Isa y yo no hemos hecho inseparables. Pasamos todo el tiempo juntas. Hablamos tanto y de tantas cosas que mi mamá ha dicho que parecemos cotorras de zoológico. Nuestras personalidades hacen clic en todos los niveles y me doy cuenta que es la primera vez en la vida que tengo una amiga a la que puedo contarle todo sobre mí. Cuando la conocí pensé que era un bicho raro. Ahora me doy cuenta que la rara era yo. Siempre me he llevado bien con todo el mundo, pero nunca antes me había identificado tanto con alguien. La quiero muchísimo. Es mi mejor amiga.
Algunas veces me acompaña a la clase de catecismo que da mi mamá a los niños que van a hacer la primera comunión. A mí no me gusta mucho ese rollo, voy porque tengo que ayudar a mamá, pero a Isa sí le gusta rezar y leer la biblia.
Hace un par de meses iniciamos el ritual de juntarnos en mi casa los sábados por la noche a ver películas de terror en mi casa. Nos instalamos en el sofá de la sala, yo sentada y ella acostada junto a mí, con la cabeza acomodada en mis piernas. Le hago piojito y le acaricio el cabello mientras vemos la película. Casual ¿Cierto? O sea, cariño de amigas. No piensen mal. Básicamente todo lo que hacemos es ver películas de miedo, comer palomitas y golosinas, acurrucarnos y reír histéricamente cuando nos espantamos.
De verdad, las caricias son muestras de cariño que hacen las amigas todo el tiempo. ¿Ok? Es súper normal. La alegría de recibir un mensaje de texto suyo para preguntar si puede venir a verme y la emoción que me da cuando tomo su mano entre mis manos no es nada inusual. Así es como se tratan las buenas amigas. Además, siempre espero a que sea ella quien se acurruque junto a mí e inicie las caricias, los abrazos y los cariños porque no quiero que piense que me gusta, que soy rara, o lesbiana o qué sé yo. Que obviamente no, no me gusta. La quiero mucho sí, pero como amiga. A mí me gustan los chicos y si no he tenido novio hasta ahora es porque no he conocido a algún chico que me haga perder la cabeza.
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Las cosas han ido progresando durante el semestre en el colegio. Isa y yo pasamos todo el tiempo juntas en la escuela, y los fines de semana se queda conmigo en casa. Si no está conmigo extraño su compañía y me empiezo a poner triste, pero soy bastante eficaz para expulsar esos pensamientos intrusos fuera de mi mente. Me pongo a leer o salgo a caminar a la plaza. En el otoño empezó a hablar con un chico y para navidad ya se habían hecho novios. ¡Genial! Estoy feliz por ella. Es un chico súper lindo. De hecho yo intervine para que él la invitara a salir. Además, soy la primera en decir que hacen una hermosa pareja... lo cual me mata un poco por dentro.Ahora, los sábados salen a cenar o al cine y después, ya un poco tarde, su novio la pasa a dejar a mi casa para nuestras ya clásicas pijamadas. Mientras ellos hacen sus cosas de novios yo me siento en el sofá a esperar, mirar el reloj y tratar de acelerar el tiempo para que Isa llegue a casa y esté conmigo.
Y bueno, esta noche sentí celos.
Sí, celos. Terribles y horribles celos. Llegaron muchos amigos a la casa después de la cena de año nuevo, incluyendo Isa y su novio. Ellos estaban muy juntitos al otro lado de la sala. Se tomaban selfies con el celular y reían como tontos. ¡Agh! Me hice la indiferente porque lo último que quiero es que ella se dé cuenta que eso me pone mal y piense que me estoy volviendo loca. A eso de las dos de la mañana salieron de la casa y se metieron a su auto a 'platicar'. Desde la ventana los vi y sentí náuseas. No, no los estaba espiando, pero no entiendo por qué no podían platicar aquí, con los demás. Seguro se estaban besuqueando. Ya sé, empiezo a sonar como idiota, pero es lo que siento. Ni modo.
Mi mamá dice que es normal sentir celos de los amigos. ¿Normal? ¡Odio sentirme así!
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La Desventura
Short StoryLa vida cotidiana, encuentros y desencuentros, drogas, amigos, sexo, fantasía, humor y amor en relatos cortos.