42. Desilusión

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—¿A qué se debe su mal humor?

Cuando Daichi llegó ese domingo a la casa de playa del castaño, no imaginó que lo vería desquitando su enojo con los pobres adolescentes que insistían en entrenar con él incluso en su único día libre, en especial porque la temporada de exámenes de acercaba y se suponía que ellos deberían estar estudiando.

—Oficialmente son unos idiotas —contestó Ukai con los brazos cruzados.

—¿De verdad? —Daichi miró sorprendido al entrenador—. ¿Y extraoficialmente?

—Parece que esperaba a alguien que nunca llegó —repuso Suga sintiendo pena por Tsukishima y su cabeza que se habían ganado un buen balonazo de parte del omega.

Mientras tanto, Daichi observó a los chicos alegrándose de no ser el saco que Oikawa golpeaba con tanta fuerza.

—¿No deberían ayudarlos?

—Se cansó de nosotros —repuso Ukai—. Acabó con los de segundo y tercer año antes de entrenar con nosotros; después jugó con Kōshi y conmigo, se quejó sobre nuestra falta de entusiasmo y provocó a unas personas que pasaban antes darles una paliza y ahuyentarlos... Los chicos son los únicos sobrevivientes.

—Es bueno que puedan seguir el ritmo de Oikawa —comentó Suga recargándose en el hombro del entrenador—, pero siento pena por ellos.

El doctor entendía bien las palabras del beta porque él ya había tenido el honor y placer de lidiar con todos los estados de ánimo del regordete castaño, sorprendiéndose por la forma agresiva en la que podía dejar de ser un amable chico que velaba por los adolescentes y su seguridad, para volverse en una redonda máquina llena de furia que destruía todo a su paso sin el menor cuidado.

—¿Tiene mucho tiempo así? —preguntó Daichi pensando en la forma de distraer a Oikawa.

—Desde la mañana.

—¿Sabes, Daichi? Pienso que es increíble cómo a pesar de su estado siga siendo tan bueno —comentó Suga—. Hace unos días busqué algunos de los encuentros donde Oikawa participó en la preparatoria y créeme, sacaba el máximo de su equipo; era un muy buen armador.

El doctor suspiró observando nuevamente a Oikawa; si bien le gustaba que se mantuviera en movimiento en lugar de dormir todo día como solía hacer algunas ocasiones, le preocupaba que se sobre esforzara o que los adolescentes perdieran el control del balón ocasionando un accidente.

—No importa qué tan bueno es o fue, si sigue así ET saldrá lastimado.

—Bueno, doctor, intenta que te haga caso —dijo Suga acomodándose entre los brazos de su esposo—. A nosotros nos llamó fastidiosos sobreprotectores cuando le sugerimos que se detuviera.

—… es todo un encanto —murmuró con sarcasmo Ukai.

—Es porque no saben ser fastidiosos sin que se de cuenta —bromeó Sawamura avanzando hacia los adolescentes y Oikawa.

Mientras Suga reía y apostaba con Keishin que Daichi no podría manejar el mal humor de Tooru, el doctor llamaba la atención de los abatidos cuadraditos que por orgullo se negaban a admitir el terrible cansancio que sentían al mismo tiempo que el castaño lo veía con desagrado absoluto.

—Hola, chicos —saludó el doctor con una amistosa sonrisa.

—Lárgate, Daichi —bufó Tooru sosteniendo el balón que planeaba lanzar contra Hinata—, estamos ocupados.

—¿De verdad? —preguntó Daichi sin inmutarse ante el malhumorado omega.

—Ho-hola, Daichi-san —contestaron Hinata y Yamaguchi mientras sus compañeros tomaban aire.

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