Capítulo 8.

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 "El primer deber del amor es escuchar." Paul Tillich.

***

Estamos de regreso a la realidad, sentados en los asientos traseros del coche mientras los demás hablan y yo observo el paisaje que nos rodea. Una mano se posa sobre la mía y me giro instantáneamente, topándome con sus ojos marrones mirándome.

-Mañana – tan solo dice eso y basta para aclarar a lo que se refiere. Mañana romperá con la chica que está saliendo y yo sonrío -. ¿Tienes ganas?

-Bueno, tampoco te flipes...

Él me mira lascivamente y yo beso su mejilla, pero ojalá fuesen sus labios.

-¿Intentas tentarme?

Me hago la desentendida, parpadeando varias veces con un deje de asombro y confusión.

-Eh... ¿A qué te refieres?

El chico de pelo rapado se acerca hacia mí sin quitarme la mirada, notando cada vez más el ligero respirar que acaricia mi nariz pecosa y la zona baja de mis ojos. Mis párpados se cierran, no porque vaya a pensar que me va a besar, si no porque su acercamiento requiere una degustación en todos los sentidos.

-Qué pena que estemos en un coche, si no tendrías que correr mucho – yo alzo mis cejas aún con los ojos cerrados -; y no, no sería como la otra vez.

Le miro cuando noto que se aleja, pero tan solo se posiciona bien y yo me dedico a sostener mi cabeza en mi mano mientras me deleito por su perfil. Fijo mis ojos en su nariz respingona y, seguidamente en sus labios puntiagudos, lo que me provoca unas ansias de besarlos que tengo que mirar a otro lado.

Media hora después, tras haberme quedado dormida, llegamos a mi casa al haber dejado antes a Alexia y Emma. Bajo del asiento, estirándome nada más posar mis pies en el suelo y viendo como Hugo me saca la maleta de la parte trasera del coche, tendiéndomela cuando ve que he acabado.

-¿Has dormido bien? – su cuerpo está cerca de mí y quiero que me rodee con sus brazos. Necesito besarle.

Asiento y froto mis ojos con cansancio.

-Este fin de semana ha sido agotador.

El chico rapado asiente de acuerdo conmigo.

-Nos vemos mañana – se despide, inclinándose hacia adelante y dejando un húmedo beso en la comisura de mis labios que me provoca una excitación inmediata.

"Mierda."

-Hasta mañana – me despido de todos situada en la puerta de mi casa, agitando mi mano. Desvío mi mirada al chico, le guiño un ojo y le mando un beso -. Adiós, guapo.

[...]

Hugo.

Quedo con Irene poco después de haberme dejado la madre de Álvaro en mi casa, y ahora me encuentro situado en la fuente de la Plaza de las Tendillas bajo el monumento al Gran Capitán. Cuando la veo, me pongo en pie con corazón en mano mientras un nudo se forma en mi garganta; nunca me ha gustado dejarlo con alguien.

-¡Hola, cariño! – sus brazos rodean mi cuello y me besa castamente con aquella felicidad que la caracteriza.

-Hey – saludo y ella frunce por unos segundos sus ceño, pero le resta importancia ya que a los segundos me sonríe como siempre -, ¿nos sentamos?

Trago saliva intentando saber cómo actuar en esta situación, ya que Irene es una de las chicas, -a excepción de Melissa-, por la que he sentido algo realmente. Sus ojos me miran con una ilusión que me fastidia joder en tan solo unos segundos.

-¿Pasa algo?

Observo sus ojos color miel y pienso en la chica de metro setenta, sonriendo interiormente y sintiéndome capaz de hacer esto porque quiero tener algo con ella. Aclaro mi garganta y arrastro mis ojos de nuevo a los suyos, ya que me había quedado mirando el suelo.

-Quiero dejarlo – las palabras fluyen con rapidez y, al instante, siento un alivio inmediato. Los ojos miel de ella se tornan rojizos y gira la cabeza hacia un lado -, pero es por un motivo que me gustaría que comprendieses.

-¿Cuál? – su voz no está quebrada como pensaba que estaría.

Empiezo a relatarle la historia con Melissa, desde la primera confusión de mis sentimientos hacia ella hasta ahora, y Irene se mantiene callada con atención. Yo no puedo contener las lágrimas porque me jode hacerle daño a esta chica, quien me ha respetado en todo momento tan solo llevando dos meses y ahora tengo que dejarla ir porque me he estado engañando todo este tiempo.

Los ojos miel de Irene, cuando acabo, los cierra y una lágrima se desliza por su mejilla, pero yo me encargo de quitársela y ella me sonríe con tristeza. Coloca su pelo de lado, relamiendo sus labios y bajando su mirada pensativa.

-Te lo cuento todo porque creo que te mereces una explicación, Irene; has sido muy importante para mí, te conozco desde hace un año ya y me fastidia muchísimo hacerte daño, lo sabes.

-Hugo – ella me menciona y yo rápidamente la observo -, te entiendo. Yo he estado enamorada mucho tiempo de alguien y me pasó lo mismo hace un tiempo. Claro que me jode, de repente un día viene mi novio y me suelta esto sin más. Necesito digerirlo pero te comprendo – carraspea un poco y rasca su nuca -. ¿Tú y ella...?

-No – muevo mi cabeza a modo de negación -. Melissa no quería nada hasta que lo dejase contigo, al igual que yo. Tú sabes que hace unos años, como te conté... bueno, sí que los ponía, y mucho... pero contigo no, sería un completo cabrón como el que fui.

-Ah, vale.

Su cuerpo se relaja y yo me alivio por dentro, sonriendo por primera vez en las dos horas que llevamos hablando. Irene me mira con un brillo en sus ojos diferente al de hace media hora y yo la abrazo; es mi amiga, a pesar de todo.

-Y no hace falta que os alarméis, no iré arrastrándola de los pelos o cualquier cosa que se os pase la cabeza – murmura con su voz dulce, sonriendo irónica ante lo que cuenta -. Eso que se quede para la gente que está ida de olla.

Reímos.

***

Melissa.

-¡Hugo está aquí, Melissa! – la voz de mi padre me avisa desde el rellano de la puerta principal.

Contemplo mi reflejo y sonrío, peinándome rápidamente y bajando con una ansias increíbles. No es solo por el mero hecho de que no le vea desde ayer, si no que hoy por fin podremos ser lo que tanto hemos ansiado después de bastante tiempo de largo sufrimiento.

Me despido de mi padre, saliendo los dos por la puerta y caminando por la calle sin decir nada. Una gran tensión se genera en mi cuerpo cuando mi mano roza con la suya, pero a los segundos me la toma y suspiro, liberando aquello pesado que hay en mi interior.

-Ayer hablé con Irene – frunzo el ceño, mirándole -, mi ex.

"¿He oído bien?"

-¿Ex? – pronuncio yo en una interrogación y Hugo asiente. Para cuando me doy cuenta, sus brazos me rodean la cintura en la calle poco transitada a las ocho menos cuarto de la mañana de un lunes. Su sonrisa inunda su rostro, lo que causa un estado de felicidad en la situación que me anima - ¿La has dejado? – asiente – Pero... ¿Cuándo?

-Ayer, poco después de llegar yo a mi casa.

Alzo las cejas sorprendida y sonrío, notando mis nervios incrementar en mi zona abdominal. No era mi primer beso, tampoco el segundo, pero se siente como si realmente lo fuese ya que me parece todo tan surrealista que apenas puedo parpadear.

Y me besa.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora