Pasé toda la noche trabajando en la investigación para el departamento de Filosofía y Letras. No me dio sueño. El tema es apasionante y el insomnio es crónico. Encargué por teléfono un croissant de jamón y queso y un café americano al el pequeño restaurante que queda a media cuadra del apartamento. Esperé unos 20 minutos para darles tiempo a que me lo prepararan y no tener que esperar cuando lo fuera a buscar. Me puse una camiseta vieja que le robé a mi papá, unos pantalones cortos que normalmente uso para hacer ejercicio, me amarré el cabello con una liga, me lavé la cara para tratar de borrar el cansancio de la noche, tomé un billete de 100, las llaves del apartamento y salí a buscar mi desayuno.
Cuando entré al local ya tenían listo el paquete. La señora me recibió con una sonrisa, le pagué mientras me servía el café caliente y me despedí tan pronto como pude. Así estaba planeado. Entrar, recoger el paquete, pagar y salir de ahí.
Cuando giré para emprender la graciosa huida me topé de frente con el vecino guapo del edificio de enfrente. Nunca nos hemos hablado, pero siempre nos miramos coquetamente. Esta vez no había remedio. Lo tenía frente a mí.
-¡Hola, buenos días! -me dijo con una gran sonrisa. Bajé la cara y le contesté el saludo con una sonrisa tímida y con toda la consciencia de que andaba totalmente mal vestida para la ocasión, desvelada y sin una gota de maquillaje.
-¿Qué tienes ahí? -Me preguntó señalando mi hombro.
-Uhh... ¿Ahí dónde? -Dije volteando la mirada hacia donde él señalaba al tiempo que con mi mano tocaba mi hombro.
-Parece que te ha cagado un pájaro. -Dijo muerto de risa.
No dije nada más... salí corriendo del lugar.
¡Maldita paloma, hija de puta!
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La Desventura
Short StoryLa vida cotidiana, encuentros y desencuentros, drogas, amigos, sexo, fantasía, humor y amor en relatos cortos.