La semana había acabado, y los chicos ya habían empezado a asistir a clases normalmente. Todo estuvo en orden, la misma rutina de siempre, aprendiendo cada vez más en las diversas materias asignadas por la resistencia. Heldrick y Alexander estaban desesperados por terminar las clases e ir a donde Elena a trabajar.
Ellos tenían planeado utilizar la flor invisible para atrapar al epino que estaba asesinando a los caballos de Ignacio, o al menos era lo que esperaban. No sabían cómo emplearla, ni siquiera tenían el conocimiento suficiente para realizar la poción, pero Elena de seguro les ayudaría.
—Hola señora Elena —saludaron ambos.
—Hola chicos, ¿conseguirán la Quioris para mí? —Preguntó amablemente.
—Por supuesto, pero necesitamos una cosa... —dijo Heldrick.
Enseguida le explicó todo lo que estaba pasando en el establo, y así también le pidió ayuda para realizarle la poción de invisibilidad.
—Oh, ¿quién habrá dejado libre a un epino? —se preguntó—. Esta bien, los voy a ayudar —dijo la anciana—. Si consiguen una flor, les realizo la poción y les pago la mitad del valor original ¿Les parece?
—Ok señora Elena, enseguida conseguiremos la flor para ustedes —replicó Heldrick.
Elena les entregó un libro y ambos salieron de la tienda. Heldrick comenzó a ojear el libro, para buscar la flor invisible.
—¡Aquí esta!; observa —exclamó Heldrick—. Acá dice, que se encuentra en los campos abiertos situadas en el este, donde habitan las abejas subterráneas.
—¡No jodas! —Gruñó Alexander—. Les tengo un miedo a esas abejas.
Heldrick rio —vamos, solo son unas inofensivas abejas.
—Son muy grandes y deben de pesar 10 kilos cada una —refunfuñó—. Y lo que más da miedo, son sus franjas color rojo con negro y sus feos ojos. Y sin mencionar su enorme aguijón.
—Osea, que te dan miedo los insectos inofensivos —dijo entre risas.
—¡Cállate! —gritó avergonzado.
—Ok. Deja de fastidiar —se quejó Heldrick—. Solo necesitamos seguir a una abeja en busca de una flor. Cuando veamos una abeja suspendida en el aire sin mover sus alas, significa que está sobre la flor.
—Esa flor debe de ser grande —opinó Alexander.
—Apuesto a que sí.
Heldrick buscó a Pegaso y Alexander a Strella. Salieron de la resistencia y se dirigieron hacia el este, todo el camino estaba desierto, no había pueblos cercanos, al menos no se veían. En todo el camino transcurrido no llegaron a observar un campo como el que describía el libro.
—¿Estás seguro que es por aquí? —preguntó Alexander.
—Claro que sí, conozco este lugar como la palma de mi mano —mintió.
—Sí, claro —refunfuñó.
Luego de pasar un largo rato trotando con los caballos, se detuvieron en un campo de césped que reflejaba un verde perfecto, había centenares de rosas y flores en toda la superficie territorial, arboles muy altos y frondosos.
—Aquí debe de haber abejas subterráneas —explicó Heldrick.
—Que extrañas son —replicó—. Sus nidos siguen siendo panales, pero debajo de la tierra, hay que asegurarse de no caer en un panal.
—Si... Sería una mala idea entrar en un panal bruscamente, con unas abejas de 10kg, sabiendo que tienen unos aguijones de 35 centímetros. —dijo pareciendo asustado, pero solo lo hacía para aterrar a Alexander. Al parecer temía mucho a las abejas subterráneas.
—¿Sabes qué?; mejor ve tu adelante, pareces que conoces mucho de estas abejas —propuso Alexander tratando de no mostrase asustado.
Heldrick sonrió y se colocó delante de él, guiándolo hasta encontrar a una abeja sobre una Quioris. Seguía caminando, tratando de no caer en un panal. A pesar de que no le daba miedo, sabía que era mala idea fastidiar un nido de abejas.
En el césped se notaban unos enormes agujeros, las entradas donde estaban estas abejas. Solo tenían una entrada y salida, por lo que Heldrick media un radio a ese hoyo y lo rodeaba con la intención de no caer en uno de esos panales. Siguió rodeando varios panales, a veces salían o entraban algunas abejas, y por supuesto, Alexander mientras más cerca tenía una abeja, menos se movía.
Al cruzar el campo de nidos, vieron muchas abejas, solo necesitaban encontrar a una sobre una flor invisible. Duraron dos horas en encontrar una flor, fue muy complicado, las abejas se movían constantemente.
—Allí, mira —señaló Alexander a una abeja subterránea flotando en el aire sin mover sus alas.
—Ya la vi.
En el momento que voló la abeja, se acercaron y tomaron la flor. Efectivamente no se veía, pero se sentía.
—Bien ya la tenemos, ahora vámonos —propuso Alexander notándose asustado por estar en ese lugar.
—Esta bien.
Regresaron por el mismo camino que habían transitado. Alexander ya se había montado en el caballo.
Alexander suspiró con fuerza —por fin a salvo.
—Yo no estaría tan seguro —dijo Heldrick entre risas. En ese momento, tomo una piedra bastante grande y la lanzó a uno de los panales. Apuntó hacia un nido y efectivamente acertó. Comenzaron a salir un montón de abejas hacia donde estaban situados, y más abejas se juntaban para defender su zona.
—¡CORREEEE! —gritó Heldrick sonriendo.
Se montó en su caballo y comenzaron a correr. Mientras Heldrick reía, Alexander corría por su vida, su rostro totalmente pálido, estaba asustado y mucho más cuando notó que lo seguían cientos de abejas subterráneas.
Luego de correr un largo camino, las abejas se habían regresado a sus panales, Alexander seguía corriendo y Heldrick trataba de convencerlo de que ya no le seguían, hasta que por fin volteó y se tranquilizó.
—Tenías que ver la cara que pusiste —se burló Heldrick.
—¡Cállate!; por tu culpa casi nos matan.
Heldrick rio a carcajadas. —¿Cómo te van a matar?
Todo el camino de regreso, Alexander todavía estaba enojado. Cada cinco minutos Heldrick lo fastidiaba preguntándole, "¿Esta molesto?" y luego reía.
Al fin llegaron a la resistencia, un poco tarde, ya estaba anocheciendo. Llegaron a la tienda de la anciana y le entregaron la flor. Ahora solo faltaba esperar la poción de invisibilidad.
—Esperen aquí chicos —dijo Elena mientras se dirigía al otro compartimiento de la tienda, donde había una cortina.
Pasaron minutos y minutos mientras los chicos esperaban la poción. Al fin salió Elena.
—Aquí está la poción y su paga —dijo mientras le entregaba un frasco pequeño que parecía estar vacío y una bolsa con Askarines.
—Pero si ese frasco está vacío —explicó Alexander.
Heldrick rio. —Era de esperarse que la poción también fuera invisible.
Elena rio.
Ambos salieron de la tienda.
—Ya tenemos la poción, ¿qué tal si vamos al establo? —sugirió Heldrick.
—Esta bien —respondió—. Matemos a ese epino.
—¡No hay necesidad de matarlo! —aclaró Heldrick.
—Entonces... ¡Atraparemos a ese epino!
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Askarea: La venganza de Heldrick
FantasíaAskarea era un mundo inundado de paz, serenidad y armonía. Todos los aldeanos vivían felizmente, sin preocupaciones. Encima de este estaba ubicado otro planeta que estaba en paralelo con Askarea, a este mundo lo denominaron Liddium. Nunca se sabía s...