Fieras... Plural

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El aparcamiento de la discoteca está a rebosar, por lo que las gemelas consiguen dejar el coche en una esquina, en la otra punta, desde la cual casi ni llego a leer el letrero de luces intermitentes rojas que cita "Diamond".

Otra vez más, los nervios me atacan cuando veo a Dafne sacar la documentación falsa que guarda para las cuatro, y va directa hacia los enormes porteros que custodian la entrada. Un vistazo rápido, un asentimiento de cabeza, y en cuanto pongo un pie dentro, el miedo de que descubran que no tenemos veintiuno, se evapora, pero el nudo que oprime mi garganta por lo que sé que quiero descubrir, se me extiende hasta la boca del estómago.

— Relájate, peque.— me anima Dafne, enredando nuestros brazos. Asiento y sonrío; una cosa es pasar nervios por esto, y otra muy distinta es saber que tengo que buscar al ángel, sin saber cómo.

Mi sentido de la orientación es bastante pésimo, así que cuando bajamos las escaleras para ir directas a la pista de baile, me aferro a la cintura de Dafne para que ella me guíe hasta la barra. Otra vez más, su rito antes bailar... Ir a por tequila.

Mientras nos deslizamos por la pista, las gemelas no dejan de pararse a saludar a todo el mundo. A algunos los conozco del internado, a otros, no los he visto en mi vida, pero me da igual. Yo sigo a lo mío, aferrada a la cintura de Dafne con el fin de llegar a la barra. Y no porque quiera beber, no. Si no porque quiero que Damián ves que no le he hecho caso, y que si él no me da las respuestas, que le quede claro que pienso encontrarlas.

Además, a Dafne le ha encantado la idea de que Damián me vea en la barra mientras él trabaja. Según ella, se sentirá impotente por no poder hacer nada para que me largue, además de herir su ego si algún chico de me acerca.

No sé de dónde saca Dafne estas cosas. Ni quiero saberlo.

— ¿Tequila?— me pregunta Dafne cuando casi estamos llegando a la barra.

«Como si pudiera escoger...»

Asiento con la cabeza y, con mucho disimulo, echo un vistazo rápido a los camareros que corretean por la barra a toda prisa de aquí para allá. Por inercia me fijo en los brazos de los camareros masculinos; todos llevan manga corta, así que si alguno de ellos es el ángel que espero encontrar, no debería de resultarme difícil encontrarlo. Ahora bien... Lo malo es que son muchos, que no paran quietos, y que no sé si el ángel es uno de ellos, o un mero cliente que andaba de paso.

Quizá venir aquí no ha sido una idea tan buena como pensaba.

— Será cabrón.— Farfulla Dafne a mi lado. Devuelvo toda mi atención a ella, y cuando veo la dirección en la mira con tanta rabia sus ojos negros, giro la cara para ver quién ha ocasionado ese cambio de estado tan radical en ella.

Lamento haber mirado en cuanto la imagen que se presenta frente a mi cara, a pocos metros de distancia, me sorprende atravesándome el pecho con una punzada de celos. Damián. El sin vergüenza de Damián.

Si. El mismo petardo que miente fingiendo ser mi novio, que me roba besos sin consentimiento, y que se niega a contarme algo sobre la extraña anomalía que compartimos, está ligando con cuatro chicas.

Cuatro chicas, que van más desnudas que vestidas, y que mientras él parlotea tan campante con ellas con los codos recostados en la barra, ellas aprovechan su cercanía para algo más. Algo más sucio, más carnal, más...

«Perras

Siento la rabia carcomiendo mis entrañas en cuanto una de ellas le acaricia la mejilla y le planta las tetas casi en la cara. Aprieto los dientes, y por los golpes que Dafne me da en la mano, creo que también he agarrado algo que no es mío y lo estoy espachurrando con saña. Desvío la mirada hacia ella y lo confirmo; su brazo, estoy espachurrando el brazo.

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora