#DIEZ.

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Ya ha pasado he cumplido otro mes trabajando para el Sr Vahmonde, digamos que tenemos una pequeña guerra de bromas y comentarios irónicos hasta llegar al sarcasmo.

Es impresionante como no se deja vencer, pero es muy divertido. Y poco a poco veo como su actitud cambia con los trabajadores.

Sus hijas están más apegadas a mí, se debe a que algunas veces voy a comer con ellas y Matilde, he invitado a mi jefe, pero ha estado bastante ocupado últimamente.

Debo decir que mi trabajo ha disminuido un poco, ya que por más sorprendente que parezca, mi jefe se comporta mejor con la ley.

Me han llamado de algunos bufetes, pero la mayoría no me interesan o no pueden otorgarme un mejor salario que salvar el trasero del Sr Vahamonde.

He pensado en dejar este empleo, aunque nuestra relación— Si se le puede llamar así, es más amena.

(***)

Tomo una dona de mi gaveta y le hago un agujero por debajo, tomo una salsa de chipotle y relleno la dona con esta.

Me dirijo hacia la oficina de mi jefe, quien se encuentra con la vista en el computador.

Toco y me hace pasar.

– Hola, mire. Le he traído una dona de paz. ¿Qué le parece? — Se la extiendo y él la toma con una mano.

Me mira con una ceja alzada, para después sonreír.

– ¡Vaya!, pues gracias — No sé porque tengo un mal presentimiento. – Compartámosla, ¿Si? Así para que los dos comamos la ofrenda de paz.

Fruncí el ceño y tragué saliva.

Asentí nerviosa y tomé la mitad de la dona que él me ofreció.

Me la llevé a los labios al igual que él.

Sentía el nerviosismo

Solté un resoplido y tiré la dona al cesto de basura, iba a hablar, pero mi jefe ya estaba comiendo la dona.

Solté una carcajada al ver su cara roja. Sus ojos se cristalizaron y se paró de la silla agitado.

No podía parar de reír, mientras mi jefe tomaba de una botella de agua desesperado.

Ya más calmado, me fulminó. Pero después acompañó mi risa estruendosa.

– Salga conmigo.— Ahí mi risa cesó y mi vista se fijó en sus ojos verde aceituna, sus labios rojizos por lo picante y estaba mirándome lo mas serio que lo picoso le permitía.

¿Qué?













Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora