Capítulo 7.

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"El que ama cree lo imposible." Elizabeth Barrett Browning.

***

Patidifusa ante su confesión reciente, mis ojos miran en la oscuridad de la noche bañada por la luz de la luna los ojos marrones de él, quien espera una contestación por mi parte o un solo gesto, pero estoy inamovible. Creo ver que pasa su mano por el rostro y yo trago, dándome cuenta de lo seca que he tenido la boca hasta ahora.

-Melissa, yo... necesito que me digas algo – su voz rompe el silencio y aprieto mis labios. ¿Cómo reacciono yo ahora? Pensaba que todo era mentira, pero al final resulta que los demás tenían razón. Quiero decirle que sí, que yo también le quiero y sentirme libre ante la confesión, pero no me salen las palabras. Hugo vuelve a hablar: -. Tú... no me quieres, ¿verdad? Joder... sabía que corría el riesgo. ¡Hostia! Qué gilipollas soy – sus gimoteos se hacen presentes y entonces reacciono, poniéndome de rodillas para atrapar su rostro entre mis manos e intentar verle en la oscuridad.

-No – niego con la cabeza, moviéndola sin cesar -, no, no. Yo te quiero, Hugo. Te quiero desde hace tiempo; eres tú por el que ando loca, ¿es qué no eres listo para estas cosas?

Su mano cae delicadamente sobre mi hombro, pero cuando se da cuenta de que no es mi mejilla, asciende y me la acaricia provocando que cierre mis ojos por inercia y goce del tacto. Quiero besarle, pero no puedo mientras él siga con la chica, así que retrocedo y me siento.

-Yo... creía que no me querías, Melissa. Me llamaste amigo.

Frunzo el ceño.

-Tú a mí también.

De repente, reímos sin sentido alguno y creo que se debe al alivio que sentimos tras la confesión y la presión a la que nos hemos encontrado sometidos este tiempo; aunque realmente no sé cuánto ha pasado.

-Tengo que dejarla – lo dice con seguridad y noto sus dedos acariciando mis nudillos -. Quiero intentarlo contigo de una vez, llevo desde los doce años deseándolo.

"¿Qué?"

-¿Desde los doce? – Hugo hace un sonido de afirmación.

-Te he esperado durante mucho tiempo, pero este verano yo había pensado que te perdía ya definitivamente y he intentado empezar con otras chicas, pero no puedo – habla con una fluidez que me deja sorprendida, anonadada -. Y yo cuando te veía con los chicos... me ponía enfermo, pero te veía feliz y me jodía; yo quería hacerte feliz como ellos, pero tan solo nos cabreábamos constantemente.

Su confesión vuelve a dejarme paraliza, sin dar crédito alguno a las palabras que salen de aquella boca que he querido besar desde hace muchísimo tiempo. Relamo mis labios e intento controlar mis impulsos porque no me gustaría que me sucediese lo mismo que a su novia si hago lo que me apetece ahora junto a él.

-Te dije que te quería cuando volví, ¿no me oíste o no te acuerdas?

-Pensé que la que no se acordaría serías tú – susurra con el fondo del agua corriendo por el río; o sea, que lo escuchó -. Lo he pasado muy mal desde entonces, me arriesgaba a decírtelo y perderte... y esta noche he pensado que pasaría.

-Nunca me vas a perder, Hugo – tomo su mano finalmente y él las entrelaza.

Noto sus fríos dedos entrar en contacto con los míos y trago con rudeza; debo mantener la cordura ante todo, tiene novia. Da un leve apretón y yo noto mis nervios disiparse con rapidez, miro el frente oscuro y veo el agua, quedando los dos rodeados por su sonido.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora