Hija de Satán

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- Vamos, flor. No te pares.- ruge Damián. Tira de mi brazo y me arrastra entre la multitud. Apartando bruscamente a todo aquel que entorpece su camino.

- Damián.- intento detener su ritmo, pero no sirve de nada, no hace caso y sigue tirando de mi. Abriéndose paso entre la gente aglomerada en la puerta.

Cuando conseguimos salir al exterior, lo primero que veo es un masa humana de curiosos que me impide ver más allá de sus cabezas.

- ¿Qué es lo que pasa?- le pregunto a Damián, pero el no responde. Simplemente ignora mis palabras y, en un gesto protector, me rodea con el brazo y me acurruca en su costado.

- Tengo que sacarte de aquí.- repite, aunque parece decírselo a sí mismo.

- No, no puedo irme. No sin saber dónde está Dafne y llevarla con nosotros. No pienso dejarla aquí.- pienso en alto, aunque creo que no lo suficiente como para que Damián me oiga. Soy consciente de que no me dejará ir a buscarla, así que intento salir del refugio que me brinda su cuerpo. No me lo permite, y, para mí mala suerte, la dureza con la que me mira me hace entender que si que me ha oído.

- Es peligroso, flor. No pienso permitir que...

La voz de Damián se ve aplacada por otra explosión. A diferencia de la primera, ahora estamos fuera de gimnasia y su potencia es ensordecedora. Me podrán los oídos, el suelo vibra bajo los pies y veo a la gente que nos rodea caer perdiendo el equilibrio. Si no fuera porque, Damián ha sido tan sumamente rápido como para envolverme entre sus brazos y girar sobre sí haciendo de escudo, yo también estaría en el suelo.

Espero unos segundos, y cuando el pitido de mis oídos disminuye y es sustituido por gritos de horror y juramentos a quién sabe quién, abro los ojos. Los abro a tiempo para ver una imagen tan escalofriante como imponente; una columna de humo negra rodeada de lenguas de fuego que, trepando hacia el cielo, ocultan tras su manto la estrellada belleza nocturna.

Ni siquiera me ha dado tiempo a procesar bien la imagen cuando otro estallido llega a nuestros ya maltratados tímpanos. Provocando que otra segunda columna de humo y fuego trepe diabólica hasta el cielo.

Creo que el miedo inicial lo he gastado ya en la dos primeras explosiones, ahora, ya solo me queda capacidad para intentar entender que es lo que está ocurriendo. Todo el desastre se origina en el aparcamiento del internado, por lo que entiendo que lo que están estallando son los coches. Si cada explosión ha sido un coche, creo que me temo lo peor; el aparcamiento está plagado de coches, y si siguen reventando unos al lado de otros, esto se convertirá en un suceso de explosiones en efecto dominó.

- Nos vamos.- Damián me libera de su abrazo solo para agarrarme de la mano y tirar de mí hacia el internado, lejos del aparcamiento.

Estoy aterrada y sé que me conviene hacerle caso. Pero no puedo. No puedo huir y dejar a todos en ese infierno. Y menos a Dafne.

Clavo los pies en el suelo, obligando a Damián a detenerse. Me mira confundido, pero antes de que pueda volver a decir nada, hablo:

- No puedo irme y dejar a Dafne. Tengo que encontrarla.- ruego.- Por favor. Tengo que sacarla de ahí.

Damián tensa la mandíbula, furioso. Y si no fuera porque reconozco el destello de la comprensión en sus mirada, hubiera perdido toda esperanza de haberlo convencido.

- Escúchame bien; te llevo a tu habitación y vuelvo a por ella.

- ¿Qué? ¡No!- protesto.

- Raysa.- no sé que es más frío; si tono, o el hecho de que emplee mi nombre es de pila con él.- Volveré a por ella. Pero tengo que ponerte a salvo primero.- su mirada se vuelve tan suplicante que me abruma.- Por favor.

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora