Capítulo 21.

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 "Vas ser, ets i sempre seràs sa casualitat més bonica de sa meva vida."

Hugo.

Lumbra –Cali y El Dandee suena con gran fuerza en la discoteca que hemos asistido todos los de la graduación para disfrutar de la noche antes de que nos den las notas al día siguiente. Observo a Melissa moverse con éxtasis en la pista de baila junto sus dos mejores amigas, Álvaro, Emma y Darío.

Al parpadear las luces, tan solo consigo ver parte de sus movimientos, pero me sirve para contemplar cómo mueve su cuerpo y su peinado, poco a poco, deshaciéndose con el paso de las horas. Sentado en una silla de la barra, la observo con adoración, y pensar que en menos de tres meses estaremos lejos, me mata.

Sus ojos se posan en mí, me saluda con la mano y hace un movimiento con ella para que vaya, a lo que no pongo oposición. A los segundos me encuentro frente a ella, sonriéndome como si no hubiese un mañana y alzándose para besarme.

-Disfrutemos de esta noche para que sea inolvidable, mi amor.

Cuando pronuncia las dos últimas palabras, un escalofrío me recorre la espina dorsal y siento mis ojos humedecerse al pensar en el futuro.

¿Le dirá ella a alguien eso a parte de a mí?

¿Podremos aguantar tanto hasta vernos de nuevo?

¿Saldrá todo bien?

-Te quiero.

Ella niega con la cabeza, me toma de la mano y corremos hacia el centro de la pista, donde están los demás. La música cambia, Melissa y los demás saltan al ritmo y yo acabo imitándoles, sin dejar de mirarla.

"Qué guapa es."

La canción que suena ahora es su favorita, aquella que canta día y noche y tararea junto a mí cuando practicamos para sacarnos el carnet de coche. Una leve capa de sudor empieza a cubrirme el cuerpo poco a poco, aún así, resisto hasta las siete de la mañana junto a ella. Con Melissa. Con el amor de mi vida.

Melissa.

Salimos de la discoteca y tengo que entrecerrar los ojos debido al golpe de luz que hay en comparación con el interior. Es la segunda discoteca de la que salimos, y como ya son las siete de la mañana, toca ir a pie hacia el instituto para las notas.

Mi cuerpo ha consumido tanto alcohol que apenas puedo sostenerme de camino hacia allí, como el de todos. Vamos dando tumbos con los tacones en las manos y unas chanclas en los pies.

Una mano se agarra fuertemente a la mía, y rápidamente me rodean unos brazos, aquellos que conozco tanto. Su mirada de color marrón busca la mía hasta que la encuentra, me sonríe en medio de la calle que empieza a estar transitada y se inclina para besarme.

-La mejor noche de mi vida – susurra en mi oído, recayendo su aliento en mi cuello y provocando que me estremezca.

-Todo es mejor contigo.

Vuelve a besarme de nuevo, apretándome más entre sus brazos mientras mi mente vuela al futuro, preguntándome si todo seguirá así cuando nos veamos tras tres meses. Desde que Hugo me lo contó, no he podido preguntarme qué es lo que pasará, si romperemos o si él encontrará a otra en Salamanca que sea mejor que yo.

La remota idea de perder a Hugo hace que no quiera soltarle de entre mis brazos. Llevamos ocho meses juntos desde que finalmente nos confesamos lo que sentíamos, pero ha sido tanto tiempo en el que llevo sintiendo por él que me parecen siglo; por eso, perderle supone perderme yo también.

-Te voy a echar de menos, Hugo – susurro con mi cabeza enterrada en el hueco que hay entre su hombro y cuello -. Muchísimo. Yo... Hugo, no quiero perderte.

Se tensa, me separa y tiene los ojos llorosos.

-No digas eso, ¿vale? –acaricia mi mejilla de una forma tan dulce y bonita que hace que me rompa. Si le llego a perder... Su voz está entrecortada-. No me perderás, Melissa. Nunca. Te quiero, ahora y siempre.

Aprieto una de sus manos y el chico de ojos saltones me lo devuelve, intentando esbozar una media sonrisa.

-Cuando te vayas, contaré los días que queden para vernos. Las horas ya no, que son muchos números – bromeo con lo último.

Hugo finalmente sonríe algo, me vuelve a rodear con sus brazos para acariciarme la espalda con lentitud, dulzura. Huelo su cuello de nuevo, el cual desprende un aroma a su colonia, la mía y alcohol. Instalo un beso ahí, pasando mis manos por sus lumbares lentamente mientras escucho como Álvaro dice que nos movamos.

-Déjalos, están tristes por lo de Hugo – nos excusa Darío -. Merecen disfrutar todos los momentos juntos posibles.

Nos separamos tras un largo tiempo juntos, cogiéndonos de la mano y caminando hacia el instituto mientras Hugo lleva mis tacones y yo su móvil, llaves y cartera en mi bolso de mano.

Cuando han abierto las puertas a las ocho de la mañana, nos encontramos todos los de segundo de bachillerato en el patio cantando canciones sin sentido alguno. Hugo, Darío y Álvaro han cogido una papelera portátil y se encuentran dándole zapatazos mientras nosotras juntos los demás cantamos la canción del chipirón.

La gente que pasa por el patio para acceder al edificio de secundaria y bachillerato, nos mira con una sonrisa y se ríe de las gilipolleces que hacemos, al igual que también hay gente mirando por las ventanas de los pisos.

-¡¡¡¡¡¡Ese Joaquín como mola, se merece una ola!!!!!!!!! – gritamos todos cuando vemos al jefe de estudios - ¡¡¡¡¡Uooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!

Él ríe tras haber rodado los ojos y nos saluda con la mano. Los profesores ya no nos dicen nada tras haberlo hecho los alumnos de segundo de bachillerato tantos años, así que se ha vuelto como una tradición.

Alrededor de las once de la mañana, hora en la que todos estamos destrozados y durmiendo encima de las mesas de las aulas, entra cada tutor en la clase y nos despierta con los boletines de notas en sus manos.

Cuando pronuncia mi nombre, miro a mis amigos y novio, los cuales me guiñan el ojo a la vez que me encamino hacia mi tutor, Luís. Él me sonríe, entregándome varios papeles, entre los cuales están mis notas y la media de bachiller.

-¡He aprobado! – grito, abrazando en un arrebato a mi tutor, quien antes fue mi profesor desde los quince años.

Tras eso, corro hacia Hugo y le beso con efusividad, rodeando su cuello con mis brazos ante la mirada de todos menos la de Luís, quien llama a otro compañero.

-Enhorabuena, casi universitaria – me sonríe orgulloso.

La mirada que recibo por parte de Hugo provoca que mi corazón lata con rabia, ya que desprende un orgullo que me emociona, que hace que quiera luchar contra la distancia y el tiempo.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora