#DIECISEIS.

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Intolerancia.

Exaspero.

Esos eran mis sentimientos en este momento, mi cliente. Karina, era una rubia. - Hueca, dándome a mí, como su representante, una fama en el estrado. Digamos que no muy linda.

Mi oponente era nada más ni nada menos, que Frank Collins. Mi ex novio, y enemigo más intolerable.

Ciertamente no nos llevábamos para nada bien, aunque nuestra relación haya terminado de lo más normal.

En fin, me encontraba analizando las pruebas que tenía del caso, mientras mi cliente hablaba con su voz chillona. -- Si, no sabía ni pío de lo que hablaba.

Al regresar del descanso que había declarado el juez, me quedé en mi asiento. Karina, seguía maquillándose como si su libertad dependiese de ello.

Frank pasó por mi lado, dándome una mirada fría.

- Abogados, acérquense al juzgado.- Habló el juez, era un anciano. Uno muy amable para mi gusto.

Me acerque junto a mi contrincante.

- ¿No se puede llegar a un acuerdo? - Pregunto él con paciencia.

Alce una ceja, yo venía a masacrar a mi ex, no a llegar a acuerdos.

- Me temo que mi cliente no quiere ningún acuerdo predeterminado. Quiere los cincuenta mil dólares, y la mitad de los bienes. - Habló mi oponente.

Tragué seco, vaya charlatán su cliente.

Un vil vividor.

- Sr Juez, mi cliente. No le dará ninguna parte de los bienes, ya que no están casados. Tampoco accede a darle tal cantidad de dinero. Y quiere demandar por acosamiento.

Ambos me miraban atentos, el juez se resigno y continuamos con el caso.

- Llamo a Karina Willis al juzgado. - Habló el abogado.

(***)


Después de terminar con el caso, que estupendamente había ganado.

Salí de la corte, me dirigí hacia mi auto y me recosté en él.

Estaba exhausta, y pensar que por la tarde tengo otro caso que llevar a la corte, me deja sin aire.

Llamo a Nick, quien me invita a un café. Gustosa acepto.

- Bueno, no se mucho acerca de tu cliente. Pero te puedo asegurar que no es un santo. No pude conseguir su historial, dame hasta las cuatro. - Hablaba comiendo de rosquilla.

Si piensan que Nick es un policía obeso. - Créanme que está más bueno que el pan.

Asiento, pongo mi cabeza sobre la mesa y suelto un suspiro.

- Nena, ¿No es lo qué querías?, ¿Volver al juzgado? - Me preguntó cauteloso tomando mi mano y sonriendo comprensivo.

- Si, claro que es lo que deseaba. Solo que tengo que volver a acostumbrarme. Además tengo que re contactar a mis informantes.- Le sonreí y el asintió. Antes tenía un equipo y el era parte de el.

- Oye, mi abuela quiere que nos acompañes el viernes. Hay cena familiar. - Habló entusiasta.

Asentí, amaba a su familia. Tanto que la sentía propia.

Seguimos charlando un rato, después fui a un encuentro con mi cliente. - Típico hijo de papi, que se metió en un lío y tengo que sacarlo, sin que nadie se dé cuenta.- ¿Cómo?, Con sobornos.

Sentí mi celular vibrar, lo saqué antes de entrar al restaurante. - Killian.

Fruncí el ceño, y contesté. Mientras caminaba por el lugar.

- Srta Bell, ya la extraño en la oficina. - Habló con voz ronca.

Vaya, pero que sexy.

- Hey, Qué tal. ¿Le parece que le devuelva la llamada?, ahora me encuentro ocupada. - Me acerqué hasta mi cliente, quien descaradamente ligaba con la camarera.

- Oh, por supuesto. Nos vemos Lara.- Lo último sonó como un susurro.

Me extrañé, es decir. Con este trabajo es mínimo mi tiempo libre y solo tenía una semana.

Killian puede ser una pérdida de tiempo.- ¡Lara! ¿Acaso te estás escuchando? No seas una perra.

Creo que tengo problemas conmigo misma.

Me acerque a Sean, quien me miro expectante. - Hice una seña a la camarera, para que nos dejase solos.

Me senté frente a él, una vez que la chica se marchó. - Él tenía una mirada egocéntrica.

- Soy tu abogada, mi nombre es Lara Bell. Pero dime Srta Bell.- Le dije mientras sacaba de mi maletín unos papeles.

Él estaba desconectado, pero rápidamente se recuperó.

- Antes de que hables, se a la perfección quién eres. No me importan tus amenazas si no gano el caso, porque. Ganaré, y tampoco intentes ligar conmigo. No estas a mi altura. - Hablé rápidamente, eso es lo que hacía en cada caso donde mi cliente era un chico malcriado o un viejo cojonudo.

Sean me miraba fijamente, solo asintió y presto atención durante nuestra reunión. Acordamos vernos quince minutos antes de entrar a la corte.

Todo mi día fue hacer llamadas, conseguir pruebas y comer en el transcurso.- Creo que necesito con urgencia hacer ejercicio o llevar una dieta balanceada.

(***)

Al terminar con el caso, salí impecable del lugar. Los abogados me miraban cuando pasaba marcando mis pasos con mis altos tacones y mi coleta alta, tan alta como victoria.

Todos y cada uno de ellos sabía que yo había vuelto y era la mejor.

- Srta Bell.- Oí detrás de mi, era Sean.

Apreté mis labios y me giré para encararlo.

- ¿Qué te parecería ir a ver una película conmigo, y después ir a comer algo?- Pregunto con coquetería.

Fingí una sonrisa.

- Primeramente, no me tutees. Segundo, si me quisieses invitar a salir, empieza primero con la comida. Y por último, no me gustan menores y mucho menos niñatos hijos de papi que se meten en líos legales y les cubran cada idiotez que hagan.

« Así que si me disculpas, y si no. Me retiro. Adiós.»

Ahora sí, salí de allí.

Solo quería tirarme en mi cómoda cama y dormir lo que resta del día.

Al estar frente a mi departamento me encontré a mi ex jefe, sentado en el suelo de brazos cruzados y mirando hacia la nada.

- Sr Vahmonde.- Hablé con suspicacia. Estaba sorprendida por verlo ahí.

Me miró atentamente y se levantó del suelo, me inspeccionó con la mirada y sonrió.

- Lara.- Sus ojos brillaron cuando pronunció mi nombre. Sonreí. - ¿Qué son estas horas de llegar?- Hablo demandante.

Sabía que era muy bueno para ser verdad, solté un pequeño suspiro y entre en mi acogedor hogar.

Detrás de mi venía Killian, me gire hacia él e hice una seña para que hablara.

- Te extrañe hoy.- Hablo él con una sonrisa.- Solo quería verte por un momento, y quería invitarte mañana a cenar con nosotros.- Sabía que se refería a mis pequeñas luciérnagas y Matilde.

Asentí con una sonrisa.

Se acercó y junto sus labios con los míos, me sujeto de la cadera. Jadeé de la impresión mientras me arrinconaba en la pared, sus labios poseyendo los míos con un beso necesitado.

- No sabes cuánto te extrañé. - Susurro acariciando su nariz contra la mía, para después volver a atacar mis labios con más impaciencia.

No podía pensar, no me dejaba organizar mis pensamientos consumiéndome en el momento y en sus brazos aun sosteniéndome contra la fría pared.










Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora