Bocazas

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— ¡Dónde coño estabas!— Dafne entra en mi habitación hecha un basilisco.

— Yo...— intento explicarme, aunque no sé muy bien qué decir.

—¿Sabes? No me gusta nada que andes por ahí tú sola. Axel y yo estábamos muy preocupados. Menos mal que Axel me ha convencido de que lo más seguro era que hubieras vuelto en taxi y que estuvieses aquí. ¡Casi llamo a la policía!— chilla con histeria.

— Dafne.— la interrumpo. Joder, me está volviendo loca con tanto grito.

— ¿Y si te hubiera pasado algo? Por favor, eres un puto imán para los accidentes, Ray.— sigue con su perorata. Se pasea de un lado a otro de mi habitación, mientras se tira del pelo como una loca.

— ¿Qué coño iba a pasarme? No podía pasarme nada.

— ¡Cómo estás tan segura! ¡Estabas sola!

— ¡No estaba sola! — le devuelvo el grito.

«Hostia...» farfullo, dándome cuenta de mi error. «La he cagado

Dafne desencaja la mandíbula, se queda ojiplática, y chilla:

— ¿Quién es? ¿Es él, verdad? ¡Lo sabía!— se emociona ella sola, sin dejarme responder si quiera.

Ay dios... Creo que ya sé a quién se refiere con "él". Y lo peor de todo, es que me repatea tener que decirle que si, que he estado con él, aunque no de la manera que seguro que está pensando ella.

«¡Bocazas!» Me abofeteo mentalmente.

— Si con él te refieres a Damián, la respuesta es si. Si he estado con él. Pero no es lo que piensas.— añado rápidamente, intentando relajar la expresión de asombro, felicidad y éxtasis que refleja la cara de Dafne. Se muerde el labio inferior mientras sonríe, pero ya es tarde, muy tarde; la puñetera tienes los ojos chispeantes de emoción. Conociéndola como la conozco, sé que lo hace para acallar las mil y un preguntas que tiene preparadas para mí, pero sus ojos gritan lo sus labios callan, y sé que su silencio no va a durar mucho.

— ¡Lo sabía!— chilla de nuevo.— Joder. ¿Por qué has tardado tanto en decírmelo? Eres una cabrona, ¿sabes? Hacéis una pareja estupenda. Perfecta....

Dejo de oír. Mi cerebro cierra las puertas del recibidor y echa el cerrojo por dentro. Esto es una locura, y creo que Dafne cada vez tiene más desarrollado su "oído selectivo". Si, si, ese que dice tener ella y que sirve solo para escuchar "lo que le sale de las narices". Le acabo de decir que no ha pasado lo que ella cree, y ella solo ha escuchado que he estado con Damián.

— Axel estaba seguro de te habías ido con él. Menos mal que no he llamado a la policía.— se carcajea.

— Dafne, para, por favor.— la persigo por toda la habitación, intentado agarrarla por los hombros para que deje de andar de aquí para allá, especulando sobre cien mil historias sobre Damián y yo.

— ¿Os habéis besado al llegar aquí? ¿En plan despedida?— su curiosidad es morbosa.

— ¡No por dios!— escupo.

Besarnos es lo último que podría haber pasado en ese momento. Si las miradas matasen, ambos hubiésemos muerto en el interior de su coche. Pero, claro, Dafne no necesita saber que Damián y yo hemos tenido una charla tan tensa, y rara. Sobre todo, porque tendría que explicarle todo lo que me ha dicho Damián, y eso derivaría en un montón de preguntas que no sé cómo responder.

Me estoy dando cuenta de que no hago más que rebotar de una mentira a otra; primero oculto lo de la sombra que intentó matarme en el Diamond, después que creí ver un ángel, seguido de que encontré la pluma que me confirmó su existencia y que al rato intentaron ahogarme en el río. Al día siguiente añadí el silencio a mi cesta de mentiras, cuando me callé la sospecha (%99,9 seguro) que tenía de que Kenia podría ser mi agresora, lo enlace a la ocultación de un misterioso tatuaje que me salió de la nada y con el cual sueño desde niña, y ahora lo remato con que Damián miente sobre un supuesto "nuestro", a mi hermano, y las pajas mentales que se hace Dafne sobre la marcha.

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora