de su pareja.

Además disfrutaba muchísimo de ver como el rostro generalmente serio y enfadado de su compañero, poco a poco se convertía en un erótico desastre que luchaba por tomarlo por completo sin ahogarse, todo ese desenfreno no hacía más que elevar su excitación y dureza, por lo que los deseos por hacerlo llorar pidiendo más se hacían más grandes.

—Pídeme que te la meta —ordenó con ronca voz.
En respuesta Hanamaki lo miró burlón al mismo tiempo que se apoyaba en sus piernas.

—Tú lo deseas, yo no.

—… lo quieres, lo sé —dijo el moreno—. ¿Ves? Estás más duro que yo —añadió deslizando el pie izquierdo sobre la erección de Makki.

Makki cerró los ojos por unos segundos; ¿Y qué si estaba duro? De cualquier manera, no pensaba admitirlo hasta que su irritante novio le rogara de la misma forma en la que él debía rogar estar en su interior.

—Yo ya estoy satisfecho, ¿Por qué debería preocuparme lo que tú deseas? —cuestionó Hanamaki con sorna.

—Porque no tienes opción —la oscura y peligrosa mirada de Mattsun fue lo último que el castaño vio antes de cambiar la posición en la que se encontraban.

Para Matsukawa, que era más alto, dominante y fuerte que Takahiro, fue muy  sencillo empujar a su compañero contra el sofá mientras se arrodillaba también quedando detrás de él, sujetar con una mano las muñecas que buscaban apartarlo y reírse de las quejas que escuchaba.

—¡Para ya con esto, idiota!

—No quiero —contestó Mattsun encontrando estimulante el rostro enfadado de Hanamaki—. Además, sé que deseas esto —susurró sobándose contra su trasero y haciéndole sentir toda su extensión y dureza.

—¡Tú…! —rugió Hanamaki al sentir una fuerte palmada en su trasero.

Matsukawa ignoró por completo a Makki al azotar unas veces más los glúteos que estaban a su merced hasta estar satisfecho por el color rojo que adquirieron sus nalgas y notar  los movimientos involuntarios de la cadera del alfa sumiso que aún se negaba a admitir su excitación.

Se la clavó entera entrando de un solo movimiento fluido en él sin comprobar antes que podía ya hacerlo.

—¡Nng!

Makki gimió con fuerza gracias al brusco actuar del moreno, pero en lugar de molestarse se sintió satisfecho: en verdad le gustaba esa fuerza que Issei mostraba cada vez que follaban.

—… ¿Ves Makki? Lo disfrutas.

Sí, era verdad.

Matsukawa sostenía la cadera de Hanamaki con su mano libre y lo penetraba con fuerza impulsando su propia cadera contra el rojo trasero, los jadeos y la forma en la que su interior se contraía alrededor del miembro invasor delataban el placer que los llenaba a ambos.

—No te contengas Makki, grita para mí…

Issei penetraba con fuerza y profundidad a Takahiro deleitándose con la vista que su compañero le ofrecía, sonriendo cada vez que empujaba su sexo contra el punto G que tanto le gustaba estimular. En respuesta, totalmente absorto en el torrente de placenteras sensaciones que lo invadían, el castaño dejaba salir su voz sin preocupación alguna.

Motivado por los sonoros y profundos jadeos que le obsequiaba el castaño, Issei salió por unos segundos del cuerpo que invadía para cambiar de posición. De esa manera, ignorando las quejas de Makki, el moreno lo tomó por el brazo para ayudarlo a sentarse sobre el sofá de tal manera que su trasero quedará totalmente expuesto ante él.

—Así no... —se quejó Takahiro tratando de cambiar de pose al sentirse tan vulnerable.

—¿Por qué no? —preguntó Issei—. Dices que no te gusta de esta forma, pero te aferras a mi espalda cuando te la meto así.

—...eso es porque nunca me escuchas —refunfuñó Hanamaki observando el enorme miembro que pronto lo llenaría de nuevo—. Al menos finge que me escuchas por una vez...

—Sólo un poco... —contestó Matsukawa guiando su erección contra el húmedo y suave agujero que parecía palpitar como una invitación.

—Mattsun...

Matsukawa no permitió que Takahiro siguiera protestando porque se agachó para besarlo al mismo tiempo que entraba otra vez en él, sonriendo con superioridad al sentir las manos del alfa menor sujetándolo con fuerza por los hombros.

Ya no podía decirse que era un departamento silencioso, se había convertido en todo lo contrario; que se jodieran los vecinos si no querían oír los jadeos de los alfas follando sin control ó aquellos pequeños gritos de Makki que escapaban de su garganta pese al esfuerzo que hacía para controlarse.

Debajo del fuerte cuerpo de Matsukawa, Takahiro se retorcía de placer admirando la forma en que las venas de su hombre se marcaban concediéndole un aspecto salvaje y sexy que lo enloquecía de una manera difícil de describir, en especial en ese momento en que no le importaba nada más que llegar otra vez al éxtasis.

En esta ocasión se sentía mejor que nunca, la sensibilidad era increíble. ¿Habrían cambiado de marca de condones? De repente, toda esa satisfacción quedó de lado cuando un fatídico pensamiento llegó a la mente de Hanamaki: ¿Tenían sexo con protección o su bruto novio la había metido así sin más?

En medio de una profunda estocada que lo hizo gemir con mucha fuerza, el castaño recordó que Issei simplemente la metió en él sin ponerse un maldito condón.

—Mattsun, espera... —pidió Hanamaki tratando de separarse por un segundo.

—No.

—¡Vamos, escúchame! —Makki volvió a tirar del oscuro cabello del alfa sólo para encontrarse con una fiera mirada—. Dime que te pusiste un condón...

—¿Y qué si no lo hice?

¡¿Qué tipo de respuesta era esa?!

—¡Espera, espera! —Gruñó el alfa empujando lejos de su trasero a Mattsun—. ¡Ponte un condón!

—Lo sacaré antes de venirme... —repuso Maksukawa sujetando con firmeza los necios brazos de Hanamaki, pues con éstos trataba de impedir que lo penetrara—. Así me gusta más y sé que tampoco te desagrada —comentó entrando hasta el fondo con un brusco movimiento.

El jadeo de Makki se quedó atorado en su garganta junto con las maldiciones que quería darle al otro hombre, pero fueron reemplazados por eróticos sonidos que pedían por más al mismo tiempo que sentía las fuertes embestidas con las que era llenado.

Al notar que su pareja ya no se resistiría más y sin ningún tipo de remordimiento, el moreno aumentó el ritmo con el que sus caderas chocaban entre sí, mordiendo y lamiendo las pantorillas que estaban a su alcance con un primitivo deseo de marcar lo que le pertenecía.

—Tú... pareces un animal en celo... —jadeó el castaño dejándose llevar por el moreno.

—Estoy en celo por ti —contestó Mattsun aprovechando la facilidad con la que podía llegar a los pechos y cuello que estaban indefensos ante él.

—¡Ah! ¡Mattsun!

Mattsun mordió con hambre los pezones de Makki sin importar que ya estuvieran rojos y que su dueño se retorciera, gozaba del desastre que causaba, porque el interior que lo recibía lo apretaba con más fuerza a medida que se volvía más brusco. Así, deleitándose con los jadeos de Hanamaki, siguió entrando con violencia.

—… Issei, yo… yo casi… —gimió el castaño sujetándose al borde del sofá.

—¿Quieres venirte? Te ayudaré con eso —contestó el moreno empezando a frotar el pene que hasta ese momento no había tocado.

—¡Ahh, espera…! —suplicó Takahiro apenas conteniendo la oleada de placer que sentía.

—… vamos, déjalo ir —ordenó Matsukawa observando con lujuria el sonrojo y la mirada nublada  del castaño.

—¡Ngh…!

El semen de Takahiro estalló entre las manos de Issei quien no le dió tiempo de reponerse, pues apretó con más fuerza su cintura en busca de su propio clímax.
Ante tal acción y aún aturdido, Hanamaki trató de librarse del agarre que lo sometía porque lo último que quería era terminar con la eyaculación del alfa dentro de él. Sin embargo, Matsukawa lo ignoró agachándose a callarlo con exigentes besos y mordidas, dispuesto a no dejar ir la oportunidad que tenía de impregnar a su compañero con su semilla.

—… no… no te atrevas —advirtió Makki observando los ojos de Issei.

—Todo va a estar bien...

—¡No lo estará!

—Lo estará —aseguró el moreno mordiendo el cuello del castaño—. No me rechaces y déjame terminar dentro solo está vez.

¿Dejarlo eyacular en su interior? ¿Qué diablos tenía en la cabeza? Makki no tenía ganas de permitirlo, así que intentó golpearlo en las costillas para tener una oportunidad de huir.

—… no te resistas, cede a mí…

¡Claro que estaba reacio a ceder! ¡Era su trasero el que estaba en peligro! ¡Podía embarazarse y eso era algo que no estaba en sus planes!

Sin embargo, y pese a lo mucho que se esforzó por evitarlo, Makki volvió a dejarse llevar por el éxtasis que lo envolvía y enloquecía, moviendo sus brazos alrededor del cuello de Issei, llenándose con su fuerte aroma que le decía que se dejara hacer sin oponer resistencia alguna.

—Makki, te ves tan sexy… —gruñó Issei antes de cerrar los ojos para disfrutar de su maravilloso orgasmo.

—¡Issei…!

El siguiente orgasmo de Takahiro manchó la lencería que aún usaba, pero eso ya no le importaba tanto como recuperar la conciencia sobre lo que acababa de permitir: aún podía sentir el sexo de Matsukawa eyaculando en su interior.

—… mierda —gruñó el castaño llevando las manos a su rostro—. ¿Cómo pudiste hacerlo, grandísimo idiota?

—Vamos, Makki, por una vez no pasará nada malo—rió Matsukawa besando la frente de su novio.

—¡Te cortaré las bolas si algo llega a pasar! —amenazó el castaño logrando apartar al alfa de su interior.

—Me halaga que pienses tan bien de mí y mi puntería —se burló Matsukawa sentándose al lado derecho de Makki—. Pero en serio, ¿Qué es lo peor que puede pasar...?

Hanamaki bufó mientras llevaba la mano a su centro sólo para comprobar que esa cosa tibia que sentía gotear desde su trasero era el semen que deliberadamente Mattsun dejó en su interior; suspiró y solo esperó que su pareja no tuviera deseos de imitar a sus conocidos, no al menos en esos momentos en los que no se sentía capaz de pasar por un embarazo.

—En serio eres un cabrón —dijo Hanamaki poniéndose de pie—. Si ya te divertiste déjame tomar un baño.

—Me divertí, pero estamos lejos de terminar —contestó el moreno—, tu regalo sigue en la habitación. ¿Quieres verlo?

—… idiota, arrepiéntete un poco.

Ocultando su curiosidad bajo la excusa de tomar un baño, el castaño fue a la habitación pensando que no había visto nada fuera de lo ordinario cuando casualmente entró en ella para cambiarse de ropa, por lo que se dijo que había sido muy tonto cayendo en los juegos de Mattsun de la forma más fácil posible.

Divertido y con ganas de molestar, Matsukawa siguió a Makki solo para torturarlo un poco más diciéndole que si continuaba de mal humor no le daría su verdadero obsequio. Gracias a eso recibió un fuerte puño en el pecho cuando se metió también a la ducha siguiéndolo.

Fue en medio de su largo baño juntos y de las provocaciones que recibía de parte de Matsukawa que el castaño se quedó sin habla cuando sintió como un pequeño objeto era colocado en uno de sus dedos.

Incrédulo y ruborizado Takahiro mordió sus labios antes de decir suavemente “sí” al hombre que besaba con delicadeza su cuello al mismo tiempo que le prometía hacerlo feliz por el resto de sus días.

Durante el resto de la tarde, para celebrar su unión, ambos alfas se dejaron guiar por sus instintos más básicos hasta que no pudieron más y cayeron uno sobre el otro rendidos, agotados y felices.






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