Capítulo 11.

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"El amor jamás reclama; da siempre. El amor tolera, jamás se irrita, nunca se venga." Indira Gandhi.

***

Me mira con curiosidad y yo, atónita, giro mi móvil hacia él para que observe la pantalla. A principio, su semblante está tan neutro que me da la sensación de que se ha quedado empanado, pero rápidamente frunce su ceño.

-¿Cómo debe haberte encontrado?

Me encojo de hombros.

-Hombre, tampoco mi nombre de usuario tiene tanto misterio – me meto en mi perfil y lo vuelvo privado -, pero no sé por qué lo ha hecho.

Veo de soslayo como se encoge de hombros.

-Se habrá dado cuenta de lo que perdió.

Sonrío divertida, dejo mi teléfono bloqueado sobre la mesa y ladeo mi cabeza.

-Bueno, técnicamente no perdió nada ya que la relación... – hago un gesto vago con la mano – perdió su esencia. Aún así, me es indiferente.

Hugo sonríe y me quedo estancada con mi mirada color miel en sus labios, recorriéndolos de esquina a esquina. Relamo los míos sin apartar la mirada, sintiendo después, justo en el instante en el que mis ojos entran en contacto con los suyos, como lo de alrededor desaparece y tan solo quedamos los dos.

Había sentido algo así una vez con David, pero nunca con esta intensidad y tirantez en mi pecho al entrar en conexión visual con él. Hugo me toma de la mano, pagando después la cuenta e incorporándonos seguidamente; aún así, continúo con aquella sensación que me nubla el juicio y me doy cuenta de lo que estoy sintiendo justo ahora.

-Me es indiferente lo que busque el chico, Melissa – retoma la conversación, tomados de la mano y caminando por las calles de Córdoba. Sus ojos puestos sobre los míos hablando a la vez -, porque confío en ti. Sé que vas a tener muchísimos chicos detrás de ti, si no los has tenido ya, y aún así confío en que seguirás conmigo a pesar de que muchos sean mejor que yo.

Me paro en seco, posicionada frente a él, sin decir nada. Mis ojos entran otra vez en conexión visual con los suyos, tan saltones y marrones. Mi mano derecha va directa a su mejilla, acariciando su lateral con tanta lentitud que temo destrozarlo con el mínimo roce a pesar de que él me hace cosquillas con su creciente barba.

"Le quiero."

La sensación cambia en el ambiente y creo que no soy la única en notarlo porque su pecho se hincha y las pupilas se dilatan sin dejar de observarme. Parpadea con lentitud y una pequeña sonrisa asoma entre sus labios, quitándome la respiración lentamente mientras no dejamos de mirarnos. Uno de sus brazos se cuela rodeando mi cintura y cuando su piel entra esta vez en contacto con la mía, pierdo las fuerzas creyendo que me caeré de bruces al suelo; a pesar de eso, me calma el movimiento extraño que hay en mi estómago.

-Te quiero – saboreo esas dos palabras que acaban de salir de mis labios, rodeando a su vez el delgado cuello de mi pareja.

-¿Me lo has dicho? – su incredulidad me hace sonreír.

Asiento.

-No voy a mentirte en cuanto a eso, Hugo.

No dice nada, si no que se queda estancado en mis ojos, y ahí me doy cuenta de la manera en la que me mira. Su amor hacia mí es palpable en el aire y, con lentitud, sus labios se posan sobre los míos uniéndonos en plena calle transitada.

-Yo también te quiero, Melissa.

***

-¡No puedo, mamá! ¡Estoy estresadísima! – grito debido a mis nervios desde las escaleras, sacudiendo a su vez unos papeles que llevo en las manos.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora