La segunda cita

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Nos encontramos en el Cine Lido del Centro Cultural Bella Época para la última función de "Cinco días sin Nora". Ella vestía jeans oscuros y blusa blanca arremangada que le sentaba genial a su cuerpo esbelto. Además, usaba el cabello cobrizo, peinado en zigzag rematado con un chongo chino. Si no la conocías habrías jurado que era peliroja, porque su piel y sus pequitas combinaban perfectamente con el tono de su cabello. Yo llevaba puestos unos jeans azules desgastados, una blusa negra sin mangas y sólo un poco de brillo en los labios. A las morenas no siempre nos sienta bien el maquillaje.

Cuando me saludó sentí el olor de su perfume y quise preguntarle si lo usaba porque alguna vez dije que me gustaba el Emporio Armani, pero no me atreví. El ambiente todavía era raro entre nosotras. Después de los besos en el zócalo iniciamos un inocente juego de amigas que pretenden ser pareja delante los demás, pero ahora el juego empezaba a sentirse real y me daba muchos nervios.

Ella se comportó súper educada. Se encargó de los boletos del cine, me abrió la puerta de la sala y me llevó hasta el asiento antes de ir a comprar palomitas. Jugaba a que me cortejaba y le salía bien. Durante la función se me ocurrió preguntarle si debía decir que era toda una caballera o toda una dama y casi nos morimos de risa histérica cuando alguien nos hizo callar con el clásico "Shhhh".

Estaba intentando conseguir el valor para tomar su mano pero fue ella quien tomó la iniciativa. Puso su mano en mi regazo y aproveché para entrelazarla entre las mías. Cada caricia de su dedo pulgar era un mensaje que decía te quiero. No hubo tocamientos indebidos como en la primera cita, pero esta vez hizo algo más importante que meter sus dedos en mi vagina. En la oscuridad del cine susurró en mi oído un me gustas que recorrió cada molécula de mi ser. 'Me gustas' en una pareja es más importante que un te quiero, porque puedes querer a tus amigos o a tus hermanos, pero cuando le dices a alguien que te gusta es porque quieres todo con ella. ¿Cierto?

Cuando terminó la película no queríamos irnos de ahí. En silencio ella acariciaba mi pierna y yo su mano. Nos levantamos hasta que terminaron los créditos y encendieron todas las luces.

Luego fuimos a cenar sushi. En el restaurante hablamos sobre cuánto nos había gustado la película y aprovechamos para criticar al gobierno y a Televisa porque ya casi no se hace buen cine en México. En una mesa cercana estaba una pareja joven que también había visto la función con nosotras, parecían extranjeros y T., con su actitud tan extrovertida les preguntó de dónde eran y qué les había parecido el filme. Resultó que eran chilenos y dijeron que les encantaba el cine mexicano y en general todo lo que tuviera que ver con México. Quizá lo dijeron solo por amabilidad, pero me hicieron sentir muy orgullosa, como si yo hubiera tenido algo que ver con que la película fuera buena. Nos preguntaron si éramos hermanas y ella les dijo que no, que yo era su novia.

Después de cenar fuimos caminando hasta su apartamento y sacamos el perro a pasear. Nos sentamos en una banca a hablar de esto y de aquello, intentando conocernos un poco más. Los nervios habían desaparecido por completo y me sentía muy cómoda ahí con ella.

Decidimos regresar porque ya era tarde y no quedaba mucha gente en la calle. En el camino me tomó de la mano y en una esquina, mientras esperábamos que pasara el último coche para poder cruzar, se acercó mucho a mí y me dio un beso muy suave en los labios sin importarle que nos vieran. El corazón me latía a mil por hora. -Así se siente salir de clóset. –Pensé.

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