Hablemos de sexo

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Hablemos de sexo, pero sin miedos ni complejos, conscientes de que todos tenemos deseos y curiosidad. Creo que todos, absolutamente todos tenemos fantasías sexuales. Para algunos serán imágenes de situaciones muy tiernas e inocentes y para otros quizá se trate de deseos un tanto subidos de tono pero, sin distinción, todos alguna vez hemos deseado e imaginado hacer algo con alguien. Mis fantasías por lo general son muy intensas y algunas de plano son inconfesables. A veces pienso que he fantaseado con casi todas las personas que conozco.

Si bien las fantasías no son malas he llegado a la conclusión que son mejores si se quedan en la imaginación, porque si se hacen realidad nunca va a ser tan bueno como lo pensabas. Por ejemplo, tuve un novio al que le propuse hacer un trío con otra mujer. Llevaba días dándole vueltas a la idea en mi cabeza y entre más lo imaginaba más se me antojaba. Su respuesta fue un rotundo ¡No! "Las relaciones íntimas son para demostrar amor a tu pareja." Curioso, porque cualquiera habría pensado que la que debió haber dicho esas palabras era yo. Para mí el sexo es sexo y nada tiene que ver con el amor.

Él ya me había dado su respuesta y yo no tuve argumentos ni ganas para insistir. Le hice creer que compartía su manera de entender la relación de pareja y que lo mío había sido un lapsus brutus que desapareció por arte de magia. Por supuesto que no era verdad. Lo hice con una mujer y lo hice sin él. Desde entonces la fantasía del trío se desvaneció por completo. Comprendí que es más intensa una relación de dos personas y que involucrar a alguien más puede ser complicado.

También tuve mi época de exhibicionista. No pienses que andaba con una gabardina por la calle. No. Fue cuando instalaron internet en la casa porque mi madre pensaba que me ayudaría en las tareas del colegio. ¡No sabe lo que hizo! El internet fue algo muy grande para mí y creo que nunca lo debí haber descubierto. Se podría decir que fue la manzana que Eva me entregó. Me abrió los ojos a un mundo nuevo. Buscaba hoja de cálculo y aparecían mujeres culonas en la pantalla.

En ese tiempo tenía mucha curiosidad y pasaba horas en chats para adultos, hablando con extraños de todas partes del mundo. Conocí gente de todas las edades con manías y aficiones que ni siquiera sabía que existieran. Solía inventar cosas sobre mí, sobre mi cuerpo, mi edad, el color de mi piel, mi cabello, mis ojos y, por supuesto, inventaba y descubría mis propias aficiones. Algunas veces era una mujer casada, otras veces era una madre soltera que necesitaba dinero, o una stripper, mesera, rica, pobre, etc. Nunca daba datos reales para que no me ubicaran. Tenía largas conversaciones que por lo general eran muy excitantes.

En uno de esos chats hice buena amistad con un señor mayor. La misma noche que lo conocí tuvimos cybersexo y la pasamos bien. Desde entonces cada vez que me lo encontraba le mandaba mensajes traviesos y nos divertíamos juntos. En ese tiempo me hice de una cámara web y me sorprendí por las cosas que era capaz de hacer.

Descubrí que podría usar la cámara y seguir permaneciendo en el anonimato. Al principio los chicos del chat me pedían que hiciera cosas atrevidas, pero yo les mostraba muy poco, después fui agarrando valor y perdiendo el pudor. Hice todo. No creo que tenga que ser muy explícita acá. Esa fue mi etapa de exhibicionista. Un día un tipo quiso obtener beneficio con supuestas grabaciones y hasta ahí llegó mi aventura con la webcam.

En esa etapa del internet y el cybersexo desarrollé un sexto sentido que me permite ver el lado oscuro de la gente. También fue en esa época cuando empecé a escribir en mi diario una lista de las personas con las que me gustaría tener sexo.

Otra de mis fantasías era hacerlo en un lugar público y la cumplí por primera vez el día que nos estacionamos en la acera de una de las avenidas más transitadas de la ciudad y lo hicimos ahí, dentro del auto, con gente caminando junto a nosotros y una interminable fila de vehículos pasando lentamente por el otro lado.

Masoquismo y/o sadomasoquismo lo tolero hasta cierto límite. Me gusta mucho morder y que me muerdan, sobre todo la espalda. Una dosis adecuada de dolor es un condimento que le da más sabor al momento. También me gustan las personas dominantes, esas que con un buen beso te hacen saber que te quieren coger. Con el tiempo he aprendido que las personas tímidas tienen muchos deseos contenidos y no hay que descartarlas a la primera, porque son las que más se esfuerzan para complacerte. Sé que soy muy abierta en este aspecto y la verdad es que creo que estoy en la etapa en que el sexo ocupa gran parte de mis pensamientos y de mi vida.

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