44. Cayendo

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Tooru se estremeció cuando los ásperos dedos de Hajime empezaron a recorrer su espalda, acción que lo hizo jadear contra los labios que lo besaban con la misma ansiedad y desesperación que él sentía.

Había pasado tanto tiempo sin sentir ese rudo cariño que ahora que se encontraba a merced del mismo no dejaba de estremecerse ni jadear deseando más, deseando perder la poca racionalidad que conservaba para volverse un desastre de gritos ahogados que proclamaban la satisfacción que lo envolvía.

Hajime se encontraba en igualdad de condiciones, solo que a diferencia de Tooru quería recorrer con calma el cuerpo que hirió tiempo atrás cuando se dejó llevar por el dolor y la ira que lo consumieron al saberse traicionado. Por eso, siendo muy consciente del embarazo del omega, se esforzaba por ser gentil aún cuando se moría por destrozarlo con fuertes embistes que los llevarán a la cima del placer.

Oikawa, queriendo retribuir las agradables caricias que lo envolvían, buscó el borde de la pantalones del alfa para deslizar las manos hasta su entrepierna, pensando que esa carne pronto se endurecería y lo haría gemir también necesitaba atención que él le daría con sus manos.

Iwaizumi gruñó contra los labios que besaba sorprendido por las caricias recibidas, pero gustoso de ser acariciado; por eso no dudó al llevar las manos al trasero del castaño que, francamente, se sentía increíblemente suave y redondo.

Ante la acción que le gustó Oikawa fue el primero en buscar deshacerse de la ropa de Iwaizumi para decirle de esa manera que se apresurara y dejará de besar y lamer sus labios y cuello, rogando con la respiración entrecortada que se diera prisa y acariciara cada centímetro de su piel y no solo su trasero que se humedecía como si estuviera en celo.

—Iwa-chan… Iwa-chan —llamó tomando entre sus dedos los testículos del alfa.

—…Oikawa —volvió a gruñir el hombre mordiendo con rudeza los labios del chico.

¡Qué maravilloso era sentir esas manos suaves acariciándolo! ¡Qué diferentes se sentían de las manos de los extraños con los que buscó llenar su soledad! ¡Qué dulces eran los jadeos de Tooru llamado su nombre una y otra vez!

Casi desesperado Hajime trató de despojar al castaño de la ropa que cubría sus pechos y vientre, siendo interrumpido por él cuando le dijo -inesperadamente avergonzado- que estaba gordo y que la vista no era buena.

—Idiota —le dijo Iwaizumi—, eres hermoso.

Con las mejillas encendidas por la vergüenza mezclada con felicidad al recibir tales palabras, Tooru dejó que el alfa le quitará la camisa pensando en lo estupendo que era no verse desagradable para él, porque de no ser así la lujuria que sentían se hubiera acabado en ese momento.

Hajime se detuvo unos segundos para comprobar que también los pechos de Tooru se hincharon con el embarazo, luciendo tan tentadores que no pudo reprimir el deseo que surgió en él por apretarlos y lamerlos, ganándose un leve tirón en su cabello oscuro junto a un largo jadeó impregnado de excitación.

El castaño cerró los ojos involuntariamente al sentir la lengua del alfa mojando su pezón izquierdo, pero encontró la situación tan agradable que pronto le pidió repitiera lo mismo con el derecho; por supuesto Hajime lo complació.

La cocina se llenó de los jadeos del omega y de la fuerte respiración del alfa que buscaba darle más placer, pero ya que esas caricias no eran suficientes para ninguno no tardó demasiado en bajar las bermudas verdes que usaba para buscar llegar al centro de besaría con la misma ansiedad.

Oikawa no se quejó a pesar de ser consciente de la enorme barriga que ET le daba, pensando únicamente que no quería que Hajime se detuviera.

—Voltéate —pidió el moreno apretando los muslos en los que se colaría.

Tooru obedeció nuevamente y separó las piernas sabiendo que el siguiente lugar donde la lengua de su esposo se deslizaría era el interior de su trasero, así que abrió la carne del mismo para darle una mejor vista y mayor acceso; curvó la espalda cuando el ansiado acto le robó el aliento.

Mientras tanto, arrodillado y perdiendo el control gracias al embriagante perfume que el cuerpo del castaño soltaba, Iwaizumi sorbió y saboreó los fluidos que siempre le parecieron adictivamente dulces, moviendo la lengua para lubricarlo lo suficientemente antes de hacer que sus dedos buscarán ese punto que tanto enloquecía a su compañero.

Beber los fluidos de Tooru y adentrarse en su interior no era suficiente para Hajime que necesitaba calmar la creciente excitación de su miembro, así que arrodillado ante el glorioso cuerpo de su omega empezó a masturbarse deseando entrar en él lo más pronto posible para que la voz cargada de deseo de Oikawa estallará en éxtasis.

—… más, Iwa-chan —gimoteó Tooru loco de placer.

La única persona que podía afectarlo de tal manera era Tooru y la belleza de cada uno de sus actos, pensó Hajime hundiendo un par de dedos en su interior, pero en realidad eso ya no le importaba: todo en lo que podía concentrarse era en dejar que el placer los llevará muy lejos, barriendo con la determinación de mantenerse lejos de esa mortífera satisfacción que le producía tocarlo nuevamente.

Como si quisieran provocarlo más, las caderas de Oikawa se movían al mismo compás que los dedos y la lengua de Iwaizumi, buscando de esa forma incrementar el placer que ya lo recorría de arriba abajo y que estallaría en su centro con solo ser tocado con esa habilidad que nadie más poseía.

Sin embargo, era injusto que solo él se sintiera tan bien, se dijo el castaño saboreando anticipadamente el líquido pre seminal que ya debía gotear del pene de Hajime; por eso venció su vergüenza y pidió hacer algo que pocas veces disfrutó porque sabía que su técnica era en verdad terrible.

—Para, Iwa-chan, para… —jadeó.

—¿Te lastime? —preguntó Hajime maravillándose otra vez por el erótico gesto de Tooru.

—Quiero hacerlo… lamerlo—dijo tratando de agacharse sobre el húmedo sexo que parecía llamarlo.

En otra situación y en otro momento Hajime no habría tenido ningún inconveniente en disfrutar de la inusual atención que le ofrecían, sin embargo, en esa ocasión no quería otra cosa más que deleitar tanto a Tooru que no podría recordar que alguna vez lo lastimó.

Por eso y sin ningún esfuerzo, tomó al desnudo Tooru y lo llevó hasta una de las habitaciones que no estaban saturadas de las cosas que compró para ET, cuidando en todo momento no presionar demasiado su vientre y claro, sin dejar de besarlo.

El omega se aferró al fuerte cuerpo de su alfa sintiendo que podía llorar al ser tratado con tanto cuidado por él, cuidado que buscó noches enteras en las personas equivocadas porque no eran su alfa, ese hombre que sabía bien lo que le encantaba y lo que le incomodaba mientras se retorcían en la cama. Fue por eso que repitió una y otra vez su nombre como si esa fuera la única palabra que conocía.

Ya en la habitación Oikawa fue colocado en la cama con suavidad y ternura que se repitió cuando Iwaizumi le dijo que no tenía porque hacer algo que no le gustaba al momento en que trató de lamer el duro sexo que rozaba sus piernas, callando su petición al marcar un camino de besos desde la punta de sus pies hasta el interior de sus muslos, estremeciéndolo a medida que ansiaba ya unir sus cuerpos en un apasionado abrazo.

—Iwa-chan, date prisa… —sollozó el omega jugando con su mojado centro—. Ya he esperado mucho tiempo.

—... Tooru —con una sexy y ronca voz que erizó la piel de Tooru, Hajime tomó con delicadeza sus piernas dirigiendo su pene hacia el sexo que rogaba ser invadido cuanto antes.

De esa forma, con un certero empujón de su cadera, finamente Hajime jadeó al encontrarse en ese cálido cuerpo que lo estrujaba sin piedad.

—¡Hajime…!

Iwaizumi casi perdió el control cuando el sonoro y erótico jadeo de Oikawa pronunció su nombre, olvidándose de ser suave y gentil con él porque simplemente le enloquecía ser llamado de esa manera por el altivo chico que enterró las uñas en sus antebrazos.

Entre tanto, completamente enloquecido por el sexo del alfa que llegaba a lo más profundo de su ser, Oikawa no perdía de vista los voraces y duros ojos de Hajime que parecían devorarlo con una intensidad que no hacía otra cosa más que aumentar la excitación que quemaba sus entrañas, haciendo que pidiera por más al mismo tiempo que abría más las piernas.

¡Joder! Se dijo el alfa que, después de tanto tiempo anhelando otra oportunidad para hacer el amor con su omega, penetraba con desenfreno el estrecho cuerpo que lucía indescriptiblemente sensual con las pequeñas gotas de sudor que resbalaban por el.

Pero a pesar que la visión de Tooru gimiendo con fuerza mientras lo sujetaba por los brazos era magnífica, necesitaba más de él, necesitaba dejar sus dientes y besos en esa piel que durante tanto tiempo necesitó con urgencia y desesperación; aún así también temía hacerle daño al no ser capaz de controlar la pasión que sentía por él, haciendo un esfuerzo por controlarse, uno que por supuesto Oikawa derivó sin problemas.

—Más, no es suficiente, Hajime… —rogó el omega.

—Tooru… —gimió Iwaizumi perdiéndose en los ojos del castaño.

—Hazlo como siempre, Iwa-chan… —contestó el chico extendiendo los brazos hacía su alfa.

—¿Es lo que quieres?

—¡Mmh…! Cógeme duro, Iwa-chan… muy duro —suplicó Oikawa.

Aun más excitado que antes gracias a la sinceridad de Tooru, Hajime elevó una de las piernas del castaño hasta su hombro, mordió la piel que por esa tarde volvía a pertenecerle y clavó profunda y violentamente su sexo en lo más profundo de ese cálido cuerpo.

—¡Hajime!

Tooru se retorció completamente complacido y con sus sentidos aturdidos por la fuerza y pasión con la que Hajime entraba en él al mismo tiempo que buscaba amasar sus pechos, rogando que esa pasión durará mucho más tiempo porque no quería perderla, no cuando al fin eran uno solo.

Claro que los miedos del omega carecían de fundamentos, pues siendo un alfa en la plenitud de su juventud Iwaizumi podía pasarse horas enteras entrando y saliendo de su cuerpo, mordiendo y besando cada milímetro de la tibia piel que se encendía con cada fuerte embiste con el que lo profanaba y hacía gemir tan alto que su voz fácilmente podía ser escuchada por las personas que paseaban por la playa.

Obviamente a ninguno le importaba el que pudieran ser descubiertos cuando sus pieles y sexos se unían con esa lujuria y frenesí que se desbordaba por sus fluidos y en el pequeño, pero sensual rastro de saliva que goteaba de la boca de Oikawa y que hacía que Iwaizumi deseara beberlo porque no quería dejar pasar la oportunidad de probar cada fluido que escapaba de su omega.

—…Hajime… Hajime… —gimió Oikawa extendido la mano izquierda para acariciar la mejilla del hombre.

—¿Sí…? —respondió el alfa cerrando los ojos por un segundo para disfrutar ese tacto.

—Quiero… que me beses.

Sonriendo con ternura ante la dulce petición del castaño, Hajime salió por unos segundos de ese magnífico cuerpo solo el tiempo suficiente para sentarse sobre la cama; después hizo que el castaño se acomodara sobre su regazo y besándolo justo como lo pidió, volvió va guiar su sexo al interior húmedo que esperaba con ansias recibirlo.

Tooru se aferró a la espalda que tantas veces lo sostuvo mientras lamía la lengua del alfa que lo sujetaba por la cadera con una reconfortante mezcla de cariño y  sensualidad, sabiendo de esa manera que nada ni nadie en el mundo podría darle la paz que sentía al saber que Iwaizumi estaba con él.

—… Iwa-chan —sollozó Oikawa.

—Di otra vez mi nombre, Tooru —pidió el moreno golpeando con más fuerza su miembro contra el omega.

—¡Ah… Hajime! ¡Hajime!

Iwaizumi abrazó más estrechamente a Oikawa al mismo tiempo que aumentaba la velocidad con la que lo penetraba, logrando con ello que la voz del chico resonara tan cerca de su oído que inevitablemente su piel se erizara.

Entre tanto, haciendo un esfuerzo por no cerrar los ojos para no perderse ninguna de las sensuales expresiones del alfa, Oikawa presentía que de seguir siendo follado con tanta rudeza pronto tendría un orgasmo, uno que en nada se compararía a los que tuvo desde el domingo cuando se masturbó pensando en su esposo.

Tal idea lo complació tanto que buscó provocar al alfa acercándose a su oreja para susurrarle unas mortales palabras:

—… hazme venir, Ha-ji-me.

—Tú… —bufó Iwaizumi excitándose más.

El alfa hizo que de nuevo el castaño quedará recostado bajo su cuerpo, solo que en esa ocasión llevó esas piernas largas y maravillosas a sus hombros al mismo tiempo que lo sostenía por la cadera, sabiendo que mientras más profundo llegará le sería más fácil golpear el punto G del chico que ya gemía mucho más fuerza que antes.

¡Maldición, en verdad Iwa-chan sabía complacerlo! Fue el pensamiento que atravesó la mente de Oikawa al percatarse que el hombre buscaba llegar a su punto más sensible, sintiéndose orgulloso de ser el responsable de la pasión que se desbordaba desde los ojos esmeralda del alfa.

Sonrió repitiendo el nombre de Iwaizumi.

Al ver esa sonrisa altanera, misma que tantas veces lo enloqueció de muchas maneras, Iwaizumi cambió el rápido vaivén de su pelvis por uno más largo y suave que masajeaba a la perfección el interior de Tooru, siendo consciente que en cualquier momento él se quejaría deseando que volviera a ser rudo.

Sin embargo, y para su sorpresa, Tooru no se quejó, simplemente aceptó sus deseos: era como si con sus castaños ojos le dijera que podía hacer con él lo que quisiera.


Nunca antes, ni siquiera durante sus celos, Oikawa se mostró tan dócil y dispuesto a complacerlo gracias al fuerte temperamento que lo caracterizaba tanto como lo hacía un bello desafío que no podía dejar pasar; pero, siendo honesto, Iwaizumi lo prefería voluntarioso y soberbio porque de esa manera lo conoció y se enamoró de él.

¿Qué debía hacer? Se preguntaba el hombre que continuaba deleitándose con los jadeos que hacían eco en la habitación. ¿Debía tomarlo como se le diera la gana o por el contrario, debía otorgarle ese esperado orgasmo procurando su bienestar?

No tuvo mucho tiempo para encontrar una respuesta porque inesperadamente el cuerpo de Tooru se tensó elevando un poco más su espalda al mismo tiempo que con un largo gemido anunciaba el clímax que pidió unos instantes atrás.

Iwaizumi se detuvo para contemplar el carmín pintando las mejillas de Tooru, el sudor resbalando por su rostro, la forma en que ese pecho subía y bajaba buscando recuperar el aire perdido, y las pequeñas lágrimas que escapaban de los castaños ojos que seguía persiguiendo y amando.

—… Hajime.

Entonces, escuchando esa aterciopelada voz, Hajime también tuvo un orgasmo.

Todo fue silencio y quietud durante unos minutos, minutos donde ninguno de los dos movió ni un solo músculo, prefiriendo observarse como si acabaran de descubrir el más espléndido tesoro que podían imaginar.

Y es que en verdad podían decir que todas las veces en que se acostaron juntos dejándose llevar por el frenesí de la excitación no eran absolutamente nada ahora que podían asegurar, sin temor a equivocarse ni sonar pretenciosos, que lo que acababan de suceder fue la única forma de hacer el amor, esa que siempre buscaron y que no pudieron alcanzar por más que lo intentaron.

Tooru lo sabía, sabía que el necio y altanero amor que sentía y del cual renegó durante tanto tiempo por no querer aceptar que necesitaba de alguien más, acababa de explotar junto al hombre que estaba ahí para él, quizás para dejarse llevar por sus instintos o porque creía que lo que habían hecho no era tan significativo.

Por eso, dulcemente, tomó las manos de Iwaizumi para llevarlas hasta ET, pensado con ironía que después de todo no podría amar tanto a su intruso si no amara de la misma manera a su padre.

—ET despertó, Iwa-chan —dijo con una sonrisa.

—… —Iwaizumi no supo qué decir al comprobar que el bebé de Oikawa se movía.

—¿Crees que sea un niño o una niña?

—… no lo sé —dijo el alfa.

—¡Oh, vamos, Iwa-chan! —se quejó Tooru—. No puedes tener tan poca imaginación, solo dime qué piensas que será.

—Te digo que no lo sé.

El omega rio con fuerza jalando las manos de Hajime para hacer que se acostara a su lado; por supuesto Hajime hizo lo que le pidieron.

—Iwa-chan, ahora tengo tanta hambre como ET —canturreó el castaño acomodándose entre los brazos de Iwaizumi—… ¿Qué le pasó a tus músculos? ¿Cómo pudiste cargarme si ya no eres Bara-chan?

—Lo mismo digo —gruñó Iwaizumi tratando de no prestarle atención al muy inusual comportamiento de Oikawa.

—Yo me embarace y luzco muy lindo —se jactó el omega—. ¿Qué? ¡No me digas que te ejercitas porque te gusta que te vea cuando lo haces…! Pero está bien, Iwa-chan, te ves sexy lleno de sudor aunque tengas más grasa aquí.

Al decir eso Oikawa pellizco el abdomen del hombre que ya tampoco era firme, no al menos como lo fue meses atrás. Sin embargo, al ser juguetón no imaginó que podía irritar a Iwaizumi lo suficiente para que no quisiera admitir lo poco que le agradaba ser el objeto de su diversión.

Si hubiera pensado un poco más se habría dado cuenta que enviaba la señal equivocada.

—Vístete —ordenó Iwaizumi dejando la cama donde Oikawa lo miraba extrañado.

—… ¿Iwa-chan?

—Dijiste que querías comer ¿No? —replicó el alfa suavizando el tono de su voz al percatarse que asustó, incomprensiblemente, al omega—. Vamos a comer.

—Báñate conmigo, Iwa-chan —ronroneó Tooru alcanzando al alfa para abrazarlo por la espalda.

—Tan caprichoso...

Iwaizumi cedió a las demandas del castaño sabiendo que caía de nuevo ante él, pero por esa tarde dejó de pensar en lo que hacía.







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