"Ya hay demasiadas cosas complicadas en la vida como para que el amor sea una de ellas." El día que sueñes con flores salvajes.
***
Las miradas expectantes de mis dos mejores amigas me dan a entender que están más sorprendidas o igual que yo; aún así, no puedo evitar lanzarme a los brazos de alguna como si ahí encontrase lo que pudiese curar esto que estoy padeciendo dentro de mí y que quiero que se vaya.
Me aferro con fuerza al jersey de una de ellas, apretando con ganas en su espalda sin hacer daño, queriendo mantener la postura y recapacitar sobre lo sucedido, pero es que no puedo. Muchas veces me he excedido al comerme la cabeza, o simplemente he exagerado las cosas, pero es que ahora no quiero perder la cabeza y joderlo todo, si no está jodido ya.
-Puede que sea otra cosa y no lo que creemos – la voz de Alexia me llega desde atrás, por lo que me doy cuenta de que estoy abrazando a Sandra -. Tú dijiste que lo dejó con ella y te confesó todo lo que sentía por ti... No creo que Hugo... Bueno, no quiero creer.
No quiero creer. No quiero creer, pero... ¿y si?
Me aparto del cuerpo de la chica de pelo negro, peino mi pelo mirándome en uno de los espejos del supermercado y suspiro mirándome el reflejo. Mis ojos están brillando, y no precisamente de alegría o por las luces del lugar; sé que si no me controlo voy a acabar echa un ovillo en el suelo y no quiero eso.
-Cojo una ensalada y vamos a pagar, ¿vale?
Las dos me miran confundidas, creo que se esperaban que dijese algo respecto a lo de Hugo.
-Vale, te esperamos en la cola.
Intento sonreír. Joder, quiero sonreír. No puedo hacerlo por más que me esmero, así que tan solo elevo de una forma extraña las esquinas de mis labios y camino a paso rápido hacia la sección de ensaladas.
Al llegar, miro con atención todas las ensaladas hechas y me decido por elegir una, pero la acabo dejando porque no me gusta el maíz. Mientras pienso en esto, alguien pasa por mi lado para coger una y tendérmela.
-Prueba esta, a mí me gustó – Álvaro me dedica una media sonrisa.
Enarco una de mis cejas ante su sugerencia, a lo que él ríe y niega la cabeza posando el recipiente en mis manos.
-¿He de fiarme de ti?
-Claro - me sonríe engreído, Emma aparece a su lado y me sonríe -, ¿a que sí, amor?
-¿Qué sí qué? – nos mira confusa.
Río.
-Álvaro dice que tengo que fiarme de él.
Emma empieza a reírse sin parar.
-Que buen chiste, Mel – continúa riéndose y el rostro de Álvaro se vuelve un poema -. Ay, que me meo.
Los tres nos juntamos con Sandra e Alexia y pagamos lo que hemos cogido cada uno para después salir del supermercado.
-¿Te vienes esta noche de fiesta, preciosa? – uno de los brazos de Álvaro rodean mis hombros, mirándome interrogante – Emma y yo salimos y queremos que te vengas.
-Ya te respondo yo por ella: ¡Obviamente! – la chica del piercing en la nariz me guiña el ojo -. Y no solo ella, Alexia y yo también.
-¿Y Hugo? – Emma pregunta.
Siento una leve opresión en mi pecho que se disipa lentamente cuando inspiro; así una y otra vez. Con una mirada nerviosa, busco ayuda en mis dos mejores amigas, quienes no saben que decir.
-Melissa necesita descansar de Hugo, que se desmelene por una noche.
Emma asiente, pero aún así me mira curiosa.
Cuando llegamos a mi aula, me quedo parada en el umbral de la puerta al ver que las cosas que había encima de la mesa de Hugo ya no están, pero las de Darío sí. Sandra, que está detrás de mí, me mira con el ceño fruncido para después seguir con su mirada el lugar al que estoy mirando.
-Tal vez...
-No, déjalo – la corto y me acerco a Lydia -. Perdona, ¿lo has visto?
Ella me asiente y se despide de su novia con un beso en la boca.
-Sí, le he dicho que le estabas buscando y me ha dicho que vale, que iría a buscarte – por mi expresión, se da cuenta de que no lo ha hecho -. ¿No ha ido?
¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué hace esto? ¿Qué he hecho yo?
Me quedo estancada, contemplando estática los ojos de Lydia mientras niego con una lentitud que hasta a mí me sorprende. La mano de Sandra se posa sobre mi hombro, ayudándome a sentarme en mi sitio y no caerme de bruces al suelo.
-¿Estás bien? ¿Qué te ha dicho?
Escucho su voz de lejos, como si estuviese en eco. Mis ojos están fijos mirando su pupitre, en el cual tan solo hay unos folios en el hueco que usamos para meter los libros. No siento nada ahora; puede que, tal vez, sea que me encuentro en un estado inimaginable y que no puedo comparar ya que nunca he vivido esto.
-Melissa...
Por fin miro a mi mejor amiga, quien ha tomado mi mano con preocupación y está sentada a mi lado.
-Estoy bien – susurro tan flojo que dudo que me haya oído.
El profesor entra y Sandra saca los libros tras haber juntado nuestras mesas, mientras, vuelvo a mirar su pupitre perdiéndome en el color verde que cubre a éste como si intentase buscar una respuesta a todo esto, pero no hay ninguna.
Ambos de nuestros móviles vibran, los desbloqueamos y tenemos un mensaje de Alexia vía WhatsApp en el grupo de las tres. Aprieto para entrar en ese chat, leo el mensaje y me quedo paralizada mientras de fondo el profesor baja la pantalla y enciende el proyector.
WhatsApp.
Alexia: Irene se ha ido d clase, ¿Hugo tb*?
-¿Tú crees que me los ha puesto, Sandra? – me mira rápidamente ante tal pregunta, ensanchando levemente sus ojos por unos segundos -. Yo... no sé qué pensar ya.
*tb: también.
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Tú, Hugo. [Parte 3]
Romance¿Qué es lo que pasa cuando quieres a alguien pero temes perderle si es consciente de tus sentimientos? Eso se preguntan Hugo y Melissa, quienes están enamorados el uno del otro. Han pasado crisis, han vivido en diferentes países durante nueve...