Capítulo 22.

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"El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos. ".

***

Me despierto con un calor inmenso a pesar de estar cubierta por una sábana de algodón. Alzo mi cabeza, encontrándome la peluda cabeza de Hugo entre las almohadas y, detrás de él, el reloj. Son las nueve y media.

Entierro de nuevo mi rostro en la almohada, cerrando los ojos con fuerza para después incorporarme y salir completamente desnuda de la cama. Me acerco a la bolsa que he traído para pasar el fin de semana en su casa, saco la ropa interior y un chándal veraniego para ir corriendo al baño y ducharme.

Al haberme secado y vestido, vuelvo de nuevo al cuarto encontrándome a mi novio aún durmiendo, así que opto por ir a desayunar sola. Con mi móvil en mano, bajo a la cocina encontrándome a los padres de Hugo en el lugar.

-Buenos días – saludo algo tímida, sin creer aún que esté viviendo la situación.

Cuando los padres de Hugo se enteraron de que habíamos empezado una relación, nos felicitaron por haber dado un paso más. Me he quedado muchas veces en su casa a dormir o simplemente a estar con él, y aún así, no me adapto al simple hecho de estar en la misma sala con sus padres sin mis amigos como en los viejos tiempos.

-Buenos días, Melissa – el padre de Hugo me saluda. Le sonrío -, ¿Hugo sigue durmiendo?

Asiento con una sonrisa.

-Como un tronco – aseguro -. Ni se ha despertado con el estruendo que he hecho.

-Eso lo ha heredado de mí – su madre me sonríe, señalándome que tome asiento -, ¿a que sí, cariño?

-Lo único que ha sacado de ti – él hace una burla hacia su mujer -, porque por lo demás es igual a mí.

-Ya te gustaría...

Una sonrisa tira de mis labios cuando soy consciente de la mirada que se dedican tras ella haberle dicho aquello, y es una de aquellas que tantas he tenido con Hugo. Por cosas como estas, me gusta pensar que un día él y yo estaremos así, juntos a pesar de todo.

Mis padres sufrieron la distancia, pero más aún de la que viviré yo con Hugo, y los padres de él estuvieron años sin verse debido a que ella se dedicaba a enseñar español en lugares angloparlantes, pero finalmente encontró un trabajo que le permitió tener una familia.

Cuando estamos recogiendo la mesa, la voz del chico que estaba durmiendo suena en el lugar, provocando que nos giremos y observemos su cara hinchada por el sueño, al igual que sus labios.

-Buenos días, gente – hace un movimiento de cabeza, pero cuando me mira, sonríe y camina para estar frente a mí.

Sus labios se unen con los míos mientras los brazos de Hugo rodean mi cintura, y al finalizar el beso, paseo libremente mis manos por su espalda cubierta por una camiseta mientras le abrazo con fuerza.

-Buenos días, pequeño monstruo – me susurra al oído.

-Buenos días, Hugo – me separo de él y le sonrío -. ¿Ha dormido bien, señor?

Asiente con una sonrisa socarrona.

-Como nunca.

-Pues menos dormir, más comer e iros a dar una vuelta que os vais a volver locos entre cuatro paredes tanto tiempo – el padre de Hugo le tiende un plato y vaso para que él se haga el desayuno.

-Papá, no me marees.

-No te estoy dando vueltas ni nada por el estilo, Hugo – la broma de su padre hace que estalle en risas.

-Ay, por Dios... - Hugo se gira, me mira y niega con la cabeza -. Yo... lo siento, enserio.

[...]

-Me iría una semana antes – su mano aprieta la mía porque yo estoy mirando hacia otro lado.

Contemplo sus grandes ojos marrones y asiento.

-Vale, no pasa nada.

-Queda menos de un mes para que me vaya, Melissa – que me recuerde el tiempo que queda me hace temblar y no querer dejarle ir, pero debo hacerlo -. No hemos hablado de esto desde hace mucho y ya va siendo hora...

La razón por la que evito hablar del tema es porque recuerdo que se va a ir, los kilómetros de distancia que nos separaran y el miedo que tengo. Este verano se me está pasando demasiado rápido cuando lo único que quiero es que los minutos, cuando esté con él, sean como días o semanas; incluso más.

-Ya lo sé, Hugo – siento el latir feroz de mi corazón, aprieto más el agarre para después inclinarme con la intención de besarle.

No evita el beso ni nada, así que cuando mis labios entran en contacto con los suyos como muchas otras veces, obligo a mi memoria táctil que recuerde su suavidad y delicadeza al besarme porque le voy a echar de menos, muchísimo.

Voy a añorar el calor que desprende cuando me abraza a pesar de estar en pleno verano, la manera en la que me mira y como cae su aliento cuando me susurra al oído, provocándome unos grandes escalofríos.

***

Son alrededor de las doce de la noche de un viernes en pleno mes de agosto y me encuentro en mi habitación llevando una simple camiseta ancha con un ventilador frente a mí. Tumbada en la cama, miro embobada Juego de Tronos para cuando mi móvil empieza a vibrar por mi alrededor.

Busco por toda la cama sin encontrar rastro hasta que me fijo que la pantalla de mi móvil se ilumina debajo de la almohada, así que corro a cogerlo para ver quién me llama. Es Hugo.

En la pantalla me sale una imagen suya junto a mí sonriendo, lo que hace que me quede unos pequeños instantes mirándola para después descolgar la llamada.

-Hola, guapo.

Sonrío.

-Hola, pequeño monstruo.

-¿Y esta llamada?

Se queda en silencio la línea unos segundos.

-¿Hugo?

-Ya estoy, ya estoy. Estaba poniendo a cargar el móvil – carraspea -. Tan solo quería darte las buenas noches.

Vuelvo a sonreír.

-Entonces, hazlo.

Él ríe.

-Buenas noches, Melissa.

-Buenas noches, Hugo.

-Te quiero.

-Yo más.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora