Eres un mierda, Christian

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He estado todo el desayuno esperando a que Damián apareciera. Pero no solo no lo ha hecho en el desayuno, sino que tampoco ha dado señales de vida durante la comida.

He disimulado lo mejor que he podido cuando Dafne me ha empezado ha hablar sobre algo que, supuestamente, debería de saber yo también. Por lo visto, los hermanos Foster iban a meter horas extra en la discoteca para poder tener libre la noche de la fiesta de los fundadores.

— Damián te avisó, ¿no?

— Si, si, claro.— miento.

Algo me dice que no es verdad, que Damián no está trabajando para poder disfrutar del sábado. Me está evitando, estoy segura.

Durante el resto de la tarde, después de las clases, merodeo de un lado a otro en busca de Damián. No sé dónde narices está ni adónde de supone que ha ido en realidad, pero tendrá que volver, digo yo.

Lo busco en la biblioteca, en su habitación, y hasta me cuelo en los vestuarios masculinos donde sé que se supone que no debe de haber nadie ha estás horas. Aunque este último, parece un buen sitio para esconderse, tampoco está aquí.

Bufo para mis adentros y me arrastro con mi penuria a la calle. Me siento en el primer banco que veo libre, aprovechando que, aunque no está cerca, tengo una buena vista de la puerta del aparcamiento. Si Damián entra por ahí, lo veré rápidamente.

No se me pasa por alto que Chloe y Nathan andan pululando cerca de la puerta. Y tampoco que Chloe, al fin, a conseguido seducirlo. Manos por aquí, manos por allá, y unos cuantos besos que nada tienen de inocentes. Sino se contienen un poquito, veo muy probable que acaben detrás de un matorral haciendo lo que todo el mundo sabe.

— Hey, preciosa— su voz llega a mi oído demasiado tarde para mi gusto; ya lo tengo encima. Frunzo el ceño en cuanto veo al imbécil de Christian sentarse a mi lado en el banco.— ¿Ahora eres una mirona?— dice señalando con la mano hacia su amigo y Chloe. Gruño un disimular. No me gusta su presencia ni que me hable como si nada malo hubiera pasado entre nosotros.

No le contesto. Sin embargo, me encargo de que perciba lo mal recibido quienes por mi parte. Me levanto dispuesta a irme y no tener que verle ni oírle.

— Oye. — sus dedos se aferran a mi muñeca cuando a penas he despegado el culo del asiento. Le dedico una mirada asesina.

— Suéltame.— siseo. Mi tono ha sido bastante claro, pero el imbécil de Christian parece no entender lo que le digo.

— Joder, peque.— suspira, nervioso. Se lame los labios y se pasa la mano que le queda libre por el pelo. Desvía la mirada hacia el suelo, después, titubeante, de atreve a mirarme a la cara.— Sé que fui un imbécil, ¿vale? Pero... Joder. Perdóname, por favor.— suplica.— No puede verte con ese tío y hacer como que no me duele.

Me quedo de piedra. ¿Se ha atrevido a decirme que le molesta verme con Damián, cuando fue él quien me puso los cuernos con la que era mi amiga? Pero qué coño se ha creído.

Sacudo el brazo para librarme de su agarre, pero el me sostiene con fuerza. Gruño.

— Suéltame, Christian.— advierto.

— No. No voy a soltarte. Es más, nunca debí dejarte ir.— asegura.— Tienes que darme otra oportunidad. En la fiesta, ¿vale? Te demostraré que he cambiado. Ven conmigo y olvidaremos todo lo malo que nos ha pasado.

«Espera... ¿Qué?»

Hago de tripas corazón para dejarle las cosas claras con palabras, y no ha golpes. Aunque nada me gustaría más que poner en práctica mis nuevas habilidades con su cara.

Respiro hondo, trago saliva y me armo de paciencia.

— No, no nos ha pasado nada malo. Tú, tú hiciste que pasase.— escupo. En cuanto la cara de Christian se contrae como si acabara de darle una bofetada, aprovecho la satisfacción que me da, y sigo.— Eres un mierda, Christian. Crees que puedes ir por ahí cogiendo lo que no es tuyo, utilizarlo a tu antojo y luego tirarlo a la basura. ¿De verdad, Christian? ¿De verdad me crees tan tonta de volver contigo cuando tengo a alguien que te da mil vueltas?

Callo y espero una respuesta, aunque se que no la tiene. Lo que tiene de guapo lo tiene de tonto.

— Vete a la mierda, Christian.— sentencio. Y aprovechando que aún parece estar en plena digestión con mis palabras, sacudo el brazo y me deshago de su agarre.

— Ah, y deberías proponerte no invitar a nadie a la fiesta. Te toca cubrir el turno de camarero toda la noche.— informo, aunque me lo acabo de inventar. Estoy segura de que a Dafne no le importará hacerle cumplir ese castigo.

A la hora de la cena, estoy tan cansada de merodear por ahí en busca de Damián, que no dudo en pegarme a Dafne en cuanto la veo entrar al comedor. Ha pasado todo el día en la habitación, encerrada a cal y canto mientras estudiaba y terminaba un trabajo de historia.

En cuanto recogemos nuestras bandejas y nos sentamos en la mesa de siempre, aprovecho la ausencia de las gemelas y le cuento el encontronazo con Christian.

Su cara es todo un poema. Tiene los ojos desorbitados, la mandíbula a la altura del suelo, y todo esto se frunce un gesto rabioso cuando el cerebro de Dafne pasa de la sorpresa a la ira.

— Pero será gilipollas.— brama.— ¿Camarero? ¡¿Camarero?! Yo lo pondría de recoge mierdas.— bufa.

Asiento con la cabeza, totalmente de acuerdo en asignarle ese puesto si es que tuviéramos opción.

— Ja. Espera a que se entere Damián. Lo va a poner en su sitio, ya verás.

Espera... No. Ni siquiera sé en qué situación estamos Damián y yo, así que no me parece muy conveniente que Dafne le vaya con el chisme para que él reaccione como lo que no somos.

— Dafne, no. Ni se te ocurra decirle nada.— ruego. Por su cara pícara, entiendo que la idea de ver cómo Damián me pone los puntos sobre las ies a Christian, le gusta más que a mí.— Si Damián se mete en problemas, también lo hará Axel. No quiero que ninguno tenga problemas con la directora.— ruego, tirando del único hilo que sé que la hará entrar en razón.

Bufa algo por lo bajo, resopla indignada, pero cuando sus cejas fruncidas vuelven a su lugar de origen, me dedica una mirada seria y farfulla.

— Vale, pero ese cerdo sufrirá toda la noche como un cabrón poniendo consumiciones.

— Eso está claro, Dafne. Para algo hemos quedado que estará cubriendo ese turno toda la noche.

Una sonrisa torcida asoma en sus labios.

— A Damián no le cae nada bien Christian. Créeme, en cuanto se entere de que va atrabajar bajo su mando esa noche... Él mismo se hará cargo de joderle aunque no sepa este último detalle.— me guiña un ojo y vuelve a centrar su atención en la cena.

Fuerzo una sonrisa. Dudo mucho que Damián vaya a fastidiar a Christian por voluntad propia, pero si así consigo que Dafne no vaya a contralor nada... Que se lo crea.

 Que se lo crea

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