Capítulo 18.

976 94 4
                                    

 "Amar duele. Es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel." Susan Sontag.

***

La piel se me eriza cuando tengo frente a mí la puerta de madera de su casa. Estoy histérica. Relamo mis labios manteniendo mis brazos cruzados mientras noto el bombeo despiadado de mi corazón. Tengo miedo, la verdad.

Opto, finalmente, por tocar el timbre segundos después de estar ahí parada. Empieza a hacer frío y me doy cuenta de que tan solo llevo una fina rebeca verde militar en pleno noviembre. No sé dónde tengo la cabeza.

Escucho su voz tras la puerta, también sus pasos decididos acercarse a la puerta y sé que cuando tarda un poco en abrir es porque está observándome por la mirilla. Aparto la mirada del pequeño agujero y me rasco un brazo, notando el frío instalarse en mí.

-Hugo, por favor. Ábreme.

No pasa mucho tiempo hasta que aparece tras la puerta sin mirarme a los ojos directamente. Hugo se hace a un lado, dejándome pasar para después coger mi bolso y hacerme un movimiento de cabeza sin tan siquiera dirigirme la palabra. Ni nos hemos besado.

Nos sentamos uno frente al otro, tan solo separados por la mesilla de cristal que hay entre los dos sofás. Le miro con temor y desesperación, no puede ser que esto esté pasando. Debe ser un sueño. Esto no es real. Sus ojos no me buscan, si no que tan solo se encuentra apoyando sus codos sobre sus rodillas mientras mira al suelo.

-¿Para qué me has abierto si no me vas a decir nada? – rompo el silencio, buscando que sus grandes ojos marrones me miren.

Se calla y no dice nada, lo cual hace que la sangre me hierva.

-Hugo, respóndeme.

-Respóndeme tú – habla de una vez, mirándome a los ojos de una manera que me asusta -. ¿Por qué, Melissa? ¿Por qué?

Sus ojos me están mirando por primera vez de una manera que me asusta; no hay miedo en ellos, ni una pizca. Destilan odio y rencor acumulado. Me odia.

-Yo no te he sido infiel.

-¡¿Y la foto que, eh?! – alza la voz, poniéndose en pie.

Le imito.

-No te atrevas a levantarme la voz de nuevo, si no, me iré - él se calla y baja la mirada. Miro al techo sintiendo mis ojos arder pero no me permito el lujo ahora, aún así, noto como toda la situación se sale de control y no quiero dejarlo ir. No quiero estar sin él -. No me he besado con nadie que no seas tú desde que estamos juntos.

-¿Y la foto? – un gimoteo sale de su voz, y es cuando me doy cuenta de que la expresión de su rostro ha cambiado. Está desgarrado, dolido.

-Yo no soy la de la foto.

Doy unos pasos para acercarme a él, pero el chico de pelo rapado retrocede y me quedo parada sin dar crédito a lo que está pasando. ¿Se está acabando? ¿Se está mandando todo a la mierda? ¿Tan rápido? No puedo creer que Hugo se piense que yo hice eso, jamás sería capaz de hacerle aquello.

-Eres tú – me acusa en voz baja -. Prefiero que me digas la verdad a mentirme, Melissa.

-¡No soy yo, joder! – me desgarro en un grito, harta de que la gente diga que soy yo la de aquella imagen cuando ni tan siquiera sé cómo es la foto. Además, nunca le pondría los cuernos - ¡Estoy cansada de que todos me digáis lo mismo! ¡Estoy hasta el coño ya! ¡No soy yo la de la foto! ¿Por qué te tendría que poner los cuernos? Estoy contigo, que eres con el que quiero estar. ¡Me la pelan los demás tíos mientras te tenga a ti! ¿Es que no puedes fiarte de mí?

Se queda mudo y desbloquea su teléfono para después entregármelo y permitirme ver la foto. En ella sale una chica de espaldas con el mismo pelo y altura que yo besándose con un chico, pero lo que la diferencia es que yo fui con un vestido rojo aquella noche con el pelo recogido y la chica va con uno blanco con el pelo suelto.

-Yo iba con un vestido rojo aquella noche – le tiendo el móvil y él lo coge -. No soy yo.

-¿Seguro?

-¿A caso lo dudas? – salgo a la defensiva, realmente herida de que pueda dudar por mi fidelidad hacia él - ¿Te estás permitiendo el lujo de pensar que me he enrollado con alguien a pesar de que te haya dicho ya varias veces que no? ¿En serio?

Vuelve a callarse.

-Yo...

-Si tanto dudas de mí, mejor... - empiezo. Estoy cansada de todo.

-No – da varios pasos hacia adelante para tomarme de la muñeca, haciendo que entremos en contacto visual -. No me dejes, por favor.... Yo... Melissa, es que lo he pasado fatal.

-No te da motivo para desconfiar en mí a pesar de que te haya dicho que no fui yo, Hugo.

Asiente con la cabeza.

-Lo sé – se acerca más hacia mí -. Perdón por dudar de ti y haber huido... Pensé por un momento en que tú...

-No – le interrumpo y entonces me acuerdo de aquella vez que le vi abrazado con Irene -. Te vi con Irene; estabais abrazados. ¿Qué hacíais?

-Nada malo – me toma de la otra mano y me mira con sinceridad -. Le conté lo que pasó, lo de la foto... Me rompí, Melissa. Pensé en todo aquello, en ti estando con otro y necesitaba un abrazado. Darío no es de dar abrazos y ella era la persona más cercana exceptuándoos a todos los del grupo. Me dijo que tal vez fue todo un malentendido, que tú no serías capaz porque había visto la manera en la que me mirabas, pero yo...

Lo abrazo nada más terminar de hablar, plantado las yemas de mis dedos sobre el lomo de su dura espalda. Sus manos se aferran a mis caderas con fuerza, estrechándome entre sus brazos al igual que yo, sin querer dejarle ir. Noto como su respiración recae en mi oído con lentitud y tranquilidad. He echado de menos esto.

Nos quedamos varios minutos así, o más. El calor que desprende su cuerpo es indescriptible; no hay nada con lo que asemejarlo. Pero eso sí, siento que mi hogar está junto a él a pesar de tener unos padres increíbles. Hugo es mi hogar.

Tú,  Hugo. [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora