Se va a cagar

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En cuanto está a punto de sonar la estruendosa melodía que anuncia el final de las clases de la tarde, salgo de mi habitación como un vendaval.

Tras lo sucedido en el comedor y asegurar que solo ha sido un mareo causado por el mal dormir, Mikael me ha obligado a encerrarme en la habitación para descansar. Lawrence no ha puesto objeción, obviamente. Y aunque gracias a mi aislamiento, no he tenido que soportar más voces en mi cabeza durante este rato, tampoco he podido descansar ni un solo minuto.

No consigo dejar de pensar en lo que ha pasado, ni puedo seguir pasando por alto todo esto. Necesito respuestas, y sé perfectamente quién va a dármelas.

Bajo las escaleras tan rápido como puedo mientras el puñetero timbre de salida retumba en los altavoces de los pasillos. Esquivo a los pocos alumnos que ya han salido de las aulas, me deslizo hasta la taquilla de Damián, y lo espero junto a ella. No pasan ni dos minutos antes de que él aparezca y me mire dejando perfectamente claro que mi presencia no le agrada una mierda.

— Ahora ya no me esquivas.— reprocha burlón. Lo fulmino con la mirada, este nones momento para andar con esas gilipolleces. — No deberías estar aquí, flor.— me empuja suavemente hacia un lado y abre la puerta de su taquilla.

La puerta da hacia el lado donde estoy yo, así que me hierve la sangre en cuanto me percato que, esa puñetera puerta, es la única cosa que me impide encararlo y hacerme con las respuestas que necesito.

— Tenemos que hablar.— Damián ni siquiera me responde. Me ignora completamente y eso hace que, por un milagros de la vida, mi oscura yo despierte de su letargo sintiéndose tremendamente ofendida.

Creo nunca pensé que diría esto, pero me alegro de sentir su calor en mi sangre, la malicia, y sobre todo el coraje que me brinda para hacer lo que quiero hacer. Lanzo un manotazo hacia la puerta de la taquilla de Damián y la cierro de un golpe brusco. El muy capullo saca la cabeza justo a tiempo para no ser decapitado.

Mi reacción no le había echo gracia, ninguna gracia. Y ademas de su inquietante mirada, percibo la tensión que desparrama todo su cuerpo.

— He dicho, que tenemos que hablar.— repito seria. Muy, muyyyy sería.

En un movimiento rápido y casi imperceptible, Damián se abalanza sobre mí y me empotra de espaldas contra la taquilla de al lado. Me agarra de las muñecas, sosteniendo ambas junto a mis caderas, mientras sus ojos celeste irradian rabia al mirarme. Y es tanto lo que me impone su mera presencia, que hasta mi yo perversa retrocede cual rata hasta ocultarse en el fondo de la cloaca que tiene por guarida.

— No es el momento.— sisea.

— No me iré sin respuestas.— aseguro desafiante, intentado mantener una fuerza que sé que ya no tengo.

—Este no es el lugar.

—¿Ah, no?— intento soltarme, pero el cabrón es más fuerte y lo sabe.

Frunce el ceño un segundo. Un segundo en el que analiza mi cara como si quisiese leerme, y un segundo en el que mis nervios se intensifican por la tensión que su cercanía provoca en mi vientre. Joder ... Hacia tantos días que no lo sentía tan cerca, que casi había olvidado cómo era perder el control sobre mi ante su contacto. Su nariz casi roza la mía, su aliento me acaricia la mejilla, y los músculos de su pecho presionan mi cuerpo de una manera tan dominante que, como no me lo quite de encima, sé que no seré capaz de hacer lo que he venido ha hacer.

— Quiero resp...— exijo, pero Damián me calla estampando sus labios contra mi boca.

Aprovecha mi sorpresa para invadirme con su lengua, con el fuego de sus labios. Y sin darme cuenta, me sorprendo a mí misma correspondiendo gustosa. Mi lengua ataca la suya, respondiendo voraz, lo que provoca en Damián un gruñido primitivo que ahoga en mi garganta. Siento sus manos, fuertes y grandes, liberando mis muñecas para atrapar mis caderas, y cómo me acercan a su cuerpo de un brusco aspaviento.

Escala de grises #PGP2024#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora