Capítulo 4.

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"El amor no es encontrar a la persona perfecta. Es ver perfectamente a una persona imperfecta." Sam Keen.

***

Odio tener que hacer esto, no poder quedarme minutos, - o segundos-, de más porque él sospecharía; y lo que me jode. Todavía con mis manos puestas en la mitad de su espalda y mi cabeza apoyada en uno de sus hombros, frunzo los labios al percatarme de que ya va siendo hora de que me separe de Hugo.

-¿Te pasa algo? – le escucho murmurar – Llevas demasiado tiempo abrazada a mí, y no es que me moleste, pero...

Y dejo de escuchar ahí porque ha dicho que no le molesta, y eso provoca que sonría por inercia ante lo que dice. Relamo mis labios y, finalmente, me separo de él, recogiendo un mechón de mi pelo tras la oreja sin quitarle la mirada.

Me sonríe.

-No me pasa nada – le aseguro, aunque no es del todo cierto. Me muero por besar sus labios. Sonrío -. Anda, vete a ver a tu novia y ya hablamos más tarde.

El chico rapado se me queda mirando, como si de repente estuviese en un universo alternativo o vete tú a saber, por lo que frunzo el ceño y paso mi mano delante de sus ojos.

-¿Estás?

Parpadea y asiente, sonriéndome. Y cómo me gusta su sonrisa, no solo esta, si no todas.

-Eh... sí – rasca su nuca avergonzado -. Me he quedado empanado... Bueno, me voy. Adiós, Mel.

Asiento con una sonrisa sin enseñar mis dientes, viendo como se gira y se marcha, deleitándome por el movimiento de su trasero. No es que tenga un culo de infarto, y yo aún menos, pero todo lo que a él no le gusta a mí sí.

Cuando sale por la puerta, me encuentro a Álvaro y Sandra a mi lado mirándome con un deje de curiosidad, y yo les ignoro tan solo para sentarme en mi correspondiente silla mientras sigo observando la puerta. Suspiro y les miro.

-Preguntad.

-¿Qué ha pasado? – el chico pelirrojo se cruza de brazos, mirándome preocupado - ¿Te ha hecho más daño?

-Más del que ya me ha hecho inconscientemente, no – niego, volviendo a mirar la puerta y la verdad que no sé por qué -. He llegado a la conclusión de que nunca le diré nada con respecto a mis sentimientos, prefiero ir superando esto con el tiempo sin que lo sepa. No puedo arriesgar a perderle por esto.

Álvaro me mira con una mezcla de miedo y tristeza, por lo que me intuyo que tiene algo que ver con Emma.

"Luego le preguntaré."

-Estamos contigo, o al menos yo – dice Sandra, tomándome la mano con una sonrisa.

El chico pelirrojo carraspea.

-Estamos, no me excluyas. Y Alexia también.

[...]

-¿Hace cuanto que no tienes nada con nadie? – escucho su voz romper el silencio, alzo mi cabeza situadas ambas entre las estanterías de la biblioteca y la miro.

Frunzo el ceño.

-¿Por qué?

-Hay un amigo que quiere conocerte – me informa, mirando la contraportada de un libro -. ¿Te interesa?

Me encojo de hombro y hundo mi nariz en un libro, curioseándolo.

-Desde después de lo de Arthur no he tenido relaciones – recuerdo, mirando a Sandra con el libro en mi mano -, casi ocho meses, creo.

Asiente y piensa.

La chica del pelo negro, desde que está con Isaac, ha cambiado radicalmente en cuanto a su manera de pensar en todos los temas y también su manera de vestir. Antes era muy basta y no se sacaba partido con la ropa, lo único que hacía era usar prendas y maquillaje que tan solo la empeoraban. Él ha sido una buena influencia, ya que es el primer novio que le pone las cartas sobre la mesa y le ha ayudado a salir de aquel pozo en el que se encontraba y del cual Sandra quería salir.

-¿Y besos?

-Me enrollé con algunos este verano, pero apenas me acuerdo. Ya sabes...

Sandra asiente con una media sonrisa.

-Eso está bien, o sea... el que te hayas enrollado – me mira fijamente y sonríe de verdad -. Un chico no debe impedirte disfrutar, Mel.

Esta vez asiento yo consciente.

-Lo sé, pero muchas veces me hubiese gustado que fuese él con quien me besase, ¿sabes? – me encojo de hombros y dejo el libro, cogiendo otro – Supongo que no me queda más remedio, como he dicho las otras veces, de asumir que no va a haber nada.

Alexia aparece de repente, agitando un libro en el aire con una sonrisa y provocando que la miremos confusas.

-Me llevo este libro – con nuestras miradas le preguntamos cuál es -. El día que sueñes con flores salvajes, de Dulcinea.

-Me lo leeré, me gusta el título.

La chica de pelo rubio asiente.

-Bueno, ¿de qué hablabais?

-De los rollos de verano de Mel.

Alexia me mira curiosa.

-¿Y...? Venga, cuenta.

Río bajo. Niego con la cabeza.

-Poca cosa – miro a Sandra -. Lo que le decía era que tenía que dejar de pensar en Hugo, y poca cosa más.

-Pues si lo hubieses visto cuando estabas tú en Londres... No paraba de preguntar por ti, aún estando "cabreados."

[...]

Hugo.

Yo: Hola, Mel.

Sonrío.

Melissa: Hey.

Melissa: ¿Qué pasa?

Yo: Nada, solo quería hablar contigo.

Yo: Y también agradecerte haber hablado conmigo.

Yo: O sea, que hayamos podido hablar.

Yo: No quiero perderte Mel.

Suspiro, sacando todo el aire de mis pulmones cuando por fin he enviado aquello que tanto he ansiado decirle. Apoyo mi cabeza sobre la pared que da a mi cama, mirando el techo blanco de la habitación a la vez que espero una contestación por parte de Melissa.

Esta mañana, cuando me ha abrazado, me he perdido debido al tacto de su piel. Se me ha nublado la consciencia y coherencia debido al olor de su pelo y cuello; y cómo me apetece besarlo... Meneo la cabeza y poso mi mirada en el chat, viendo como ella escribe.

Melissa: Yo tampoco, Hugo.

Melissa: A mí también me ha gustado que hayamos podido hablar, es lo mejor.

Y siento una punzada, porque creo ver que entre estos dos mensajes hay otro en el que me dice que solo soy su amigo. Y cuánto me jode.

Escribo de nuevo:

Yo: Este fin de semana iremos a la casa de Álvaro.

Yo: Ven, por favor.

Yo: Quiero que estés ahí, conmigo.

"¿Qué hago? ¡Corrige, corrige!"

Yo: con nosotros, me refiero.

Yo: Eres el alma de la fiesta, la reina.

Y la reina de mi corazón, aunque ella no lo sepa.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora