— Al parecer alguien alertó a la policía de que había menores en el local. Supuestamente entraron cuando alguien originó una pelea en la barra o algo así, así que la policía vio divertido activar el humo dulzón para despistar y hacer una redada. Nos acorralaron como a ratas.
— Recuerdo algo de la pelea. Yo estaba cerca y vi a Christian dándole un puñetazo a un chico. Pero después... no sé, es todo muy confuso — miento, a medias.
— Vaya que si lo viste — ríe triunfal. — No sabes el cabreo que tiene Kenia porque Christian se haya puesto celoso al ver a ese chico cerca de ti.
— ¿Qué? Eso no es... — intento explicar, pero Dafne me interrumpe.
— Que se joda. Le está bien empleado. Que sepa lo que se ha perdido. Por cabrón. Además, ahora está a dos velas porque Kenia ya no quiere nada más que amistad con él — suelta disfrutando de sus propias palabras. Y aunque me gusta la idea, no puedo negarlo, me siento obligada a desviar el tema para no remover el tema de Christian y lo que algún día tuvimos.
— Oye... Y yo... — no sé cómo decirle que no me acuerdo de nada.
— Te busqué por todas partes, pero un policía bastante imbécil me arrastró hasta la calle y me dejó encerrada en un coche patrulla con Axel. Tú estabas desmayada en el asiento delantero de otro coche patrulla- entrecierra los ojos y sonríe pícara. — Vaya pedete llevabas, eh... Bruja. — me da juguetonamente con el codo en las costillas.
Finjo reírme mientras pienso en lo que me ha dicho Dafne. Me ha explicado buena parte de lo ocurrido, sí, pero no todo lo que me gustaría saber. Faltan ciertos detalles en mi memoria, como por ejemplo; ¿Quién me llevó al coche patrulla? ¿Fue el mismo chico que me llevó en brazos? Por cierto, ¿quién era él?
«No era un ángel. Eso me lo imaginé yo sola.»
— Alguien debió de salvarte el culo y sacarte de allí antes de que la multitud te pisara. — Explica ella.
No sé si mi cara es un mar de dudas, o si Dafne me conoce como si me hubiera parido. Pero lo agradezco. Agradezco que muchas veces ella ya sepa lo que pienso y lo que me perturba, antes de que pueda tener que plantearme decirlo en voz alta.
— He oído que gracias a nuestra hazaña, todos tendremos unos cuantos cambios en clase — comenta de repente. Me doy cuenta de que las gemelas se han parado y nos están mirando curiosas justo en frente de nuestras taquillas.
Normalmente es todo un lujo que nuestras taquillas estén juntas. Pero, otras veces como ahora, me fastidia porque sé que no puedo seguir hablando con Dafne.
— ¿En serio? No me jodas — farfullo, colocándome junto a las gemelas, a un escaso paso de mi taquilla.
— Yo he oído rumores de que quizás nos cambien de asiento en las aulas — dice Ivanna. Abre su taquilla, coge un libro y vuelve a cerrarla. Se mete un mechón de pelo pelirrojo tras la oreja y se encoje de hombros con indiferencia. — A mí me da igual, la verdad. Si ese es su concepto de castigo duro... peor para ellos.
-¿Ah sí?- el interés de Chloe despierta. Saca la cabeza de su taquilla, y, por el tono de su voz, creo que todas sabemos de qué se trata.- Pues espero que me toque sentarme con Nathan.- pestañea coqueta y sonríe peinándose la larga melena con los dedos mientras se mira en el pequeño espejo que tiene pegado en la puerta.
«Ay madre, pobrecito.»
Todas resoplamos agotadas. Es bien sabido entre los estudiantes del internado que Chloe tiene serios problemas con el insaciable apetito que se cuece entre sus piernas. Cuando le gusta un chico, lo acosa hasta la saciedad, lo persigue sin tregua, y hasta lo espía si es necesario. Y, ahora... le ha tocado a Nathan ser su víctima.
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Escala de grises #PGP2024#
Teen FictionUna vida triste, pérdidas que duelen, y amores que matan. Sí... matan. Jamás pensé que mi vida pudiera resumirse a una simple frase construida a base de un juego de palabras. Pero, sobre todo, lo que jamás me hubiera esperado, era que aquella frase...