45. Deslumbrante

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Por regla general se decía que los omegas eran seres pequeños, sumisos, carentes de talentos, bellos, débiles, frágiles y dependientes de personas mucho más fuertes que ellos como los alfas, por lo que era común que los nacidos omegas crecieran escuchando cómo debían comportarse para seguir el estándar impuesto en ellos por la sociedad.

Hinata Shōyo no era la excepción y es que al haber nacido de una madre omega y un padre alfa creció aceptando con naturalidad lo que se le mostró como el orden lógico de las cosas.

Peo, siendo honesto consigo mismo, el chico de grandes ojos castaños pronto se dio cuenta de que quería mucho más para él que esperar a que un alfa llegará para morder su nuca y hacerlo su compañero porque, a pesar de ser consciente y admirar la felicidad de sus padres, quería explorar el mundo, conocer y aprovechar sus habilidades antes de ver todo pausado y en el olvido gracias a un vínculo inquebrantable.

Uno de esos grandes sueños era el de ser un atleta como los que veía en la televisión durante los eventos deportivos que tanto llamaban su atención, por lo que pronto buscó la manera de acercarse a la punta de sus anhelos.

Desgraciadamente y como ocurría con muchos otros omegas, descubrió que el camino que buscaba era increíblemente difícil para él porque la sociedad no estaba acostumbrada a ver a un omega independiente y libre que solo quería poder de ser lo que en verdad era.

Gracias a aquella situación sufrió mucho en la escuela cada vez que trató de desempeñar algún deporte debido a que nadie confiaba en que un niño delgado y lleno de energía no causaría problemas con sus feromonas una vez que estas se manifestaran volviéndose un lío para los alfas que lo rodeaban.

También escuchó -en más ocasiones de las que podía recordar- que de insistir en romper el molde de lo que se esperaba de él, ahuyentaría a las personas que pudieran tener algún interés en su persona y que lo apropiado sería comportarse de acuerdo a su género para conseguir una vida estable y sin complicaciones.

Nada de eso hizo feliz a Hinata, pero terminó creyendo que después de todo no podía hacer lo que en verdad deseaba.

Debido a eso Hinata estuvo a punto de renunciar en muchas ocasiones, preguntándose también qué sentido tenía luchar cuando todo el mundo parecía estar en su contra solo por ser un omega y no se preocupaba por ver más allá de su género.

Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar cuando entró a Karasuno y conoció a Sugawara Koshi.

Fue Suga el primero de muchos que notó el potencial que Hinata poseía para los deportes cuando lo vio participando en un juego amistoso de baloncesto, por lo que no dudó ni un segundo en invitarlo a ser parte del equipo de voleibol de la preparatoria con un entusiasmo que el pequeño omega nunca antes había visto cuando se trataba de su persona.

—Pero soy un omega… —le dijo Shōyo al amigable beta cuando lo llamó a la oficina del entrenador del equipo.

—¿Y por eso tienes problemas para jugar? —repuso Suga con una sonrisa.

—Bueno, yo no… pero los otros podrían tener problemas conmigo.

—No en mi equipo —aseguró el beta—. Vamos, será divertido; te lo prometo.

Por primera vez en su vida Hinata sintió que podía ser algo más que un lindo y tímido omega, así que después de convencer a sus padres para que le permitieran jugar -ayudado por Siga y Ukai- el anhelo de ser libre se extendió ante sus ojos sin temor alguno.

Obviamente los primeros días fueron difíciles gracias a que esa era la primera ocasión en que se enfocaba a un deporte con seriedad, en especial porque apenas había jugado voleibol en sus anteriores escuelas, aunque también resultó divertido más allá de lo que podía expresar con palabras.

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