¡Damián! ¡Es Damián!

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— ¡No me lo puedo creer!— exclamo cual chiquilla emocionada.

¡Santo Dios!

No puedo creer que Dafne y yo acabemos de colarnos en la discoteca más cara y lujosa de Richmond como invitadas a una fiesta ajena. Menos mal que el internado que organiza esta fiesta está a una buena distancia del nuestro. No tanto como en la otra punta de Virginia, pero sí bastante lejos.

— Desde luego que cuentan con más presupuesto que nosotros.— Dafne no disimula la envidia que siente.

Y no es para menos. ¡Vaya que no! Este sitio es tan elegante y sofisticado, que hasta el más pequeño detalle parece puesto con gusto y mimo. Esto es  "la cream, de la cream".

Impulsadas por la novedad, ambas nos asomamos por la acristalada barandilla que bordea la planta superior. Desde ahí, no tardamos ni una décima de segundo en asombrarnos por la fiesta que se cuece en la planta baja. ¡Madre mía! No tiene nada que ver con el estilo chill lout que nos rodea aquí arriba. No, no, para nada.  Ahí, entre los cientos y cientos de jóvenes revolucionados contoneándose al ritmo de la música tecno y los sensuales cuerpos semidesnudos de los diferentes gogós que bailan a son de la música, se palpa la diversión. Tanto así, que casi puedo saborear la promesa de aventura y acción que flota en el aire. Oh, sí...

— ¡Vamos a divertirnos!— grita Dafne emocionada.

— ¡Allá vamos!— chillo a todo pulmón.

No nos hace falta más, la motivación que de por sí ya corre por nuestro sistema es suficiente impulso para darlo todo esta noche. Sin remordimiento alguno por la reprimenda que ambas sabemos que nos caerá mañana por escaparnos del internado, corremos como dos chiquillas emocionadas por la escalera en espiral que comunica ambas plantas.

La marabunta de gente nos engulle, nos absorbe y nos envuelve de fiesta. Está claro que no nos será fácil esquivar a tanta gente si pretendemos beber algo, pero tampoco tenemos razón alguna para no divertirnos por el camino. Así que con todo disimulo, entre bailes y risas, con cuidado y, ¿para qué mentir? a golpe de codazo, nos abrimos paso con el fin de llegar a la barra. Dafne encabeza la marcha, cómo no; su rito es beber para entonar antes de empezar a darlo todo.

Cerca del centro de la pista vislumbro a nuestras amigas y organizadoras de la escapada. Ivanna y Chloe son gemelas, están como cabras, y no puedo evitar reírme al verlas bailando como locas sobre una de las tarimas que salpican la pista. Ese par de pelirrojas pecosas tienen de todo menos vergüenza. En cuanto nos ven, no tardan en aletear las manos al unísono para que nos unamos a ellas. Pero como ya me imaginaba, Dafne hace un gesto con la mano para indicarles que volvemos enseguida, que vamos a la barra a pedir unos chupitos.

Puedo ver parte de la estructura de la barra entre los espacios vacíos que se dejan ver entre unas personas y otras al moverse. Pero, entre todas esas personas, por desgracia, veo a quien menos ganas tengo de ver en este momento. O en cualquier otro, para qué mentir. El cabrón de mi ex nunca es bien recibido.

—No me jodas.— Bufo por lo bajo.

Me remuevo inquieta al reconocer a Christian entre el grupo de chicos que tenemos en frente. La cantidad exagerada de gomina que lleva en las puntas de su pelo castaño le aporta un "brilli-brilli" horrible que se puede ver desde el otro lado de la pista. Por no mencionar que, ahora que me da por respirar hondo, su distinguido pestazo a colonia barata abarca todo el largo y ancho del establecimiento.

No puedo evitar recordar todo lo que pasó cada vez que lo veo. Hace ya un mes que lo dejamos, y no dejo de considerarme una estúpida cada vez que me pregunto a mí misma qué narices vi en él. ¿En qué momento consideré sexy que llevase los pantalones por debajo del culo?

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora