Capítulo 20.

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If you would be loved, love and be lovable. (Benjamin Franklin)

***

Hugo.

No ha pasado ni un día en el que no pare de pensar en mi futuro con la chica de ojos color miel. Mi amor. Melissa. Creer que cabe la posibilidad de que en menos de un año nuestra relación se vea fastidiada por kilómetros de distancia me asusta, bastante.

He soñado muchas veces con un futuro junto a ella, independientemente de las peleas y enfados. La quiero desde bien pequeño y hace casi cinco meses que empezamos una relación. No puedo imaginarme un futuro sin que ella esté a mi lado, y si lo hago, se me vuelve difusa la imagen trayéndome un dolor de cabeza increíble.

Cuando se fue a Londres no me sentí así, porque sabría que ella vendría, que volvería a tenerla cerca y observar su rostro tan bello en el mismo espacio que compartíamos, pero ahora era yo el que me tenía que ir. Quiero estudiar en Salamanca, pero también estar junto a ella. No puedo instarla a que se venga conmigo y lo deje todo, y viceversa.

Al reconciliarnos hace dos meses, a pesar de tan solo haber follado, no me puedo imaginarme besando o manteniendo relaciones con otra chica que no sea ella. Desde siempre llevo diciéndole a todo el mundo que es ella, que a pesar de todo la querré.

Pero... ¿Y si ella deja de quererme cuando estemos separados? ¿Y si tal vez encuentra a otro que le aporte más cosas que yo?

Melissa atrae a cualquier persona, y no lo digo solo porque esté con ella, sino también por como algunas personas la miran atraídos por su físico. No me extrañaría que encontrase a otro, pero sí que me dolería.

Frente a la puerta de su casa, con los papeles de la universidad en la mano, toco el timbre y espero a que alguien me abra. Su rostro aparece poco después, con los labios completamente hinchados, pelo despeinado y una voz ronca que solo hace que quiera reír.

-¿Te he despertado?

Asiente y se hace a un lado para dejarme pasar.

-Son las diez de la mañana, Hugo – ella me riñe, pero no puedo dejar de sentir los nervios en la boca de mi estómago -. ¿Tú no duermes o qué?

Sonrío y la beso pausadamente, rodeando su cintura con mis brazos.

-¿Vamos a tu cuarto?

-Yo también quiero sexo, Hugo, pero ahora solo pienso en dormir, dormir y dormir.

Río.

-No era para eso.

-Ya, ya...

Mueve con desdén la mano y vamos hacia su cuarto, y al estar detrás de ella, observo su cuerpo cubierto por un pantalón de pijama y una camiseta mía. Entra en su cuarto, se mete bajo las sábanas y me invita a entrar.

-¿Y esos papeles?

-Es de lo que quería hablar – comento, sentándome en la cama y tendiéndoselos. Melissa frunce el ceño -. Me han aceptado en la universidad de Salamanca.

Por unos minutos, en los cuales se dedica a leer los papeles, no dice nada. Al principio creo pensar que no me ha oído, pero después asiente y me los tiende.

-Ves –tan solo dice eso, y me confunde.

-¿Cómo?

Niega con la cabeza.

-Ves a la universidad – aclara -. Hace mucho tiempo, antes de salir, tus padres me contaron una vez que querías ir a Salamanca a estudiar – me quedo callado por unos segundos y ella relame sus labios. Sus ojos miel la delatan, dan la sensación de que su alma se ha quebrado y empiezan a adquirir un tono rojizo -. Hugo... no quiero que dejes la universidad por mí, y yo no voy a irme allí por ti. Quiero que vayas; te apoyo en tu elección y sé que lo superaremos, o al menos confío en eso – toma mi mano y la aprieta, su tono de voz empieza a decaer -. Te amo, por eso voy a dejar de ser egoísta y dejaré que te vayas por tu futuro.

Sus palabras me calan por dentro, dejándome con una angustia palpable a larga distancia y unas inmensas ganas de llorar. Sé que ella me quiere, pero me ha dicho algo más que querer. Quiere que me vaya, que disfrute y que la deje atrás, pero yo no puedo hacer eso.

-Tú también eres mi futuro, Melissa – niego con la cabeza, acercándome más a ella -. No pienso dejarte atrás, ¿lo entiendes? Te quiero, Melissa. Más que a nada y nadie. Eres tú a quien voy a querer siempre, a pesar de la distancia. Y cuando esté en Salamanca, no dejaré de contar los días que quedan para verte, para estar junto a ti – la vista se me ha nublado y una lágrima se desliza por mi mejilla -. No me dejes, por favor.

-No tenía pensado dejarte – susurra ella, acortando la distancia para abrazarme -. Nunca te dejaría, Hugo, por nada en este mundo.

Me aferro fuertemente a ella, aprisionándola entre mis brazos y besando poco después sus labios como si todo se acabase aquí, en esta habitación. Y yo sé que esto tan solo es el comienzo.

Mayo 2017.

Una voz femenina nos llama desde el escenario, nosotros nos levantamos de los asientos y vamos el grupo de seis hacia la mesa del mismo número de profesores. Nos ponemos frente a ellos, cuelgan unas medallas en nuestros cuellos y nos dan un diploma. Tras eso, nos posicionamos cara al público y veo a mi madre aplaudir con lágrimas en los ojos al igual que mi padre, quien hace fotos.

Pasamos la borla del birrete de derecha a izquierda. Y es ahí cuando ya estamos graduados. Me giro hacia mi derecha y veo a Melissa, tan guapa como siempre, pero esta vez más aún. La beso con emoción frente a todo el mundo y profesores, escuchando a la gente de fondo aplaudir con efusividad y aullando.

-Enhorabuena, graduada – susurro al separarnos.

Ella ríe.

-Enhorabuena también a ti, graduado.

Tras eso, nos colocamos detrás de los profesores y saludamos a nuestros padres desde el escenario, viendo también como sube el siguiente número de seis personas. Mientras tanto, me permito el lujo de observa a Melissa de reojo, viendo qué bien le sienta la trenza que se ha hecho junto el vestido azul turquesa que hay debajo de la toga.

De repente, me coge la mano con emoción y me mira sonriente cuando Alexia se está graduando. Yo aprieto también la mano con fuerza, disfrutando de su felicidad.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora