Capítulo 10: El primer caballo

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Hace una semana que todos habían planeado reunir suficiente dinero para comprar los caballos. Heldrick y Alexander habían conseguido algunas plantas y semillas para la anciana permitiéndoles completar el dinero para su primer caballo. Por el otro lado, Sofía y Elizabeth habían trabajado durante toda la semana en la tienda. Todos tenían el dinero completo y decidieron ir a comprar los dos caballos.

—¿De qué color elegiremos el caballo? —preguntó Alexander con entusiasmo.

—Azul —bromeó Heldrick.

Elizabeth rio. —Cálmate Alexander, todos estamos emocionados, pero no fastidies.

—Esta bien —gruñó.

—Oigan, ¿alguno de ustedes pensó que tendríamos que cuidarlo? —Dijo Sofía—, Darle comida, agua y lo más importante... ¿Dónde lo dejaremos? —añadió.

—Buena pregunta, no lo había pensado —comentó Elizabeth. En ese momento todos se detuvieron de caminar y se vieron los rostros. Excepto Heldrick que siguió caminando.

—¡Heldrick! —llamó Alexander.

Él volteó a mirar a los chicos y les dijo —Yo si lo había pensado —respondió—. Por eso hablé con Ignacio y le dije que nos cuidará los caballos a cambio de dinero.

—Eres un genio —exclamó Alexander.

—Y... ¿Cuánto nos cobrará? —Preguntó Sofía confusa.

—120 Askarines al mes por los dos caballos.

—¿120 Askarines? —Gritó Alexander mostrando desagrado.

—Es la única manera, además nosotros ganamos de promedio 450 Askarines al mes y las chicas 320 —declaró Heldrick.

—Si pero... Mi armadura no se va a pulir sola —se quejó Alexander.

Alexander había comprado una armadura de placas de acero, era bastante compacta, era de un acero fino. Sus hombreras tenía detalles de líneas en forma horizontal, la pechera tenía una línea en forma de flecha hacía abajo y poseía una escarcela (Instrumento que colocan en su cintura) dividida en tres hojas que le llegaba a las rodillas y el resto de la armadura era grabados similares.

—Pules tu armadura cada semana y nunca te la he visto puesta —gritó Heldrick.

—Es que solo la uso para "armas, escudos y armaduras" —vociferó.

—Ok, ¿vamos a pelear o a comprar los caballos? —refunfuñó Elizabeth.

Ambos se calmaron y siguieron caminando hacia el establo hasta que Alexander abrió la boca.

—Heldrick, no hemos ido a ver a la anciana, para lo de la flor invisible.

—¿Cómo lo he olvidado? —Se preguntó a si mismo mientras miraba hacia el cielo y rascaba su cabeza.

—¿Que flor? —Cuestionó Sofía.

—Luego les explico —respondió Alexander—. Miren, allí está el establo —exclamó.

Llegaron al sitio. Era un establo común, pero pequeño comparado con el de las clases de equitación. Solo había 12 caballos. Estaba un señor de una edad bastante elevada, posiblemente tenía 65 años o quizás más. Tenía el cabello largo un tanto canoso y vestía como un aldeano común.

—Hola, queremos comprar unos caballo, ¿es usted el dueño de este establo? —preguntó Heldrick.

—Hola, sí. Pasen adelante —dijo el anciano. Abrió la pequeña cerca de madera que interrumpía su paso y los hizo entrar.

Askarea: La venganza de HeldrickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora