-Vas a empezar con algo sencillo. -dijo mi nuevo jefe. -Cada semana irás a la oficina de nuestro cliente más importante a recoger su papelería fiscal.
Esto será fácil. -pensé. Llevaba días buscando un trabajo de medio tiempo y este parecía ser el ideal. Acababa de mudarme al apartamento de Floramia y mis padres dejaron de enviar dinero para presionarme a regresar a casa. Cuando llegué a la oficina del cliente una secretaria muy amable me entregó los papeles. Ya podía regresar a mi trabajo, pero quise aprovechar para hacer la cortesía de presentarme con el cliente. Era nueva en la ciudad y necesitaba toda clase de amigos.
Asomé la cabeza en su despacho y lo vi hablando por teléfono. Era un hombre alto, de edad avanzada y con el pelo canoso. Me hizo señas con una mano para que entrara y cerrara la puerta. Cortó la llamada. Me saludó con un beso en la mejilla, como si me conociera de toda la vida y dijo "Que sea rápido porque tengo mucho trabajo.". Se desabrochó la bragueta y se sentó en su cómodo sillón con el miembro al aire. Me quedé helada. Me había confundido con alguien más. ¿Qué podía hacer?
Me hinqué frente a él y empecé a contar. Siempre que hago un oral cuento las chupadas. Sé que la mayoría de los hombres termina entre la chupada cien y la ciento cincuenta.
Cuando terminó, se acomodó la ropa y sacó de la cartera uno de 500. Me dio el billete con un "No te olvides de venir la próxima semana." Iba a comentar que había utilizado la técnica que me enseñó Pirli, pero regresó a sus papeles y se olvidó de mí.
No he podido decirle que no soy quien él cree porque me da mucha vergüenza. Regreso a su oficina cada semana, su secretaria me entrega los papeles, entro a su despacho, le hago un oral y salgo de ahí con un billete de 500 en la bolsa. Nada mal para un trabajo de mensajera.
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La Desventura
Historia CortaLa vida cotidiana, encuentros y desencuentros, drogas, amigos, sexo, fantasía, humor y amor en relatos cortos.