Llego al vestuario más pronto de lo habitual, así que aprovecho para disfrutar del agua fría aliviando el dolor de mis músculos, y calmando el calor que me invade al recordar lo ocurrido con Damián.
Sigo sin salir de mi estado de vergüenza, pero me alivia haberme dado cuenta de que Damián, con todos los rumores que había oído de él, ha sido quién a echado el freno cuando yo me he venido arriba, y después, ha actuado de una manera tan natural como siempre de regreso al internado.
Podría cabrearme pensar que puede que él no haya sentido el mismo subidón que yo, pero sería engañarme a mi misma. Si bien su actitud de después ha sido natural, como si no hubiese pasado nada entre nosotros, su cuerpo ha mostrado otros detalles que no ha podido disimular.
El ansia de sus labios, el hambre de sus manos en mi cuerpo, la dureza de...
«¡Para! ¡Pero qué me pasa!»
No puedo pensar así de Damián; no es mi novio. Solo es una relación de mentira ante los demás y, aunque no me lo ha confirmado, entiendo que lo hizo para tener la excusa perfecta y poder estar cerca de mi y protegerme. Así que no, no puedo seguir pensando en Damián. No de esa manera. Él es un ángel caído, me protege y me entrena. No hay nada mas. No es mi novio de verdad, solo es una farsa.
Para cuando las chicas entran al vestuario, Dafne entre ellas, a mí ya solo me queda terminar de secarme el pelo. Espero sentada en uno de los bancos a que Dafne termine de prepararse. Después vamos al comedor, donde nos encontramos con mi hermano.
Me lanzo a sus brazos en cuanto lo veo. Lo he echado de menos durante el fin de semana, claro, pero no me he dado cuenta de cuánto, hasta que lo veo sentado en la mesa del comedor.
Durante el desayuno Mik no para de hablar. Habla con verdadera fascinación sobre la universidad que ha visitado, y de lo bien que le han tratado allí durante su corta estancia.
Durante el resto de la semana Damián y yo procuramos mantener una actitud como la de hasta ese momento, antes del intenso beso el día del primer entrenamiento.
He de admitir que siento una punzada de decepción cada vez que entrenamos, y nada más terminar, nos largamos de vuelta a la rutina sin más. Sin permitir que pueda volver a ocurrir algo otra vez. Aunque, para bien o para mal, me alivia que él parezca pensar que no estrechar más lazos entre nosotros, salvo los necesarios para acabar con Kenia, es la mejor opción.
Y, si, digo "creo" porque no hemos hablado del tema.
Cada madrugada, Damián se encarga de sacarme de la cama con alguna de sus burlas que me ponen de mal humor. Así que durante los entrenamientos, aprovecho mi rabia para sacar fuerzas y superar mis límites. Creo que él también se ha dado cuenta de que mi fuerza motora es esa, y no duda en aprovecharla al máximo sacándome de quicio.
Solo han pasado cinco días, y aunque levantarme tan temprano y fingir normalidad frente a la gente resulta verdaderamente agotador, me siento bastante bien conmigo misma. Tanto así, que incluso me siento orgullosa por los pocos progresos que he hecho. Mi resistencia ha aumentado, mi energía diaria es la leche, y, aunque contradictoriamente mi cuerpo está agotado, me siento muy activa.
Cada día me siento más fuerte, más ágil, incluso más viva.
Ahora bien, si hay algo que me ahoga y de lo que no me siento para nada orgullosa, es de mentir a la gente que quiero.
Me es duro mentirles y verles la cara todos los días. Pero esa culpabilidad desparece y da paso a la fuerza que necesito para seguir con esta farsa cuando recuerdo que tengo que estar preparada para cuando Kenia vuelva del hospital.
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Escala de grises #PGP2024#
Teen FictionUna vida triste, pérdidas que duelen, y amores que matan. Sí... matan. Jamás pensé que mi vida pudiera resumirse a una simple frase construida a base de un juego de palabras. Pero, sobre todo, lo que jamás me hubiera esperado, era que aquella frase...