¡Vamos a bailar, chicos!

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Había una chica que siempre quería ser el centro de atención y para conseguirlo se comportaba de manera escandalosa y algo desagradable. No era muy atractiva, pero en todas las fiestas bailaba y se quitaba la ropa para provocar a los hombres. Ella pensaba que era sensual, pero la verdad es que le temblaba la gelatina. Créanme, al principio era divertido, últimamente era realmente molesto.

Total, que una noche estábamos en el patio trasero de la casa de Juan. La gente estaba un poco apagada y había pequeños grupos fumando hierba por aquí y por allá. En el momento menos pensado la chica se levanta, sube el volumen a la música y empieza a hacer su grotesco show al grito de ¡Vamos a bailar, chicos! Juan se metió a la casa diciendo "Maldita loca", pero ella no se dio por enterada. No tardó mucho en quitarse la blusa y bajarse los jeans, inclinando el trasero sobre la gente de manera "provocativa".

Y entonces... un golpe y una mancha roja en su cabello. Otros golpes sucesivos y manchas de diferentes colores en su cuerpo. ¿Qué pasa? Juan le disparaba bolas de pintura con su pistola semiautomática de Gotcha. Fueron unos diez segundos. Más tiempo hubiera sido cruel. Nunca más la volvimos a ver bailando.

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