¿Pero qué coño?

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"El dolor es insufrible, atroz. Me retuerzo sobre mí, aun sabiendo que mi cuerpo amenaza con partirse en dos. Incluso temo escuchar el crujir de mis huesos , haciéndose trizas, rasgándome los músculos, los tendones y la piel, para huir de todo el sufrimiento.

Siento la sangre espesa y caliente. Abrasiva. Como si mis glóbulos rojos hubiesen sido sustituidos por la lava de un volcán enfurecido. Los latidos de mi corazón aceleran hasta el punto de convertirse en un único bombeo. Continuo, sin principio ni fin. Un alarido de dolor persistente, causado por el tacto abrasivo del fluido que se filtra en mi interior.

Me remuevo sobre mi misma intentando aliviar el sufrimiento, pero todos mis intentos se vuelven en mi contra. Por cada vez que consigo aliviar una pequeña parte de mí, una embestida brutal me sacude desde dentro hacia afuera.

Mi vientre se contrae, y un fluido extremadamente ácido se me arremolina en la boca del estómago. Formando una bola inmensa y dolorosa que crece a pasos agigantados. Hasta que, al fin, estalla. Expandiendo su fluido como si fuese veneno. Corrosivo. Mortal.

Pero, al mismo tiempo, y por ironía del destino, consigue aliviar el dolor. Desliza paz allá por donde pasa. Una hermosa contradicción. Un río de blanca paz en medio de la oscura agonía."

                                                                                *      *      *       *

—¡Joder!

Me despierto sobresaltada, acelerada, y con un extraño olor a azufre en el sudor que me empapa el pijama.

Miro a mi alrededor para situarme; la tenue luz de la luna que se cuela por el ventanal me permite reconocer las paredes blanquecinas, la ropa esparcida por el suelo y el montón de libros alborotados sobre el escritorio. Sí, ese desorden tan propio de mí, es lo único que necesito ver para saber que estoy en mi habitación.

—Ha sido una pesadilla.— me digo.

No sé si alegrarme por no soñar la misma mierda que llevo soñando toda la vida, o lamentarme por haber soñado otra mierda aun más grande.

El calor, la abrasión, el dolor... Todo parecía tan real, que incluso me perece seguir sintiendo dolor en ciertas partes del cuerpo. Mis hombros están entumecidos, el vientre tenso, el cuello agarrotado. Y, sobre todo, siento un insoportable calor en el tobillo derecho.

Me deshago de la colcha y me subo el pantalón del pijama hasta la altura de la rodilla. Con cuidado, el simple roce de la tela sobre mi piel, me duele.

— Pero qué coño...— musito incrédula.

Sin poder salir de mi asombro, parpadeo repetidas veces, me froto los ojos, y vuelvo a clavar la mirada en la piel de mi tobillo. No puedo creer lo que veo. Es imposible. Pero...

«¿Cómo negar lo que estoy viendo con mis propios ojos?»

Sobre mi tobillo, bajo una fina y traslúcida capa de piel ligeramente inflamada, hay grabado un pequeño tatuaje tremendamente familiar. Reconozco sus trazos finos y delicados, son exactamente iguales a como los recuerdo haber visto en... en... en la silla del trono de mis sueños. ¡Es el símbolo! ¡El dichoso símbolo que creía que nunca había llegado a ver! Y, para mi auténtica sorpresa, es tan simple y sencillo que resulta precioso; una simple línea vertical, y dos líneas oblicuas en el tercio superior de la primera línea. Echándole un poco de imaginación, parece una persona con los brazos extendidos hacia el cielo, en un gesto de oración.

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora