Epílogo.

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"Te espero

cuando miremos

al cielo

de noche;

tú allá, yo

aquí."

Mario Benedetti.

***

4 septiembre 2017.

Corro de vuelta a mi habitación para ponerme uno de los pendientes que me falta; después, busco por debajo de la cama mis sandalias, pero al no encontrarlas, llamo a mis padres.

-¡Papá, mamá! – vocifero a las ocho menos diez de la mañana - ¿Dónde están mis sandalias?

Oigo como alguien se acerca hacia la puerta de mi habitación, la cual es abierta por mi padre segundos después con mis zapatos en una de sus manos.

-No chilles, Melissa, vas a despertar a los vecinos – me tiende las sandalias -. ¿Son estas?

Asiento, las cojo y me las pongo rápidamente.

-¿Ya estáis listos? – pregunto mirando por encima de su hombro para ver si mi madre está con él.

Niega con la cabeza, suspiro y se hace hacia un lado para dejarme pasar.

-Hemos quedado en el aeropuerto en media hora – recuerdo, bajando las escaleras con rapidez -. Primero os quejáis de mí porque tardo mucho y luego hacéis vosotros lo mismo.

Al llegar a la planta principal, me encuentro a Sandra e Alexia allí hablando con mi madre, por lo que me aproximo para abrazarlas con una tremenda fuerza. El aislarme en sus brazos provoca, en cierta manera, que me sienta bien y olvide por unos segundos qué va a pasar hoy.

Este verano lo he disfrutado al máximo: he salido muchísimo con mis amigos de fiesta, aprobé selectividad, disfruté mi último verano antes de ser universitaria, he follado mucho, he estado con Hugo, etc. Pero, aún así, se ha pasado muy rápido.

Hace nada era mi graduación, tiempo en el cual quedaban tres meses para disfrutar con Hugo de todo el verano y con mis amigos, pero ya solo queda una semana para que empecemos la universidad.

-¿Cómo estás?

Me encojo de hombros.

-Bien, bien... pero podría estar mejor.

No estoy mal, es más, he acabado asumiendo que tarde o temprano el chico de ojos marrones se tenía que ir para estudiar en Salamanca y que tan solo nos veríamos cada tres meses. Aún así, no he dejado de tener el miedo de perderle o que esto se rompa.

14 horas antes...

Estamos en la casa del lago de Álvaro, todos tumbados en el césped bebiendo una cerveza o una mezcla de alcohol. El silencio nos inunda y no es de extrañar, en menos de una semana cada uno se va a ir a estudiar a una parte de España menos mi mejor amigo y mis dos mejores amigas, que finalmente se quedan aquí.

-Le doy un céntimo a quien tire a Alexia al agua – alza su cubata Darío, riendo.

-Tú estás loco. Que alguien me dé un céntimo por tirarle mi bebida a Darío.

-No serías capaz.

-¿Ah, no? – Alexia se pone en pie y vierte su cerveza sobre el chico -. Mira, chulito.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora